XXXIII. CLASE DE LITERATURA

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¿A quién puedo preguntar qué vine a hacer a este mundo?
(El libro de las preguntas, de Pablo Neruda)

[Nota: vayan respondiendo las preguntas del capítulo ustedes también]




—¡Buenos días, chicos! —la maestra Lu entró alegremente al salón de clases. Últimamente estaba más feliz que nunca. La mayoría de los alumnos ya estaba ahí y no es que ella llegara tarde, sino que la mayoría ya estaba harto de las vacaciones y después de los cursos y hoy por fin tenían una clase real.

Axel y Sarah estaban sentados hasta el frente del salón. Karen un poco más atrás, pero definitivamente cerca de Sarah.

Gabriel, por supuesto, no estaba.

La maestra miró triste el asiento vacío al lado de Axel. ¿Quién diría que un día iba a extrañar a su "peor" alumno?

Sonrió y negó. Se alegraba de que Gabriel estuviera avanzando con lo de su dislexia y, aunque sabía que él iba a tomarse un año sabático, estaba pensando en darle algunos textos que pudieran servirle para practicar su lectura y también para buscar su camino y que pudiera decidirse pronto.

—Díganme, chicos —dijo sin mirarlos y buscando el libro entre sus cosas—, “¿sufre más el que espera que aquel que nunca esperó a nadie?”

A su pregunta siguió un largo silencio que la hizo fruncir el ceño y levantar la mirada incluso antes de encontrar el libro para la clase de hoy. Una de sus cejas se alzó. —¿Qué pasa?

Los alumnos se miraron unos a otros, incómodos. Luego uno de ellos levantó tímidamente la mano y dijo: —¿Espera que respondamos, maestra? Porque esa pregunta es muy profunda para hacérsela a un grupo de adolescentes...

La maestra estaba por responder, cuando el bufido de Sarah los interrumpió. —¡No seas tonto, Camil! La maestra nos dijo que para las primeras clases trabajaríamos con El libro de las preguntas y que debíamos elegir dos cada uno y las iríamos compartiendo con el grupo. Seguramente esas son las suyas... —luego hubo una mirada de suficiencia en ella y agregó—: Yo ya tengo las mías, maestra.

La maestra sonrió discretamente y negó. Sarah no cambiaba. Ese pobre Camil parecía ocupar el puesto de Gabriel ahora que ya no lo tenía en clase para molestarlo. —No seas grosera, Sarah. Ya lo habíamos hablado antes —al menos fingió estar arrepentida, aunque sabía que no iba a tardar en interrumpir a alguien más—. Y sí, esa es una de mis dos preguntas, pero creo que podemos intentar responderla. Así que, ¿qué opinan ustedes? ¿Sufre más el que espera o el que nunca esperó a nadie?

Axel se quedó pensando, en Gabriel claro. Él nunca creyó que un día iba a enamorarse, no lo esperaba de hecho. Ni siquiera lo creía una posibilidad, porque él era lector y los lectores tenemos expectativas altas que sabemos casi imposibles en la vida real, así que preferimos vivir a través de los personajes y resignarnos. Pero entonces este chico que no leía para nada, pero que amaba escucharlo leer y contarle de las historias que leía llegó y...resultó que los lectores a veces también encuentran el amor real fuera de los libros.

Sarah miró, tratando de ser discreta, unas filas detrás de ella. Y se encontró con que Karen ya la estaba mirando, incluso le sonrió un poco.

Sarah apretó los labios y, sintiendo sus mejillas increíblemente calientes, volvió su mirada hacia adelante. Miró sus manos y pensó que aunque la estaba volviendo loca no saber exactamente qué eran ellas dos y a pesar de nunca haber esperado sentir algo así, no lo cambiaría por nada.

Amor en Braille (Gay)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora