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Edén.

Antes de que muriera papá, no me gustaba dormir sola «o quizá nunca me ha gustado» y él lo comprendía cómo nadie lo hizo y como nadie ha logrado hacerlo desde entonces. Cuando mamá no llegaba temprano a casa, se acostaba a mi lado, se cubría con mis cobijas y me abrazaba dejando un beso en mi cabeza justo antes de decir “Hoy voy a cuidarte de tus monstruos imaginarios”, y reía.

Yo lo hacía con él, apreciando el momento como sí fuera lo único con valor sobre la faz de la tierra. Ahora entiendo que cada vez que se quedaba conmigo era porqué se peleaba o enojaba con Ximena, pero entonces sólo veía y sentía a mi papá cuidándome de los monstruos que él mismo se cansaba de decirme que no existían, que eran producto de mi imaginación.

Cuando estaba bien con mamá, sólo solía acompañarme un rato, hasta que mínimamente me resignaba a qué esa noche sería yo sola contra los monstruos, y me aterrorizaba a tal punto que aún cuando sabía que tenía que irse le llamaba, y recordaba que estaría sola y que ellos eran malos.

“No existen cariño, al final del día sólo están en tu cabeza. Tú los controla y tú haces de ellos lo qué quieres que sean.” Siempre quise comprenderle, siendo una pequeña traté y traté, pero casi a diario amanecía en medio de él y mi madre, porqué estando sola, a mí no me parecía tenerlos sólo en la cabeza.

Los monstruos querían hacerme daño. Podía oírlos gruñir bajo la cama, y sentía que el corazón se me iba cada madrugada que saltaba de la cama y apenas tocaba el piso, corría con todas mis fuerzas hasta salir de mi habitación y llegar al cuarto de mis padres.

Él se fué y yo seguí intentando con más ganas entender que los monstruos sólo estaban en mi cabeza. Tenía ocho años, se supone que ya podía lidiar con eso, mamá no se cansaba de decirme, pero yo sentía que era mucho peor desde el entierro de papá.

Pero ya no huía a su habitación; ahora sólo mamá estaba en ella y se enojaba mucho cada vez que iba, en un par de ocasiones incluso me sacó y me regresó a mi habitación. Pero conseguí que los meses siguientes una de las empleadas se quedará a dormir conmigo.

Los monstruos se iban cuando alguien me acompañaba.

Cuando tuve que venir aquí, Ximena desapareció casi enseguida, y yo sentía que mis monstruos se hacían más grandes y feroces porqué entonces sí estaba realmente sola. Pero aunque recién la conocía, Aileen no me dejó sola con ellos.

Al notar mi miedo, por voluntad propia se ofrecía a quedarse conmigo, me distraía hasta que me quedaba dormida, y en las mañanas siempre me despertaba con una sonrisa gentil.

También invitaba a las chicas constantemente, o me quedaba en sus casas a dormir con ellas, y así fue durante mucho tiempo. Tenía doce años quizá, cuando los monstruos dejaron de atosigarme... Los fuí olvidando, pero jamás aprendí a controlarlos.

Y ahora quiero pensar que papá no se equivocó, que realmente tengo el poder de hacer de ellos lo que yo quiera... Pero llevo horas tratando de hacerlo, y no puedo...

La cabeza me duele demasiado, no sé qué hora es pero es muy tarde ya... Y no lo concibo, no puedo dormir.

Ni siquiera lo he intentando; no tengo sueño aunque me siento cansada, aunque deseo con toda mi alma poder descansar.

Pero... Realmente las necesito...

Sollozo bajito pero en el silencio de la habitación hace que el sonido haga eco en cada esquina del lugar.

No soy adicta... No lo soy; pero... Necesito de esas pastillas hasta que pueda superar mis pesadillas... Sólo hasta que lo consiga.

Mi cuerpo tiembla levemente pese a que estoy en posición fetal y he tratado de manterme rígida, para no despertar a Nasser.

ParaísoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora