36. El profesor que alguna vez amó

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Después de cambiarse de ropa y lavarse la cara, Marina se reunió con Patricia en un bar del centro para contarle todo lo que ocurrió con Carlos la noche en la que coincidieron en la discoteca.

—Entonces no te fue tan mal esa noche por lo que me cuentas. Quizá lo que te voy a decir suene un poco fuerte, pero es lo que pienso... Creo que tienes una gran influencia sobre él, aunque tengas catorce años menos. La edad no tiene nada que ver con el poder que pueda tener alguien sobre otra persona.

Patricia parecía saber de lo que hablaba por la contundencia de sus palabras. Tenía la mirada perdida en algún punto lejano, por detrás de Marina, hasta que volvió a centrar su atención en ella.

—Siempre he pensado que era él quien tenía poder sobre mí. Es curioso ¿no crees? —Sonrió, bajó la mirada unos instantes y después alzó la barbilla para observar a su amiga—. Es decir, Carlos me ha tenido fascinada desde que me ayudó a preparar Selectividad y, aunque él no lo intuyera siquiera, con cualquier cosa que dijera conseguía motivarme y animarme. Me tenía en las nubes cada vez que me sonreía o me prestaba más atención de la que yo pensaba que merecía. ¿Cómo podría un hombre como él fijarse en mí en algún momento? Ni siquiera hice algo para llamar su atención de la forma que yo quería y... No sé cómo hemos llegado a esto, pero es más de lo que yo esperaba.

—¿Y todo eso se lo has dicho a él?

Marina soltó una breve carcajada.

—¿Cómo crees? —Desvió la mirada unos instantes y apoyó el rostro en su mano—. Bastante difícil es todo esto para encima añadirle mis sentimientos.

—Pues yo creo que deberías decírselo. ¿Quién sabe? Quizá él no te vea solo como una chica que le atrae y con la que quiere quitarse las ganas.

Marina lo sabía. Era consciente de que él no solo la veía de esa forma porque, de ser así, ya se habrían acostado. Sin embargo, Carlos aún seguía conteniéndose con ella.

—De hecho, si solo me viera así ya nos habríamos quitado las ganas hace tiempo. —Se irguió sobre el asiento y esbozó una pequeña sonrisa al recordar lo ocurrido antes de su actuación—. ¿Sabes? Esta noche hemos quedado y quizá pase lo que llevo tanto tiempo esperando... No sé qué haré como me vuelva a dejar con ganas. —Rio.

—Si te deja con las ganas, haz lo mismo con él y ya verás como se lo piensa mejor la próxima vez.

Patricia le dedicó una sonrisa traviesa que hizo gracia a Marina.

—Creo que voy a enviar ya el currículum antes de que se me olvide.

Sacó el teléfono y, tras desbloquearlo, abrió la aplicación de correo electrónico y preparó uno antes de adjuntar el documento y el destinatario que le había enviado Jimena por mensaje. Cuando lo mandó, bloqueó el móvil y lo guardó de nuevo.

—A ver si tengo suerte.

—La tendrás, ya lo verás —le aseguró Patricia con una sonrisa.


···


Regresó a casa con tiempo suficiente para recoger de nuevo el atuendo usado en el concurso y descansar un poco antes de ir a ver a Carlos. El teléfono, que estaba sobre la cama, se iluminó al recibir una notificación y Marina lo tomó para ver lo que era. Sonrió al comprobar que era un mensaje de su hermana en el que preguntaba si podía llamarla. Antes de responder que sí, buscó su contacto en la agenda y la llamó.

—Pretendía llamarte yo, tata —dijo Daniela.

Marina la imaginó poniendo los ojos en blanco.

Fragancia de azaharDonde viven las historias. Descúbrelo ahora