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Edén.

Molesta por la compañía obligada salgo de mi auto aventando la puerta en lo que me coloco las gafas de sol y me arreglo el bolso en el hombro. Intento caminar rápido y con la misma velocidad subir los escalones del edificio corporativo a dónde llego, pero antes de que pueda asimilarlo los cinco escoltas a los que les huía se ciernen tres a mis espaldas y dos a cada lado manteniendo una distancia próxima de medio metro a penas.

«Estoy hastiada de esto». Ni siquiera porqué me costó conseguir que me dejarán conducir sola un auto, logré quitarmelos de encima.

La gente pese a no ser la primera vez que ven a alguién con escoltas, se quedan mirando más de lo normal, porqué es que no son uno, ni dos, son cinco y ni siquiera pasan desapercibidos. La altura, postura, cercanía y los trajes a juego no se lo permiten.

Me detengo al terminar de subir los diez escalones largos de la entrada, y me volteo para mirarlos a todos y luego a la camioneta negra que dejaron mal estacionada detrás de mi auto, quizá por la prisa para no dejar que me alejara más.

—¿En serio tienen que venir todos juntos?—increpo en un susurro odioso.

Artem, que hoy es el escolta acargo asiente en respuesta a todos.

—Ya le hemos dicho como funcionan las cosas, señora Maalouf.

Cierro los ojos y respiro profundo para no tener que gritarle y repetirle que no quiero que me llame así.

—Como pueden ver, no hay peligro ni necesidad de que los cinco vengan conmigo. Puedes incluso hacerlo tú solo, mientras los demás se encargan de estacionar bien el auto.—señalo la camioneta detrás de ellos, pero ninguno voltea.—No tardaré más de veinte minutos, por favor, sólo tú ven conmigo.

—Señora, sabe que no haremos lo que pide.—sostiene antes de que pueda darme la vuelta y caminar para quedarme con la última palabra.

Y así como lo dice lo hace, los cinco vuelven a sus posiciones importandoles lo mismo que nada lo que acabo de pedirles. El asunto empieza a molestarme más de lo que puedo soportar, son escoltas, me cuidan, pero no lo hacen respetando mis espacios, ni mis necesidades.

Sé que Nasser dijo que volver era peligroso, sé que esto era una condición fundamental para regresar, pero me siento asfixiada, y en lugar de eso debería sentirme segura y cómoda. Y hasta ahora el único ataque ha venido por parte del mismo hombre que ordena a los escoltas hacer su trabajo en base a lo qué él quiera.

Importandole un carajo lo que digo.

Como sí fuera sólo un objeto suyo que deben custodiar y ya.

—Señorita Callen.—me llama el recepcionista cuando cruzó las puertas del edificio, y para atenderle debo tragarme la rabia que el intercambio de palabras con los escoltas me produjo.

Me detengo en mi lugar al mismo tiempo que los cinco hombres que traigo encima lo hacen, y sin quitarme los lentes observo al chico apresurarse con disimulo.

La recepción hoy está llena, no sólo hay personas en el mostrador, también hay otras que ocupan los living y muchas más que en trajes y con gafetes, caminan de un lado a otro.

ParaísoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora