Piensa en Tessa. ¿No aprendiste nada de ella? ¿Que amores merecen el dolor de perderlos?
(Ciudad de fuego celestial, de Cassandra Clare)Quizá no podía ver, pero quince años viviendo en las tinieblas le habían enseñado a Lance que incluso la oscuridad cambia, no siempre es la misma. Había aprendido a reconocer el cambio del día a la noche y de la noche al día. Era por eso que sabía que, al menos para el resto del mundo, la oscuridad se había ido por ahora.
No había podido dormir, pensando, preguntándose si había sido lo correcto confesarle a Will que lo amaba. Para él era algo evidente, lo amaba más que a nada en este mundo y en el momento simplemente salieron las palabras. Sin su permiso. Y sí, Will dijo que él también lo amaba. Debería ser el momento más feliz de su vida, entonces ¿por qué no lo era?
Lance restregó sus ojos con cuidado con su mano izquierda, ya que su brazo derecho seguía atrapado por Will que había dormido aferrado a él. ¿Quizá también él sentía este temor extraño, el frío en los huesos y en el corazón que avisaba que algo malo estaba por venir, que lo bueno no podía durar para siempre?
Era horrible vivir así. A cuentagotas. Tratando de no derramar ni una pizca de su felicidad, porque sabía que estaba contanda. Porque era prestada. Porque en su vida todo lo bueno era breve, efímero. Terminaba demasiado pronto, se iba demasiado rápido.
Quería pensar que con Will sería diferente, pero... Algo, en el fondo de su corazón, le decía que no era así.
Llevó su mano a su pecho, cerca de sus clavículas y recordó la sensación de los labios de Will contra su piel. Él había estado recorriendo el pecho desnudo de Will con sus manos, manos curiosas; era agradable y tan nuevo sentir el cuerpo de Will, notar cada hundimiento y cada elevación. Cómo su piel se erizaba en ciertas zonas, el aliento que se le escapaba con algunas y los suspiros que soltaba con otras. Pero, sobre todas esas cosas, Lance amaba el latido de su corazón; quizá era una estupidez, pero piel sobre piel le hacía creer podía sentirlo más de cerca. Que la conexión era más fuerte. Por eso había estado acariciando su pecho, porque quería llegar a su corazón.
Y quizá Will había intentado lo mismo, aunque de diferente forma. Primero había sentido su aliento, antes de que sus labios se posaran sobre su pecho. Había mordisqueado los huesos sobresalientes de sus clavículas. Él era delgado, así que seguramente no eran nada atractivos. Pero Will parecía adorarlos con labios y dientes. Tal vez Will simplemente quería, como él, meterse bajo su piel y llegar a su corazón.
Y la única manera que Lance había encontrado para dárselo, sin arrancarlo de su pecho, fue a través de las palabras: confesando que lo amaba. Porque no fue sólo una confesión de amor, fue su corazón en dos simples palabras.
Debería ser sumamente feliz. Porque lo que nunca creyó posible, tanto que ni siquiera pensó en ello, estaba pasando: el amor llegó a su vida gris y solitaria. Y entonces, maldita sea, ¿por qué no lo era? ¿Por qué este maldito miedo que lo tenía llorando sin razón?
Cuando no pudo más, se obligó a desenredarse de Will y salió de la cama. Caminó descalzo, porque al menos así podía culpar al piso helado por el frío que se iba colando a su interior. Recargó un momento su frente en el cristal de la ventana y estaba por sentarse en la mecedora del abuelo cuando sintió unos brazos muy familiares rodear su cintura, el pecho de Will contra su espalda y sus labios en su hombro desnudo.
—Desperté y no estabas —se quejó Will, había un puchero en su voz que hizo sonreír a Lance—. No me gustó. Despertar sin ti —aclaró.
Sin perder la sonrisa, Lance se giró entre sus brazos y enterró su rostro en su pecho. Quizá era una ilusión, pero dentro de este abrazo el frío no existía. Ojalá pudieran quedarse así para siempre. De esta manera, nada malo podría alcanzarlos.
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Amor en Braille (Gay)
RomanceÉl no puede ver; mi trabajo -castigo- era leerle. La ironía es que fue precisamente él quien me hizo ver a mí. Yo había sido un ciego toda mi vida, sin ver lo realmente importante. Con el tiempo aprendí que era él quien me leía a mí, que realmente p...