Noviembre, 12
Edén.
Después de trece horas en las que sólo recibí malas caras y quejas que eran recompensadas con sexo en cualquier lugar del jet, aterrizamos en una pista privada de Washington. Según Nasser su amigo «el abogado que preparó el contrato prematrimonial» estaba aquí, y sumándole a eso el hecho de que los testigos de nuestro matrimonio también estaban en el área, lo mejor era que nosotros vinieramos.
Ha pasado más de un mes y hasta ahora sacan el puto problema.
Lo bueno es que estando aquí, próximos al día de celebración los Vasíliev y el torneo de mi amiga, puedo arreglarmelas para alargar el vuelo de regreso al infierno de los Maalouf.
—¿Quieres que vaya por tí, o qué carajos?— me habla a un par de metros al tiempo que el hombre que vino por nosotros cierra la puerta del maletero de la camioneta dónde metió varias de las maletas que trajimos.
Ruedo los ojos y avanzo afianzando mis dedos a las tiras de mi cartera.
—Estaba ebria.— me excuso llegando a su lugar.— Bien pude haber firmado mi sentencia de muerte y ni siquiera lo sabría.— me ignora.— Así que deja de ser un animal, no es mi culpa.
Chasquea la lengua expresando todo el fastidio que le causo, y se adentra a la parte trasera de la camioneta cuando Yusut le abre y cierra una vez que yo entro, para ponerse de copiloto.
El auto arranca y trás él nos sigue una camioneta más. Con nosotros sólo vinieron Yusut y cuatro escoltas más, que son los que vienen siguiéndonos, ya que el hombre que conduce nos estaba esperando.
Son las diez de la mañana, y por lo que escuché debemos reunirnos con el abogado y los testigos a las dos de la tarde, por lo que me ocupo de llamar a Ivanna y avisarle. Ella se emociona más por el hecho de que estoy en la ciudad, que casi no le pone atención a lo que digo, por lo que sólo asegura que estará dónde le indico, y empieza a hacer planes trás planes, de lo que haremos después de eso.
Nasser avisa a su amigo el abogado de nuestra llegada, y luego llama a Nikolai casi ordenandole llegar a nuestro encuentro. Está insoportable, no se aguanta ni él mismo, y lo único que hace es gruñir, quejarse, hablarle al resto del mundo como le da la gana, y sólo le hace falta escupirles las cara a cada cual para terminar de liberarse y sastifacer sus ínfulas de Dios.
El auto se detiene frente al hotel más lujoso de la ciudad, dónde nos esperan un grupo de empleados para darnos la bienvenida, felicitándo al dueño del lugar por su matrimonio. Suelto un suspiro; es dueño de medio mundo, el maldito.
Enseguida las atenciones son eminentes, y Nasser sin mejorar su humor, me toma del brazo cuando me distraigo, y me obliga a caminar a su par hasta el ascensor que abordamos solos, pues Yusut y los demás toman el otro. Por supuesto, el penthouse es lo que nos recibe, y una vez allí él se ocupa de pedir al gerente, algo de comer
Se quita la chaqueta del traje, luego prosigue con los botones de su camisa, en tanto habla en un perfecto español por el móvil. Lo veo dirigirse al minibar, con las cejas fruncidas y las espalda recta, desprendiendo un magnetismo propio del poderío y la arrogancia que se gasta.
La saliva se me seca y la sensación eléctrica en mi vientre me pone duros los pezones cuando los ojos profundos me atrapan con la mirada en él. Mi corazón recibe un latigazo que lo pone a latir más rápido, cuando se pasa la punta de la lengua por los labios, sin perder la mirada animal que se carga.
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Paraíso
RandomVivían tan sumergidos en sus mundos que inevitablemente olvidaron que el que ellos pisaban daba vueltas constantemente y cuando quisieron darse cuenta de ello, esos giros los hicieron chocar. Ella no tenía preocupaciones más que elegir el destino de...