XXI. FAMILIA

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La familia no es la sangre. Es la gente que te ama. Las personas que te cuidan la espalda.
(Cassandra Clare)




Ese sábado por la mañana, Will estaba sonriendo sin darse cuenta. No podía evitarlo.

—¿Por qué tienes esa cara? —fue la voz de Joseph la que rompió su ensoñación.

Will levantó la mirada, un suspiro se le escapó cuando volvió a la realidad y su mirada se encontró con los ojos verdes de su prometido. Relajó sus brazos, rompiendo el abrazo que había tenido sobre sí mismo sin darse cuenta.

Sus labios se separaron lentamente, las palabras acumulándose para darle una respuesta, pero los recuerdos fueron las rápidos:



«—¿Azul? —el apodo simplemente se le había escapado, ni siquiera lo pensó. Le nació, nunca mejor dicho, llamarlo así. De su corazón venía la palabra.

Eso provocó que Lance levantara su rostro y Will no estaba seguro si era la primera vez que lo decía en voz alta, pero, de nuevo, simplemente sucedió: —Te entiendo... Mi mamá también murió.

Sus labios temblaron un poco, junto con su barbilla. Sus ojos ya empezaban a sentirse húmedos, incluso antes de que Lance se lanzara contra él y lo abrazara con fuerza. El frágil y delgado cuerpo del chico se apretaba contra el suyo y sus brazos se aferraban a él.

No supo cuánto tiempo estuvieron así. Sus costillas dolían, aunque tal vez era sólo su corazón hinchado por tantas emociones. Por Lance y las suyas también.

Lance terminó sollozando cerca de su oído, su mejilla húmeda rozó la suya y la frotó suavemente un par de veces. Will hizo lo mismo, con su mano sana, en la espalda de Lance.

Will pensaba en estrellas, su estrella Azul, en palabras dulces, en miradas brillantes y sonrisas cálidas... Aunque estaba llorando, sus recuerdos no eran tristes. Y eso se sintió bien, lo que lo hizo preguntarse por qué había evitado tanto –antes de Lance– pensar en ella. En su mamá.

Finalmente Lance se desprendió de él. Lo que provocó un inexplicable vacío en Will.

Extraño.

Lance se quitó las gafas para secar sus ojos y William miró hacia otro lado. Eso se sentía como violar su confianza y privacidad.

Aprovechó para limpiar los suyos y en el proceso se topó con el libro de cuentos de Isaac Asimov. Hizo una mueca cuando se agachó a recogerlo, quizá por la molestia en sus costillas o tal vez por el dolor que uno de ellos había causado en Lance. Lo dejó en la cama y debió ser el sonido de sus pasos lo que rompió primero el incómodo silencio.

—Lo siento —Will dijo, su voz ronca, justo cuando Lance también habló.

Había una sonrisa triste en esos bonitos labios cuando Lance negó. Las gafas estaban de nuevo en su lugar, los labios hinchados, el cabello casi blanco era un desastre, la punta de la nariz enrojecida y las mejillas húmedas y con marcas de lágrimas ya secas. Will hubiera querido ser un artista para retratar todas las emociones que de él emanaban.

—Gracias —era sólo un hilillo de voz—, por el cuento. Fue... —Lance se mordió el labio y volvió a negar. Un suspiro tembloroso lo interrumpió y otra sonrisa triste.

Amor en Braille (Gay)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora