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Nasser.

Diciembre, 15


Al pie de las escaleras Yusut me recibe entregandome el celular nuevo que mandé a pedir hace dos horas ya.

—Al igual que el otro es impenetrable, todos sus archivos, datos y contactos están intactos. Instalé el receptor GPS, y el hacker afirma que no hay nada de que preocuparse.—asiento una sóla vez tomando el teléfono igual al que destrocé hace un rato.

Le indico al escolta que vaya a asegurarse de que todo este en ordén con los autos pues iré a un último encuentro con Arzahar antes de partir a la fiesta. Asiente sin objetar y se marcha luego de una pequeña reverencia, me pongo en el camino hacia el despecho encontrandome casi enseguida con los tres críos de porquería que vienen acompañados con las empleadas que al igual que ellos bajan la cara a mi encuentro.

Casi se obligan a emitir el saludo formal que ignoro siguiendo de largo como sí no existieran. Sus madres vienen más atrás, acompañadas de Aída que me mira y me sonríe emocionada, le dedico una mirada que parece elevarla e interiormente río por ello. Junto a sus damas de compañías que más bien son esclavas, siguen a los críos y sus niñeras arrastrando la carriola dónde han de llevar al crío más pequeño.

Como todas las mujeres de aquí, cuando están cerca bajan la cabeza saludando con un mínimo asentimiento a los hombres de la casa. Las ignoro de igual forma que con sus hijos oyendo sus pasos y poniéndole atención a la puerta principal que suena lejos.

«Las han mandado adelante».

Sigo caminando buscando el punto rojo en mi teléfono para asegurarme de que está donde me dijeron hace rato. Y sí, sigue allí, se fué sin nada; ni un documento de indentidad, un billete o el simple pasaporte que le hubiese permitido usar mi nombre para conseguir un boleto de avión, de la misma forma que ha conseguido gastarme miles de dólares en tiendas femeninas en tan sólo dos horas.

Sonrío, lo hago porqué sé que no está actuando en vano y que su presencia en la fiesta no va a faltar. Guardo el teléfono en el bolsillos de mi chaqueta.

«El día no puede ir mejor.»

He conseguido, he mordeado a mi imágen y semejanza cada cosa, cada momento y entre mis manos estoy logrando ver el resultado de mi obra maestra. Ella ya soltó el ancla de su cadena, acaba de decir en voz alta lo que dentro y omitiendo podría seguir creyendo que era una ilusión, y cuando afirmamos las cosas más nos aferramos a ellas.

Pasa lo mismo con Arzahar quién afirma que el hambre de poder con el que nacen todos bajo su apellido me tiene aquí, olvidando cada porquería que hizo en el pasado y tragándome las ganas que tengo de escupirlo junto a toda su familia. Se aferra a qué su apellido siga llevando la corona entre los grande, y nada puede estar haciendo peor.

Abro la puerta del despacho acallando con mi presencia la voz de su otro hijo quién última detalles de la estadía del cabecillas francés en la mansión. Ambos me miran y me adentro reparandolo ya listos para partir.

Arzahar me señala una de las sillas frente a su escritorio y avanzo desabotonando el botón de mi chaqueta para tomar asiento cómodamente. Yasser Maalouf es el más gris de sus hijos y en un gesto de calma me asiente al pasarle por el frente, lo ignoro tomando el lugar que me indican y Arzahar empieza su aburrida palabrería aludiendo que gracias a lo que hice ayer el barco en cuestión acaba de llegar a su primer destino con total éxito.

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