Septiembre, 28
Edén.
A medida que creces vas entendiendo la diferencia entre el bien y el mal, lo que está bien y lo que no. Tiene diez años y un día miras el comportamiento denigrante de los adolescentes de entre quince y dieciocho, y sientes que está muy mal, que no deberían hacer eso. Cierto día estás mirando tus dibujos favoritos en la tv, y de la nada lo interrumpen para dar la noticia que durante un robo alguien asesinó a otra persona.
Y de nuevo dices: “Joder, eso está muy mal” “Las personas que asesinan, los delincuentes, y los adolescentes denigrantes, no merecen tener vida porqué sólo la desperdician en cosas malas”. Con diez años, miras todo esto como algo inmoral, exagerado, algo que al crecer jamás serías.
Qué nunca en la vida serías asesina y te mantendrías lejos de las personas que lo fueran, que nunca arrebatarías a alguién algo suyo, porqué papá siempre decía que más que un objeto, le estabas quitando horas de trabajo, sudor y esfuerzo, y eso no era justo. Que nunca serías una delicuente, o escondería y sería cercana a uno. Con diez años, me decía también: “Jamás seré como esas chicas que se besan y manosean en las cafeterías, a la vista de todos” “Cuando tenga quince, no beberé alcohol, porqué eso es sólo para mayores de edad.”
Desde afuera, y cuando recién estás comprendiendo la delgada línea entre lo que está bien y lo que no, todo te parece inmoral, denigrante y carente de principios.
Hasta qué un día tienes dieciséis, la pubertad te abraza y la adolescencia hace estragos con la idea de qué “recién estoy empezando a vivir, debo disfrutar este momento.” Estonces te vas con tus mejores amigas a un club nocturno, con identificaciones falsas, bebiendo como adulto alcohólico. Bailas lo que sea que suene y te haga vibrar la cabeza, besándote con el chico más lindo del colegio, sin dejar de lado el manoseo.
Estando allí; dentro, y no fuera del círculo, ya el hacer eso, no te parece denigrante e inmoral, ya no es algo desconcertante, ya no lo denominas una aberración que jamás en la vida estarías dispuesta a cometer. Ahora sólo eres capaz de ver lo divertido que es, ahora sólo sientes el placentero dolor de estómago por no poder parar de reír, el sudor que emerge de tu cuerpo por las horas de baile, y lo malditamente excitante que es besarte con el chico que te gusta.
A los dieciséis, ya no te parece mal lo que a los diez sí.
«Qué los asesinos no tienen derecho a vivir» «prefiero morir antes de convertirme en asesina» Recuerdo haberle dicho a una de las empleadas de casa cuando ví aquella notícia del ladrón asesino. «Es un horror» «Nadie merece ser asesinado» «Yo jamás seré una asesina, y sí algún día conozco a uno, me alejaré lo más que pueda y lo odiaré eternamente» Otra gran aberración para una niña que creía fervientemente qué el asesinar estaba muy mal, que era uno de los principales mandamientos para poder ir al cielo; Dios no quería a los asesinos, por lo qué la mente inocente de la niña, tampoco.
Hasta que con doce años se enteró que alguien con quién había compartido desde los ocho, era un asesino, y en lugar de alejarme como a lo diez había prometido; quise arrodillarme y rendirle pleitesía, hacerle un altar y nombrarlo mi eterno Dios, porqué Bernie Spears, no había asesinado por gusto, tampoco por ocio, ni para recibir algún beneficio por ello. Él lo hizo porqué era lo mínimo que se merecían los malditos miserables que se atrevieron a tocar a su hija de ocho años.
Él tenía justificación, hizo pagar el daño que le hicieron a su hija, Bernie no era malo, como los delincuentes, los que mataban porque simplemente querían. No era malo como los hombres que secuestraban chicas, los que trafican con ellas, y también con drogas. Cómo aquellos que del lado de la luz tenían un rostro amable, una reputación intachable y una vida recta, pero del lado oscuro, no eran más que hipócritas que por ambición no medían el daño que hacían.
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Paraíso
RandomVivían tan sumergidos en sus mundos que inevitablemente olvidaron que el que ellos pisaban daba vueltas constantemente y cuando quisieron darse cuenta de ello, esos giros los hicieron chocar. Ella no tenía preocupaciones más que elegir el destino de...