El caso es que se llamó Diecisiete. Le dieron pan, uvas, chocolate, carne, langostas, huevos, riquísimos huevos de gallina. Lograron que en un solo día se dejara rascar la cabeza; y tan grande es la sinceridad del cariño de las criaturas, que al llegar la noche el coatí estaba casi resignado con su cautiverio.
(“Historia de dos cachorros de coatí y dos cachorros de hombre”, de Horacio Quiroga)
Sarah se había quedado en el hospital, porque era obvio que el dichoso prometido de William no tenía intenciones de contestar a las llamadas.
Y ella hubiera asegurado que había una chispa especial entre William y Lance, que le recordaba un poco a Gabriel y Axel, pero quizá se había equivocado. Ya que aparentemente uno de ellos no era soltero...
Y, oye, ¿por qué últimamente todos vivían su propia historia de amor gracias a los libros?
Todos, excepto ella. Siempre que pensaba que avanzaría con Karen, algo sucedía.
William parecía un niño enfurruñado, pero al final pudo más su curiosidad y de mala gana preguntó “¿Qué demonios es un coatí?”
Sarah puso los ojos en blanco y, con mucho esfuerzo, resistió el impulso de llamarlo “tonto” –no podían decir que no estaba intentando ser mejor persona–. Así que buscó una imagen, se la mostró y después comenzó a leer:
«Había una vez un coatí que tenía tres hijos. Vivían en el monte comiendo frutas, raíces y huevos de pajaritos. Cuando estaban arriba de los árboles y sentían un gran ruido, se tiraban al suelo de cabeza y salían corriendo con la cola levantada.»
Al crecer los pequeños coatí, la madre les dice que cada uno debe ya valerse por sí mismo; de acuerdo a sus propias capacidades y puntos fuertes, debían buscar sus alimentos. Únicamente les advierte que deben tener cuidado con los perros porque son peligrosos.
El mayor busca cascarudos –una especie de escarabajo–; el segundo, frutas; y el último, huevos.
Al más pequeño se le advirtió tener cuidado en el campo, pero él termina yendo cuando escucha el canto de un pájaro que resulta ser una gallina. Espera a que sea de noche para ir a buscar los huevos, pero resulta que había una trampa para comadrejas y el coatí cae. El perro alerta a la familia y cuando el padre está a punto de matarlo, sus hijos le piden quedárselo como mascota.
Al coatí lo meten en una jaula y es ahí donde lo encuentran su madre y sus dos hermanos. Por más que intentan sacarlo, no pueden; así que prometen regresar a la noche siguiente para liberarlo.
Al día siguiente los niños empiezan a alimentar al coatí, le dan cariño y lo llaman "Diecisiete". Dos noches más pasan y, debido al perro, la familia no logra acercarse. Cuando regresan a la tercer noche, el pequeño Diecisiete está decidido a quedarse ahí porque lo tratan bien y prometieron dejarlo libre pronto si se porta bien. La familia acepta, aunque triste, y lo visitan cada noche. Hasta que una noche ya no responde, porque una serpiente lo había mordido y estaba muerto.
La familia del coatí mata a la serpiente, pero ya no había nada que hacer por Diecisiete.
Sarah leyó sobre la duda de la familia coatí: —“Pero los tres coatís, sin embargo, iban muy preocupados, y su preocupación era esta: ¿qué iban a decir los chicos, cuando al día siguiente, vieran muerto a su querido coaticito? Los chicos le querían muchísimo, y ellos, los coatís, querían también a los cachorritos rubios. Así es que los tres coatís tenían el mismo pensamiento, y era evitarles ese gran dolor a los chicos.”
![](https://img.wattpad.com/cover/260723572-288-k573700.jpg)
ESTÁS LEYENDO
Amor en Braille (Gay)
RomanceÉl no puede ver; mi trabajo -castigo- era leerle. La ironía es que fue precisamente él quien me hizo ver a mí. Yo había sido un ciego toda mi vida, sin ver lo realmente importante. Con el tiempo aprendí que era él quien me leía a mí, que realmente p...