50. Reunión de amigas

1K 93 57
                                    

Días después, Marina se reunió con todas sus amigas en el centro comercial de Plaza de Armas. Hacía tiempo que necesitaba sincerarse con Jimena y con Sandra, ya que eran las únicas que no sabían nada sobre su relación con Carlos.

La primera en llegar fue Raquel, que esbozó una sonrisa al verla. Llevaba unos vaqueros oscuros, una camisa de flores, unas sandalias con un poco de tacón y maquillaje sutil. Marina, en cambio, llevaba unos pantalones de cuadros rojos y negros, una blusa blanca y unas sandalias. Su maquillaje era un poco más atrevido que el de Raquel, con los labios de color morado y ojos ahumados. Las dos se abrazaron y besaron en las mejillas antes de quedar una frente a la otra.

—Creo que hacía demasiado tiempo que no quedaba con todas —comentó Raquel emocionada.

—Es cierto, entre lo de Pablo y tus estudios, apenas has venido a nuestras reuniones. Por suerte no nos hemos visto mucho. Que yo recuerde, la última vez que vi a Jimena y a Sandra fue cuando ocurrió la cita con Álex y parece que ha pasado mucho desde entonces.

—Espero no tener que perderme ninguna reunión más, salvo que sea porque esté trabajando. Echaba de menos estos encuentros y eso que este aún no ha comenzado.

Marina se colocó a su lado y la rodeó con el brazo derecho.

—Acabarás harta, ya lo verás. —Acto seguido estalló en carcajadas.

A lo lejos se acercaba Patricia, que llegaba con su paso característico y con el que se mostraba más segura de lo que era. Llevaba unos pantalones de camuflaje y una blusa blanca de verano con la que no se transparentaba su ropa interior. Como complementos llevaba un sombrero, un reloj y una gargantilla de plata. Como sus amigas, también iba maquillada, aunque optó por delineado negro en los ojos y labios rojos. Las abrazó en cuanto estuvo a la altura de ambas.

—Cuanto tiempo sin verte, Raquel. ¿Cómo va todo?

—Genial, la verdad. Pablo ya pasó a la historia, si es lo que te preguntas. —Marina le dio un codazo y Raquel no pudo evitar reírse antes de continuar—. Han cambiado muchas cosas desde la última vez que nos vimos: estoy saliendo con alguien, mi padre ha vuelto...

—¿En serio? —Patricia sonrió—. ¡Cuánto me alegro! Sobre todo por lo de tu padre, sé lo mal que lo pasaste desde que le dieron por muerto... Y respecto a tu nuevo novio, supongo que ya me lo presentarás cuando quieras, ¿no? —Le guiñó el ojo.

—Eso ni lo dudes.

Mientras continuaban hablando sobre otros temas, Jimena y Sandra llegaron juntas. La primera quedó en recoger a la segunda y las dos llegaron en coche, por eso tardaron más de lo que habían previsto. Ellas también abrazaron al resto, aunque pusieron mayor énfasis al hacerlo con Raquel, a la que llevaban más tiempo sin ver.

Jimena era la que solía contrastar con el resto por su atuendo, pero a ninguna le importaba en realidad. Ese día llevaba unos pantalones anchos de color gris y una blusa blanca de cuello de barco. Su maquillaje era sutil y lo que más resaltaban eran los pendientes dorados que llevaba. Sandra, sin embargo, iba con un vestido de flores y sandalias; solo se había pintado los ojos un poco, dejando los labios en su color rosado natural. No usaba base porque prefería que resaltaran sus pecas.

Decidieron tomarse algo en los 100 Montaditos, que a esa hora de la tarde estaba medio vacío, y las cinco se sentaron en dos mesas que ya estaban juntas. Apuntaron todo lo que iban a tomar, además de las bebidas, y tres de ellas se acercaron a la barra para hacer el pedido. Cuando volvieron con las bebidas, volvieron a conversar mientras esperaban por la comida.

—¿Qué pasó con el idiota de Pablo? —Jimena fue directa con su pregunta tanto en palabras como en gestos, ya que miró a Raquel con más intensidad de la que le hubiera gustado.

Fragancia de azaharDonde viven las historias. Descúbrelo ahora