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Edén.

Aburrida doy una vuelta en la silla presidencial dónde estoy, parando abruptamente cuando el profesor empieza a dictar rápido, una fórmula y advierte que será importante para el siguiente exámen. Anoto lo que dicta en la libreta que tengo en frente, prediciendo por lógica la continuidad de lo que quiere plantear.

«He estudiado este tema en algún sitio antes» No tengo la menor idea de dónde, pero me parece tan fácil que me aburre. Y vuelvo a distraerme cuando el profesor empieza a responder dudas del resto de compañeros conectados en su clase.

Somos en línea un total de veinticinco personas, ninguna es menor de 20 años ni mayor de 30, pero no hay una edad exacta. La mayoría están conectados desde oficinas, o casas donde cada nada se oyen llantos de niños y cosas así.

Es que la mayoría que elige continúar o ver clases en línea, son madres, trabajan o tienen cualquier otra responsabilidad.

Kaylee por ejemplo; durante un tiempo tuvo que ver clases en línea, ya que se peleó con sus padres y estos la castigaron cancelandole las cuentas. Tuvo que trabajar por un tiempo «Aunque sólo hacia presencia en la empresa de su padre».

¡Hablando de Kaylee...! Hoy finalmente sería la fiesta de revelación de su bebé.

Ivy, que ha estado manteniendome al tanto de casi todo, me dijo que Nikolai le dió la cara a sus suegros, que nadie sabe lo que hablaron pero que los señores Spears, aunque un poco escépticos, terminaron aceptando nuevamente al ruso.

Hace rato en la mañana, fué nuestra última llamada, estaba estresada por el poco tiempo que le habían dado para reorganizar todo, y furiosa porqué encontró a Nikolai hurgando en la libreta dónde anotaba todo referente a la fiesta, y estaba segura que el chismoso «así lo llamo» de su primo, ahora sabía que sexo sería su bebé.

Callen—elevo las cejas, volviendo la atención a la pantalla de mi laptop, cuando el profesor me llama.—¿Tienes alguna duda?—niego de inmediato, a lo que él enarca una ceja, manteniendose serio—¿Estás segura? No aceptaré preguntas después de clases, ni contestaré a ninguno en otro horario después de este. El exámen es difícil, pero les he prestado la información y he tratado de disolver todas sus dudas, así que no quiero excusas para el día de la evaluación.

Se dirige a todos esta vez, pero de todas maneras vuelve a poner los ojos en mí, haciéndome asentir.

—Entiendo. No tengo ninguna duda, y he hecho apuntes—le muestro mi libreta—Lo tengo resuelto.

No responde, sólo hace una mueca de odiosa superioridad y empieza a dar el mismo discurso de preparación para despedirse, así que cuando un celular empieza a sonar, cierro la pantalla dando por finalizada la clase.

Frunzo el ceño cuando al alzar mi móvil noto que no es el que suena, haciéndome dar un vistazo desconfiado por la enorme oficina vacía y silenciosa.

Nasser salió hace horas, en mi lugar «recepción», su secretaria no dejaba de recibir llamadas por la misma ausencia, así que cuando mi clase estuvo por empezar, decidí moverme aquí.

Han pasado más de dos horas desde que estoy aquí adentro, y lo único que se oía era la voz de mi maestro o compañeros, y el que el timbre que suena sea de un celular, me impide ignorar el móvil que obviamente no es mío, pero empiezo a buscar.

ParaísoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora