VII. EL CHICO 100% PERFECTO

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Ellos creían con todo su corazón que en algún lugar del mundo vivía el muchacho 100% perfecto y la muchacha 100% perfecta para ellos. Sí, creían en el milagro. Y ese milagro sucedió.Un día se encontraron en una esquina de la calle.
(“Sobre encontrarse a la chica 100% perfecta una bella mañana de abril”, de Haruki Murakami)





William hizo una mueca cuando los sonidos de Joseph moviéndose en la habitación lo despertaron. Su cuello tronó cuando se movió a una posición sentada. Agh, eso dolía. Presionó un lado y después otro con la palma de su mano. Definitivamente tenía que dejar de dormir en el sofá. Era incómodo.

Ugh. Su espalda también dolió cuando se estiró. Y hubo otro chasquido.

—Dios —William se quejó. Si Joseph seguía aquí es que aún era temprano, así que también tenía tiempo para ducharse y comer algo antes de irse a ver a Lance.

Se había quedado leyendo todo el libro. Era una colección de cuentos y uno llamó su atención más que los otros, así que de ese hablaría con Lance.

Pero era ya demasiado tarde para ir a molestar a Joseph cuando terminó, así que había intentado abrir la puerta con cuidado. Sólo para darse cuenta que estaba cerrada con seguro. Probablemente Joseph lo había puesto sin darse cuenta y, como no quiso despertarlo, se quedó a dormir en el sofá. De nuevo. Ya se les estaba haciendo costumbre dormir separados.

Will hizo una mueca mirando los resaltadores que había pegado en el libro para no perder los cuentos y los fragmentos que le habían gustado. Sonrió un poco recordando el de la chica perfecta. Él se había sentido así, hace años, cuando conoció a Joseph. Tomó el libro y se dirigió a la habitación.

Seguía cerrada, pero esta vez sí tocó a la puerta. —¿Joss, puedo pasar?

Hubo un gruñido, luego un golpe y unos instantes después Joseph –envuelto en una toalla– abrió. Su ceño ya estaba fruncido, aunque el día apenas comenzaba.

—Buenos días —dijo Will, adelantándose para darle un beso. Pero en el último momento se detuvo, no se había lavado los dientes y sabía que su prometido se quejaría.

Joseph suspiró y su cuerpo se relajó un poco cuando, en lugar de besarlo, Will sólo pasó a su lado. Acarició su hombro húmedo de pasada. Lo escuchó quitándose la ropa mientras preguntaba: —¿Te gustó el regalo?

Joseph se tensó. Mordió su labio inferior. Su estómago parecía estar lleno de nudos. Lo pensó tanto que William lo llamó de nuevo “¿Joss, que si te gustó el regalo?”.

En su interior luchaban la culpa por lo de Aidan y el coraje y resentimiento que le tenía a William por todo el último año. Al final dio una fuerte respiración, puso su mejor cara de poker y se giró para encarar a su novio que estaba sentado en la orilla de la cama ya casi desnudo. Su pecho dolió, como si su corazón se lo reprochara, cuando dijo: —¿Qué regalo?

La sorpresa en el rostro de William fue instantánea. —Te dejé un cod... Un...regalo —dijo con calma, su ceño se frunció mientras señalaba el buró— ahí. ¿No lo has abierto? —entonces se levantó, sólo en ropa interior, y rodeó la cama para ir a buscarlo—. Te juro que lo dejé aquí —lo miró como un niño pequeño lleno de inocencia y la culpa creció un poco más en Joseph, pero aún así negó.

—Quizá te confundiste o lo olvidaste. No hay ningún regalo ahí, cómo puedes ver. No es la primera vez que te sucede, William. Deberías dejar de beber tanto.

Will no entendía nada, pero se sintió completamente vacío mientras Joseph se vestía para ir a su trabajo. Estaba seguro de que compró un Código penal en la librería, lo pidió envuelto para regalo y lo dejó ahí para que Joseph lo viera. No pudo imaginarlo porque tenía los otros libros, los que consiguió para Lance, como prueba. Fue real. Compró un regalo para su prometido.

Amor en Braille (Gay)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora