Capítulo 17: Hora de decir adiós
2018
Robert ya se encontraba frente a la casa para cuando llegó, llevaba varias cajas consigo. Kristen se paró a su lado, mirando lo mismo que él, aprovechó para respirar profundo antes de tocar la puerta. Los ladridos no se hicieron de esperar.
Robert tomó su mano impidiendo que tocara de nuevo al no recibir respuesta.
—Lo conozco desde hace años y nunca imaginé que llegaría este día.
Ella lo entendió a la perfección.
—El hecho de que lo haga no significa que la vaya a olvidar, solo está listo para desprenderse de sus cosas. Está listo para avanzar.
Robert le dio un apretón a su mano.
—Gracias. Desde que te conoció ha cambiado, el que estuvieras a su lado todo este tiempo lo ha ayudado mucho. Creo que se sentía muy solo antes de conocerte.
La sinceridad en sus palabras la desarmo, eso y que le estaba hablando de nuevo.
Frank estaba más malhumorado que de costumbre, caminaba por la casa con un aire taciturno. Ninguno le preguntó en qué momento lo harían. Almorzaron manteniendo los mismos ánimos que llegó a contagiar a los perros, quienes permanecieron acostados sin hacer caso a nada. Frank quería retrasarlo lo más que pudiera aunque fue su idea en un inicio.
Alrededor de las cuatro, Frank se levantó del sofá, donde llevaban viendo el partido de los Venados, y soltó un profundo suspiro. Sus hombros cayeron hacia delante, tomó su bastón y se dirigió a su habitación. Cada paso más lento que el otro, su mirada tornándose lejana, en lo que fuera que le esperara arriba.
Ellos lo siguieron llevando consigo las cajas de cartón.
—Supe que era la indicada en cuanto la vi —murmuró al tiempo que subía las escaleras—, era salvaje. Intentó romper mi nariz y robar mi billetera, pero era una buena muchacha en el fondo. Había dado con unos niños que vivían en la calle, por ese entonces andaba sin trabajo y sin dinero, su intención era buena, sus actos no.
Fue directo a tomar asiento en la cama al entrar en la habitación. En la mesita de luz había un retrato de una pareja el día de su boda.
—La busqué después, cuando me di cuenta de que no tenía mi reloj. No era una buena ladrona, fue fácil dar con ella.
Algo extraordinario pasó entonces: Frank rió. Una risa llena de añoranza.
—Me lanzó un florero, pensó que iba a llevarla a la policía por un simple reloj, aunque pasada la sorpresa fue ella quien lo sugirió. Era mi otra mitad.
Kristen se acercó para poder tomar su mano, él no pareció darse cuenta de ello.
—Nos casamos siendo jóvenes y contra las expectativas del resto fuimos muy felices. Era una mujer encantadora, tenía mucho amor para dar y era una fiera cuando trataba de proteger a los que amaba.
Los ojos de Frank se aguaron, pero fue Kristen la que empezó a llorar. Robert, por su parte, seguía en la puerta, incómodo e indeciso sobre lo que suponía tenía que hacer. La habitación estaba tal y como debió de ser cuando su difunta esposa vivía. Incluso sobre el tocador todavía había unas agujas, hilo y la prenda a medio tejer. Detrás de la puerta se podía ver las dos batas colgadas.
—Y la vida me la quitó demasiado pronto. Se llevó a mi Maggie.
Frank se tomó su tiempo para recuperarse. Desde que perdió a su esposa no tuvo el valor para cambiar nada, las cosas que le pertenecían a Maggie aún estaban desperdigadas por la casa. Su taza favorita para tomar café, permanecía al lado del fregadero, Frank la lavaba cada mañana antes de volver a colocarla en su lugar. Su revista sobre tejido en la mesa al lado del sofá, su sombrero en el perchero. La casa era como un museo dedicado a ella.
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Locuras de amor
RomanceEl profesor de economía de la universidad, Robert Miller, no sabia lo que le esperaba al conocer a la menor de las hermanas Queen. Kristen es un torbellino que pone de cabeza su estructurado mundo. Solo tiene dos opciones: se vuelve loco o se rinde...