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Diciembre, 16
Edén.
Nunca antes me sentí así, nunca supe a ciencia cierta lo que era el desespero, la presión constante que se te incrusta en el pecho y la cabeza susurrandote sin parar y en estado de alarma, que vas a morir, que te van a acabar, qué no tienes oportunidad... Qué nada está a tu favor, que la vida no respeta culpas y que por ello y pese a que nada tengo que ver en esto, me encuentro aquí, con dos niños, heridas que no paran de sangrar y siendo cazada por un montón de hombres y sus perros.
Pero aún así, cuando la detonación pasa y mi sentido auditivo vuelve, permitiéndome oír el caos que nos envuelve de cerca, busco como loca a Ilyam y me aseguro, que como a mí, la bala tampoco lo haya tocado. Y no lo hizo, así que tomo de ese punto a favor, las fuerzas que se me van, gritando por sobre la voz pesimista, que así no pueda salir de aquí, lo voy a intentar, porqué sencillamente no merezco estar aquí.
Más balas atrás suenan ignorando cualquier dolor cuando sin pensarmelo y sin dejar de correr me agacho para tomar al niño y correr en zigzag entre los árboles que poco a poco se vuelven más frondosos.
Los ladridos suenan furiosos, el llanto del bebé y del gemelo me ponen peor. «no llegaré lejos» Ellos siguen el llanto fuerte, y los tengo pisandome los talones.
Muy lejos una voz en español exige que nos quieren vivos por los que las balas cesan, pero la persecución es más densa. Poco a poco aquí la visibilidad se vuelve cada vez menos. Siento que no respiro, no sé a dónde demonios voy y sólo puedo oír y sentir.
Oír el llanto de los niños que me ensordecen, los hombres furiosos que exigen en voz alta, que insultan y protestan... Que cada vez vienen más cerca. Los perros no son clase aparte sus ladridos y rugidos suenan como los de una bestia embravecida, ansiosa por destrozar. Siento mi sangre empapar el arbornoz casi con el mismo desespero de mi andar y las heridas arden, duelen y siento que me quitan mucha más fuerza de la que sé que puedo tener.
El peso no ayuda, Ilyam es mucho más grande de lo que se espera para un niño común de su edad. Y el terreno es un infierno para quien no tiene como proteger sus pies con un par de zapatos.
La oscuridad me pone a correr a ciegas, pero prefiero eso que mirar algo por las luces de las linternas que indican que ellos vienen cerca.
Sin aire y con el pecho desbocado termino recostandome sin fuerzas de un tronco grueso. Bajo a Ilyam sin fuerzas y él se sienta a mis pies abrazándose a sí mismo. Lucha por acallar sus sollozos y yo por limpiarme las lágrimas cada nada, manteniéndome alerta a los gritos y ladridos que siguen oyendose pero ahora un poco más alejados.
Aunque será cuestión de minutos para tenerlos cerca de nuevo ya que el bebé, sí, no nos da tregua, no nos ayuda y he ahí dónde se centra nuestro desespero. Me concentro en volver a respirar, en llenarme de fuerzas para seguir sin sentir que voy a caer, en ignorar lo difícil que se mira... Lo imposible que se me hace en estas condiciones encontrar una puta salida.
—¡Por aquí!—gritan a nuestras espaldas, y enseguida cojo la mano del gemelo mandándolo a correr a mi ritmo.
Se oyen sólo los ladridos feroces de un perro y los pasos apresurados también de una sola persona, por lo que no sé sí agradecer o maldecir el que se hayan separado para encontrarnos más rápido.
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Paraíso
RandomVivían tan sumergidos en sus mundos que inevitablemente olvidaron que el que ellos pisaban daba vueltas constantemente y cuando quisieron darse cuenta de ello, esos giros los hicieron chocar. Ella no tenía preocupaciones más que elegir el destino de...