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Edén.

Mis oídos se llenan con la voz de Ariana Grande atraves de los auriculares conectados a mi móvil, mientras tarareo la canción y mis ojos se concentran en los documentos digitales que debo archivar por ordén de fecha, importancia y alfabético «Ya casi termino» luego de dos horas.

A mi lado derecho la secretaria se mantiene trabajando también, y a diferencia de mí no se relaja mientras lo hace, de hecho sus cejas están fruncidas y la espalda la mantiene rígida. No le pongo mucha importancia, pues se niega a entablar una relación amistosa conmigo.

Mis dedos arrastran el mause de la computadora, teclean, editan lo necesario y guardan, todo esto con calma y en ocasiones hasta demasiado lento, sin embargo, todo aguarda la perfección propia de todo lo que lleve el nombre de Nasser Maalouf.

«Es un maniático de la perfección» Sí no me queda perfecto a la primera tendré que hacerlo una vez más hasta que consiga el resultado esperado.

El corazón me salta cuando mis ojos captan el moviento en el ascensor frente a mi lugar, y mis labios se ensancha al ver que efectivamente ha llegado. Una o dos veces por semana se larga del edificio tan pronto llegamos, y vuelve sobre esta hora, casi para el almuerzo.

Yusut que es el único escolta que lo acompaña cada que debe perderse, se despide con un asentimiento después que él le dice algo. El escolta toma el camino a la derecha, dirigiendose a la sala dónde han de estar al igual que todos los días el resto de sus compañeros a la espera de alguno de nosotros para acompañarnos, o por una orden que les haga despegar el trasero de los finos sillones del lugar.

Cuando los ojos azules me enfocan le saludo con una sonrisa y no me ofende que haga como sí nada para retomar su camino. El celular le suena antes de que pueda acercarse por lo menos a tres metros y cuando contesta dejo de mirarle y vuelvo a lo mío.

Ayer pasamos todo el día en el hotel dónde nos quedamos después de que las chicas se marcharan, y no salimos hasta hoy que debíamos venir aquí. Y de acá iremos a la mansión maldita.

Ivy me había hablado para avisarme que estaban llegando a Washington, y para reiterar sus disculpas...

Los dedos masculinos caen sobre la base de cristal negro sobre el escritorio, haciendo que la sortija que vale más que mi vida suene sobre el material y obtenga la atención que busca.

—A mi oficina.—puntualiza separandose solo un poco el celular y continúar su conversación en griego.

No me da tiempo ni para ir a su par, pues se va sin más y yo aprovecho para archivar el último documento, tomar mi teléfono e ir a dónde me llama. Sigue en su charla, así que no me apresuro a acercarme y pongo mi atención en el móvil mientras camino a dos metros trás de él.

Entra a la oficina y se va directo a su silla, yo me acuesto en el sofá tipo L, y mientras el continúa hablando, me distraigo mirando los estados de amigos que dejé en Washington. Fiestas, viajes y lujo, todo lo qué hace meses yo no comparto como solía hacerlo al igual que ellos.

—Baja.—La voz me hace levantar la vista y suspender la pantalla. Sus ojos me centran mientras aparta su celular y lo deja a un lado del escritorio.—Baja, cruza la calle y espera allí.

ParaísoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora