Amor en Braille (Gay)

XXII. ESPECIAL: ORGULLO

Tú mismo, tanto como cualquier otro ser en el universo entero, mereces tu propio amor y afecto.
(Buda)

El domingo era la marcha por el día del Día Internacional del Orgullo LGBT.

Sarah miró a su hermano decorando sus mejillas con líneas color arco iris. Llevaba también sombras brillantes en sus párpados y los labios rosados. Tenía el cabello revuelto a propósito y la verdad es que se veía muy bien. Llevaba un crop top negro con un corazón en el centro y la palabra "Pride".

Ella se perdió, admirándolo y quizá envidiándolo un poco. Era bello, no podía negarlo; además tenía esa chispa que le permitía conquistar fácilmente a cualquier persona que quisiera.

Mientras que ella no podía ni siquiera convencer a la chica que le gustaba de que era real, que no mentía en sus sentimientos, no estaba confundida y no lo hacía por moda. 

Después de ondear una última vez la bandera de la Comunidad LGBT para asegurarse de que todo estaba bien, "Aidan" sonrió y levantó su rostro. Sus miradas idénticas se encontraron y la expresión de él cambió.

Él hizo una mueca, su ceño se frunció, aunque lo corrigió rápidamente y lo alisó con sus dedos. Debía cuidar su piel; la apariencia física es lo más importante. —¿Quieres ir...eh... conmigo? —para cuando terminó la última palabra de nuevo había pequeñas arrugas en su frente.

Sarah podía recordar que, de niña, había estado en algunas de esas marchas. Siendo que su hermano desde pequeño sabía perfectamente quién era, había querido asistir cada año y sus padres siempre lo acompañaban. Así que ella también lo hacía a veces, para apoyar a su hermano, para demostrarle lo orgullosos que estaban de él. Se preguntó si su madre estaría también orgullosa de ella, si la acompañarían este año...si irían por ella ahora y no sólo por él.

¿Por qué, sólo porque ella empezaba a descubrirse y entenderse casi a los dieciocho años, parecía menos importante?

¿Por qué nadie le decía lo orgulloso que estaba de ella por tener el valor de decirlo en voz alta?

¿Es que había una regla, que ella desconocía, en la cual se estipulaba que había una edad específica para definir tu orientación sexual y que fuera una decisión aceptable para los demás?

—¿Sarah? —su hermano sonaba confundido y empezó a acercarse a ella. Su expresión reflejaba genuina preocupación.

Quizá hubiera sido uno de los momentos más sinceros y cercanos entre ellos, tal vez pudo haberle dicho cómo se sentía y le habría pedido un consejo, pero en ese momento entró su madre.

—¿Ya estás listo, cariño? —le sonrió amorosamente a su hijo y tomó sus mejillas, casi sin rozarlo para no arruinar su maquillaje—. Tu padre está esperando —luego se volvió hacia ella e hizo una mueca—. ¿Sarah, por qué sigues en pijama? Hoy es el día de tu hermano y todos los que son valientes como él. ¿Es que no piensas venir a apoyarlo?

Sarah mordió con fuerza sus labios que empezaron a temblar, hubo una presión horrible en su pecho y sus ojos se llenaron de lágrimas que su madre por supuesto no vio. «Yo también soy valiente, mamá; aunque no sea como él», pensó antes de salir de ahí.

No. Ella no iría a la marcha este año. Parecía que no era suficiente ser ella misma para ser lo suficientemente digna.

* * * * *

—No, mamá, eso es demasiado —Axel se quejó, echándose para atrás cuando vio a su madre acercarse con otra brochita llena de colores brillantes.