Septiembre, 27
Edén.
Sin otra opción, termino haciéndome a un lado e invitándolos a pasar, haciéndole señas con una mano. Ellos se sonríen entren sí y se apresuran a pasar, cuando los tres están adentro suelto aire y me maldigo mentalmente por haberme ofrecido a “salvar” a las langostas.
—¿Por qué entramos? Las langostas no están aquí.— habla uno de los gemelos, dejandose guíar por los otros dos niños.
—Debo arreglarme antes de salir.— le hago ver mientras mi mente máquina posibles ideas de como librarme de esto.— Siéntense aquí mientras me doy una ducha rápida...— palmeo el sillón largo y ellos obedecen sin objetar.
En los otros sillones visualizo las bolsas que ayer dejé sobre ellos, así que me acerco a ellas y saco tres empaques diferentes de galletas y les entrego una a cada uno, eso los distraerá mientras me baño.
—No es la hora de comer dulces...— murmura el gemelo de los rubíes rojos.
Frunzo el ceño mientras el mira a los otros dos pequeños.
¿Tienen horario para comer dulces? ¡No me jodas!
—Es cierto...— concuerda a regañadientes el gemelo de los diamantes, mirando con tristeza las galletas en sus manos.
—Hey,— llamo la atención de todos y me agacho frente a ellos mirándolos con complicidad.— Aquí nadie le dirá a sus padres que comieron dulces a la hora equivocada.— se miran entre sí.— Será un secreto de los cuatro.
—Yo acepto.— responde Nahúm de inmediato, empezando a abrir las galletas.
—Pero Nahum...
—Yo también acepto.— Ilyam interrumpe a su hermano, quién al ver que es el único que está quedando por fuera se encoje de hombros y también abre sus galletas.
—Bueno...— se resigna y río.
Me levanto y toco el cabello del gemelo mayor.
—Pueden tomar lo que quieran de las bolsas.— les digo sintiendo que es algo totalmente cruel, prohibirle los dulces a unos niños.— Enseguida regreso.
Dejándolos solos, me voy al baño y me ocupo de asearme lo más rápido que puedo. Salgo del baño y voy al armario mirando a los niños comer sus galletas mientras hablan entre sí.
Me visto de inmediato con una falda deportiva, como las que usaba con Naïa para jugar tenis, me coloco una camiseta de algodón y salgo después de calzarme los zapatos deportivos.
Dejo el cabello húmedo suelto, para que se seque naturalmente, y al terminar con todo me acerco a los niños.
—Están llamando.— cometa Nahúm con el móvil de Nasser vibrando en su mano.
Hago una mueca y observo la pantalla que refleja un número que no está registrado.
—¿Qué es lo que planean hacer?— pregunto tomando el teléfono de la mano del niño y sentándome como sí nada, frente a los otros dos.
Los gemelos se encojen de hombros mientras mastican las galletas y voltean a mirar a Nahum.
La llamada en el celular se pierde y silencio totalmente el teléfono, antes de dejarlo en la mesita de centro.
—Liberaremos a las langostas.— dice inflando su pecho con orgullo, y yo tomo aire.
—¿Sus padres saben que están aquí?— pregunto.
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Paraíso
RandomVivían tan sumergidos en sus mundos que inevitablemente olvidaron que el que ellos pisaban daba vueltas constantemente y cuando quisieron darse cuenta de ello, esos giros los hicieron chocar. Ella no tenía preocupaciones más que elegir el destino de...