Él, por su parte, la amaba profundamente, sin darlo a conocer.
(“El almohadón de plumas”, de Horacio Quiroga)El lunes Sarah llegó corriendo al Lugar. O quizá no tanto como "correr", porque el dolor en la pierna seguía ahí y ya había empezado a ponerse morado todo su costado, pero sí llegó de prisa. Sobre todo cuando vio que en la puerta estaban Axel y Gabriel con la profesora Lu.
—No es algo que vaya a solucionarse en un día, Gabriel —estaba diciendo la maestra—. Toda tu vida has ignorado tu problema, así que será un proceso. Pero pronto vas a poder leer sin tantos problemas y...
—¡Hola! —Sarah interrumpió y luego sonrió cuando Axel la miró mal por hacerlo—. Me alegro de verlos aquí a todos. Sobre todo a usted, maestra Lu. Quería pedirle recomendaciones para leerle a Lance —no tenía que explicar quién era él, ya todos lo sabían.
De hecho por lo que había averiguado, todos en el Lugar sabían quién era. Aparentemente era la única persona que se había quedado durante tanto tiempo aquí. Años. Prácticamente toda su vida. Había llegado aquí desde niño.
—Hola, Sarah —la maestra apartó su mirada de los chicos—. ¿No se supone que Lance tenía ya un voluntario? ¿Wilhelm o algo así?
Sarah hizo una mueca. Will seguía sin caerle bien, pero también le daba pena su situación. Cuando ella se había ido del hospital el sábado por la mañana, todavía nadie había ido a verlo. —Sí, es William, pero...
—¡¿Qué te pasó?! —Gabriel gritó de repente cuando ella se quitó un mechón de la cara y los raspones se hicieron evidentes.
Sarah sintió sus ojos llenarse de lágrimas y un nudo en la garganta. No podía creer que él lo notara y se preocupara, mientras que en su casa había sido todo lo contrario. Ella había llegado el sábado por la mañana –Karen había ido por ella– y casi temía que su familia la interrogara por su aspecto o por dormir fuera de casa, pero no fue así. Cuando llegó, su madre estaba con su hermano que aparentemente también iba llegando. Sarah se adelantó explicando que “Me caí en casa de mi amiga. No fue nada grave, pero sus padres me llevaron al hospital. Por eso mis raspones. No tienen que preocuparse y no fue culpa de nadie”. Su mamá sólo le había dado una rápida mirada y murmuró un “Ajá. Deberías ir a bañarte”, antes de volverse hacia su hermano y preguntar si quería algo más de comer antes de regresar a su trabajo.
¿Por qué su hermano iba llegando? ¿Sólo había ido a cambiarse de ropa?
—Estoy bien —contestó, ahora los tres la miraban alarmados—. Tuve un pequeño accidente en la bicicleta, pero...
—Sarah, no deberías estar aquí —la maestra le dijo—. Tú eres voluntaria, así que no habrá ningún problema si te tomas al menos una semana para descansar. Yo hablaré con los encargados, vete a casa.
Pero ella negó. Seguramente William dejaría de venir debido al accidente, así que no podía ella hacer lo mismo. Lance necesitaba a alguien cerca, no sólo para leerle. Ella sabía lo que era estar sola y no quería eso para Lance. Ya no.
A regañadientes la profesora aceptó y le dijo que le mandaría una lista a su correo de cuentos que podrían servirle. Y ella se fue feliz a buscar a su nuevo amigo.
* * * * *
Lance se sentía un poco deprimido. No podía creer que sólo una semana –cinco días, en realidad– y dos personas hicieran una diferencia tan grande. Llevaba la mayor parte de su vida aquí, habían pasado quizá cientos de voluntarios por él –al principio le tenían más paciencia porque era un pobre niño ciego, pero se acabó cuando creció y su actitud en vez de mejorar fue empeorando–, pero la ausencia de ninguno de ellos le afectó.
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Amor en Braille (Gay)
RomanceÉl no puede ver; mi trabajo -castigo- era leerle. La ironía es que fue precisamente él quien me hizo ver a mí. Yo había sido un ciego toda mi vida, sin ver lo realmente importante. Con el tiempo aprendí que era él quien me leía a mí, que realmente p...