52. La advertencia sutil de Marina

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Elena y su marido alquilaron un autobús para trasladarse a Córdoba, donde consiguieron que los mejores alumnos de la academia tuvieran una exhibición antes de la competición de kizomba, que se celebraba ese fin de semana en la misma ciudad. Al ser un evento multidisciplinario el rango de edad de los asistentes era amplio, abarcando desde la adolescencia hasta la madurez.

Durante el viaje, Marina entabló conversación con Gala, que era con quien estaba sentada y a la única que conocía, ya que su compañero Oliver no pudo acompañarlos. La primera sentada en el pasillo, al otro lado Andrés con Álex y en el lado de la ventana la segunda.

—No hemos hablado mucho en todo el tiempo que llevamos en la academia —comentó Marina.

—Es cierto, pero hay una explicación para eso: no suelo socializar mucho allí, solo lo justo con Andrés y porque es con quien bailo.

Gala mostró una pequeña sonrisa y buscó con la mirada al chico, que estaba justo al lado de Marina. Esta se fijó en cómo lo hacía justo antes de ver cómo reaccionaba su amigo. Andrés simplemente agitó la cabeza en una afirmación a modo de saludo y le dedicó una pequeña sonrisa, pero nada que le alertara. Gala, sin embargo, parecía en una nube y el suspiro que emitió a continuación le dio a entender que las cosas no iban bien.

—¿Qué es lo que te pasa con Andrés, eh? —cuestionó en un murmullo y con el ceño fruncido.

Gala cambió su expresión a una más seria.

—¿Y a ti qué te importa? —Volteó la cabeza hacia la ventanilla.

—Me importa porque mi hermana y él se están conociendo. No me gustaría saber que las cosas salen mal porque te has metido entre los dos.

La rubia le chistó al tiempo que volvía la vista hacia Marina.

—¡Calla! No quiero que nadie piense lo que no es...

—¿No te gusta Andrés entonces? Porque con la miradita de antes das a entender todo lo contrario... —expuso Marina.

—¡Claro que no! Solo somos colegas, aunque no de esos que quedan para ir a sitios. Simplemente nos vemos cuando tenemos que ensayar, en la academia o en las exhibiciones. —Se cruzó de brazos—. Puedes estar tranquila, no me entrometeré entre tu hermana y él... Al menos de momento.

Marina quedó perpleja ante las últimas palabras de la rubia.

—¿Cómo que «de momento»? No me jodas, Gala.

—No puedo asegurar algo así a largo plazo, Marina. Siento ser tan sincera, pero si en el futuro siento algo por él, haré lo posible por llamar su atención.

Zanjó la conversación ahí, aunque Marina no se quedó del todo tranquila. Sin embargo, no era quien para prohibirle nada y mucho menos si se trataba de sentimientos. Si Gala en el futuro decidía meterse en medio de una relación era problema suyo. Lo hiciera o no, advertiría a su hermana para que estuviera atenta.


···


Carlos conducía en compañía de Julián y Raquel, que le acompañaban a Córdoba para ver la competición en la que iba a participar Marina. Durante un buen rato permanecieron callados para concentrarse en escuchar las canciones que Play Your Music reproducía de manera aleatoria. Todas ellas tenían determinado ritmo, lo que animaba a los tres a cantar de vez en cuando a todo volumen. Raquel, además, se movía al ritmo todo lo que el cinturón de seguridad le permitía. No obstante, la siguiente canción que sonó carecía de letra, por lo que ninguno de ellos cantó.

Fragancia de azaharDonde viven las historias. Descúbrelo ahora