El Hombre Sin Miedo (Saga: El Cazador Libro#2)."Actualizaciones Lentas""

Capítulo 25: "El Deseo Que Nunca Se Apagó"

25 de Agosto del 2019.
Norte de Pakistán.

El renacido corría por las pólvorosas calles de aquella ciudad pakistaní. En medio de la noche, con solo la luna que se apreciaba en el cielo estrellado, como guía. Huía desesperado. Su mente llena de pensamientos desesperados. "¡Me confíe!" "¡Soy un imbécil!" "¡Salazar me lo advirtió!"

La capa blanca del hombre se ondeaba por el viento, mientras sus chancletas le protegían de la arena. Cruzó en una esquina, su bufanda roja resaltaba con su rostro arabesco. El hombre moreno y de grande bigotes, vió con felicidad aquella calle. "En plena calle no podrá hacerme nada" pensó con alivio. Pero lo que ese lugarteniente renacido, ignoraba, era que su perseguidor era implacable.

Una sombra tomó forma al final del callejón, volviendo realidad su pesadilla. Aquel asesino que había acabado con todos sus guardias como si nada, ahora se mostraba ante él, como un espectro de muerte. La capa negra de este, se ondeo cuando el viento sopló.

—¡¿Que quieres!?—Le gritó con nervios—¡Déjame en paz! ¡Te puedo dar dinero! ¡Mujeres!

Pero nada de eso era lo que buscaba Víctor Pérez. El cazador del Abismo alzó su revolver de demonio. El lugarteniente gritó de miedo.

Y luego las tres detonaciones rompieron la noche.

El primero de muchos en la lista negra.

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10 de Agosto del 2021.
Este de Japón. Villa "Crestfallen".

La villa Crestfallen, era un viejo paraíso, alejado de la grandes ciudades como Tokyo, Hokaido o Naniwa. Aquel sitio, escondido entre las montañas de aquel país asiático, escondía muchos secretos. Japón, conocido por su rica cultura y leyendas, en su mayoría de terror, era el paraíso de un Cazador del Abismo. Por igual, muchos seres sobrenaturales ya retirados, se iban a las montañas, formando villas o pequeños poblados escondidos. Donde vivían solos o en grupos. En este caso, el viejo y antes temido Ronin, Takeshi Sawamura vivía junto con su esposa. Rikka Sawamura.

El hombre despertó, solo, aquella mañana. Se levantó. En el baño se limpió los dientes y se miró un largo rato en el espejo. Aquel rostro, antes joven y fiero. Ahora era viejo y arrugado. Pero aún tenía aquella fiereza en sus ojos, junto con su carácter que tan solo su mujer sabía apaciguar.

La puerta se deslizó, dándole paso a la cocina donde su mujer terminaba de preparar un café, para así complementar el desayuno. Arroz con carne de oso y ensalada. Ella se giró hacia el, con un delantal y una radiante sonrisa.

—Buenos días querido ¿Como amaneces?

Él le dio una media sonrisa. Ambos se abrazaron con cariño.

—Amanecí muy bien. ¿Y tú? Veo que has despertado temprano—Observó él.

—Si, aunque tú aprendiz me ganó, se ha vuelto muy dedicado—Observó ella.

—Si, por cierto, ¿Donde está Víctor?

—Esta fuera, entrenando—Su mujer le dedicó una mirada curiosa—Llegó correo del Abismo.

Afuera, detrás de aquélla casa tradicional de Japón estaba un claro lleno de equipo de entrenamiento. Saco de arena, dummys de madera. Barras, paralelas. Pesas e incluso troncos para cortar con un gran hacha.

Los puños del cazador volaron, firmes y duros contra el saco de arena, que se deformo ante los impactos de aquellos endurecida nudillos, que llevaban todo el peso del cuerpo. El joven jadeó z alejándose un poco, manteniendo la guardia alta. Se deslizó como una serpiente pero con la ira de una locomotora. Pues en aquel sacó veía la imagen de Salazar. Se apoyó sobre un pie y su otro pie impactó de lleno en una patada frontal que alejó el saco.