IV. AZUL

6.8K 1.1K 628
                                    

Vuestros ojos, lo sé, derramarán más de una lágrima, vuestros labios gozosos dirán ¡qué lindo! ¡qué lindo!... y luego os quedaréis pensativas, como traspuestas, como flotando en el país encantado de los sueños azules.
(Prólogo de Azul. L'art c'est azur, de Víctor Hugo)


Esa noche Will se encontró buscando a su estrella Azul. Salió al balcón y cerró los ojos, deseando ser un niño de nuevo, con su madre visitándolo cada noche para leerle un cuento y dejándolo arropado para dormir calientito y que su pequeño no se enfermara.

Aunque después él echaba todas las cobijas a patadas y corría a la ventana. Ponía una de sus manos en el cristal y esta quedaba al lado de su estrella, como tocándola. De Azul.

Muchas veces él hablaba con su estrella, le contaba todo lo divertido que hizo durante el día y después, antes de regresar a su cama, le pedía cuidar a sus padres. Y ella siempre cumplió, hasta que él creció y se olvidó de recordarle cada noche que debía cuidarlos porque eran todo lo que él tenía.

Y entonces ella también dejó de cumplir su parte del trato.

“Creo que a veces tenemos que perder las cosas para entender su valor. A veces podemos recuperarlas y en otras ocasiones será ya demasiado tarde” le había dicho a Lance y realmente lo creía así.

No podía creer que le hubiera hablado a Lance de su madre. No había hablado de ninguno de ellos desde... Intentó hacer memoria. Probablemente no los había mencionado en voz alta desde que le dieron la noticia y, a su vez, él le contó a Joseph. Ni siquiera recordaba a su madre leyéndole y había olvidado por completo la estrella. Qué extraño que lo que Joseph y los terapeutas a los que éste lo obligó a ir en los primeros meses no habían logrado, saliera de forma tan natural con Lance.

Y así mismo había sido su disculpa al final. William no la había planeado. Estaba tan seguro de que sus comentarios literarios serían suficientes para convencer a Lance de su error, que no haría falta pedir perdón. Él no había hecho nada malo. Y quizá fue el recuerdo de su madre o de su estrella Azul –¿y por qué Lance tenía "Azul" en su expediente?–, pero las palabras simplemente salieron: “Discúlpame si te hice sentir mal ayer”.

Y ahora había algo más que lo estaba carcomiendo por dentro. Otro fragmento de su conversación con Lance: “Quizá todos somos "villanos" en las vidas de otros sin darnos cuenta”. Fue como si, irónicamente, Lance que no podía ver le hubiera abierto los ojos. ¿A cuánta gente había dañado él desde que sus padres...se fueron?

William negó, ocultando su rostro entre sus manos. Quizá debería pedirle disculpas a la familia del accidente. Él mejor que nadie sabía lo que duele perder a un ser querido y ellos habían tenido suerte de que no fueran más que pérdidas materiales. ¿Cómo no se había dado cuenta antes?

Ni siquiera supo en qué momento empezó a llorar, pero pronto se hizo muy necesario un trago. Así que entró por una botella, sin copas o vasos, bebió directamente de la botella. No regresó al departamento porque aquí afuera se sentía más libre, más cerca de Azul y del cielo, quizá hasta de su madre. Aquí podía respirar.

No había comido nada. No se dio cuenta de la hora hasta que la enfermera había interrumpido su charla con Lance. ¿Cómo es posible que ninguno de los dos notara el paso del tiempo?

Y quizá por eso el alcohol invadió su sistema más rápido porque cuando Joseph llegó del trabajo, muy sonriente, él ya estaba borracho. Joseph hizo una mueca apenas lo vio, perdiendo al instante su sonrisa. —Dios, William —se quejó, negando. Su expresión era una mezcla de asco, decepción y molestia. Hacía mucho que esos ojos verdes no lo miraban con amor o, al menos, deseo—. No entiendo por qué no haces nada con tu vida. Te juro que los primeros días entendí tu dolor y tu comportamiento ridículo. Quizá hasta pude entender que fueran semanas de luto o meses. Pero no cambias, carajo. Nada te importa. Te estás destruyendo y, ¿sabes qué?, que a mí tampoco me importa. Estoy harto de esta maldita relación. Eres como un niño al que hay que cuidar. No eres más un novio —y dicho eso, se encerró en la habitación azotando la puerta.

Amor en Braille (Gay)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora