51. Un motivo para celebrar

930 90 54
                                    

—¿Te importa si hoy me quedo en tu casa? —preguntó Patricia tras un largo silencio.

Marina la miró, sorprendida.

—¿Ha pasado algo en tu casa?

Patricia permaneció callada un rato antes de responder.

—Sí, pero no quiero hablar de ello ahora. Quizá cuando estemos a solas...

Continuaron caminando hacia la vivienda de Marina. Esta decidió enviar un mensaje a sus padres para preguntar si podía quedarse a dormir su amiga y, tiempo después, obtuvo una respuesta afirmativa.

—Creo que no te he contado lo último... No he querido mencionarlo antes nadie más tenía por qué saberlo, pero contigo y con Raquel siempre tengo la necesidad de desahogarme...

—Adelante —la animó Patricia.

—Me siento mal, ¿sabes? Siento que he echado a perder la amistad que había entre mi padre y Carlos. El viernes pasado supo que estábamos juntos y no sabes cómo se puso...

—¿Peor que mi madre cada vez que se entera de que estoy saliendo con alguien que podría ser mi padre? —Frunció un poco el ceño.

—Tal vez. El caso es que he intentado mediar entre ellos, pero si mi padre no está dispuesto a darle la oportunidad de hablar me parece que será imposible que se reconcilien. Me pregunto si yo sería capaz de dejar a Carlos si con eso lo lograra...

—¿Lo serías? —cuestionó, deteniéndose y haciendo que Marina también lo hiciera.

Las dos se miraron en silencio, serias, hasta que Marina volvió a hablar.

—Si fuera egoísta, creo que sí, pero no lo soy.

—Entonces no hay nada más que hablar. —Patricia sonrió.


···


A la mañana siguiente, Marina estaba delante del ordenador cuando recibió una llamada inesperada. Con manos temblorosas, lo cogió. Durante unos minutos estuvo al teléfono, conversando con la persona que había contactado con ella, y cuando colgó, no pudo reprimir un grito de felicidad. Informó a su familia primero y luego abrió el chat grupal con sus amigas para darles la buena noticia.


Marina López:

¡Me han cogido!


Jimena Gallardo:

¡Lo sabía! Sabía que lo conseguirías.


Marina López:

Espero que no hayas tenido que ver en la decisión...


Jimena Gallardo:

Te prometo que no. A mí solo me prometieron que te harían la entrevista si les gustaba tu perfil, no que te contratarían. Eso lo has conseguido tú solita.


Patricia Navarro:

¡Enhorabuena, guapa! Todas sabíamos que lo conseguirías.


Raquel Torres:

Nunca dudamos de ti ;)


Sandra Rodríguez:

¡Felicidades! Habrá que ir a celebrarlo ¿no?


Marina López:

¡Muchas gracias, chicas!

Claro que sí, esto hay que celebrarlo como se merece.



···



El domingo Carlos no esperaba visitas, por eso decidió quedarse en la cama un rato más de lo acostumbrado. Su plan consistía en quedarse en pijama y ver alguna película por la tarde. Nada más. Estaba demasiado cansado, tanto física como anímicamente, y prefería distraerse de esa forma. Si al menos pasara el día con Marina estaría más que seguro de que conseguiría hacerlo, pero no era el caso y tenía que poner de su parte.

Sin embargo, sus planes se vieron truncados al escuchar el timbre de su piso. Se levantó de la cama, fue hasta la puerta y se cercioró de quién era a través de la mirilla. ¡No podía creer lo que estaba viendo! Con algo de temor, abrió y dejó entrar a la persona que había decidido visitarle por sorpresa.

—Espero que no hayas venido a mi casa a darme una paliza.

Y, aunque pretendía sonar serio, no pudo evitar reírse. Le asombró comprobar que él también lo hizo.

—He decidido que no puedo estar enfadado contigo sin cerciorarme de cuáles son tus intenciones con mi hija —manifestó Alberto.

Carlos suspiró y caminó hasta el salón, en concreto hasta el sofá, donde se sentó y esperó a que su amigo hiciera lo mismo. Cuando al fin estuvieron cara a cara, habló de nuevo.

—Mis intenciones son buenas, por supuesto.

—¿Y desde cuándo te pasa eso con Marina? ¿Por qué no fuiste capaz de contarme nada antes de que me enterara de esa forma? —indagó Alberto.

—Si supiera desde cuándo... Lo que sí puedo asegurarte es que nunca me he aprovechado de ella, todo lo que ha pasado entre nosotros ha sido con su consentimiento. Y si no te dije nada fue porque temía que precisamente ocurriera eso que pasó en tu casa. —Tomó aire y, cuando se sintió preparado y se aseguró de que Alberto le escuchaba, continuó—: La quiero mucho... Estoy enamorado de ella, pero no podría especificar desde cuándo. ¿No te pasó eso también con Alejandra? Que te enamoraste sin darte cuenta...

Alberto retiró la mirada y bajó la cabeza para contemplar sus manos, que se posaron sobre sus muslos. Llevaba unos vaqueros oscuros, sus favoritos, y un polo de mangas cortas de color granate. Carlos, paciente, esperó su respuesta.

—Sí, es cierto. —De nuevo su vista se posó en Carlos—. Si es verdad lo que dices y no pretendes aprovecharte de ella, no tengo motivos para oponerme a vuestra relación. Ambos sois mayores de edad y sabéis lo que hacéis. Pero como le hagas daño en algún momento, te juro que te faltará suelo para correr.

—Entonces ¿amigos de nuevo?

—¿Cuándo hemos dejado de serlo? —Alberto le dio una palmada en la espalda—. Anda, vamos a tomar algo. —Se levantó del asiento—. ¿Qué bebidas tienes?

Carlos le acompañó a la cocina mientras le respondía:

—Café, cerveza y té helado.

Su amigo cogió dos tazas y preparó café para los dos. Intuyó, por el aspecto de Carlos, que ni siquiera habría desayunado. Mientras lo preparaba, comentó:

—Por si no ha quedado claro, estás perdonado.

Carlos se limitó a sonreír, contento de nuevo.


¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.


Fragancia de azaharDonde viven las historias. Descúbrelo ahora