Capítulo 28

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Capítulo 28: Por fin


Robert se encontraba revisando el material bibliográfico para sus clases cuando sonó su teléfono, por un instante considero no contestar. Sus llamadas consistían en Gabriel tratando de que entrara en razón o en April simulando un confesionario. Esos dos lo iban a volver loco, sentía que envejeció cinco años en tan solo una semana. Sin embargo al tomar el teléfono no pudo reconocer el número.

—¿Señora Scott? Llamaba para avisarle que tendremos que adelantar nuestra reunión para esta tarde, mi hermana se va a casar el sábado y...

Robert se tomó el puente de la nariz con el pulgar y el índice.

—Número equivocado —medio gruño.

Era el colmo, ni siquiera un extraño era capaz de dejarlo en paz.

—¿No es el número de Eleonor Scott? ¿Es su esposo? Habla Kiara Queen, soy la diseñadora de interiores. ¿Podría hablar con su esposa?

Lo primero que pasó por su cabeza fue lo irritante que era la mujer, lo segundo fue su nombre y lo tercero que estaba hablando con la hermana de Kristen.

Y lo último que fue capaz de captar fue que su hermana se casaba. Ella solo tenía una hermana. Por un instante se quedó sin habla, las miles de palabras que pululaban por salir antes de comprenderlo se desvanecieron.

Ella iba a casarse.

—¿Señor Scott?

—Número equivocado —logró formular al fin.

—¿Cómo? ¡Oh! Disculpe, marque el número incorrecto. Que tenga buena tarde.

—Espere... Dijo que su hermana va a casarse.

La línea se quedó en silencio.

Sin saberlo apretó el aparato hasta que sus nudillos se pusieron blancos, tal vez si lo rompía podría fingir que esa llamada nunca llegó.

—Lamento importunar —dijo al fin antes de cortar.

Esa noche fue incapaz de conciliar el sueño, sus pensamientos lo invadían sin darle un respiro, su traicionera mente la imaginaba caminando hacia el altar. Podía verla con su vestido blanco y sus ojos llenos de un brillo de dicha, a la vez veía al hombre que se convertiría en su esposo, un hombre sin rostro. Bailaban en medio de un salón lleno de flores, los invitados aplaudían. Ella estaba radiante. Se abrazaban y besaban incapaz de estar más de un minuto sin poder tocarse. Luego se alejaban en un auto, ella sacaba la cabeza para reír feliz mientras se despedía de su familia.

El sudor empapaba su frente, gotas caían debajo de su pijama, en medio de la oscuridad sin necesidad de verlas supo que sus manos temblaban.

Rememoro una y otra vez el sueño, viéndola feliz con otro. Ella lo miró y se despidió con una mano, no se detuvo a mirarlo una vez más. Lo dejaba tan fácil mientras él sentía que se moría con solo ver su sonrisa. Trato de imaginar una boda diferente, una donde ella estaba igual o más feliz y él esperándola.

Se veía hermosa, caminaba a paso lento, en cuanto llegó a su lado no pudo más que tomar su mano y dejar un beso en ella. No había arrepentimientos. Su vida no sería la misma sin ella, era capaz de hacerlo sonreír con solo una mirada. Estaba ansioso por empezar su vida a su lado, porque vivir el resto de sus días con ella era su mayor deseo.

Tenían una casa con un gran patio, su esposa estaba en la cocina, sus manos llenas de harina, en eso una figura pequeña entró corriendo por la puerta. La luz de la mañana alumbraba el cabello de su esposa haciéndola parecer un ángel, pero no le dejaba ver la cara del pequeño. Su risa resonó en la estancia, corrió hasta abrazarse a las piernas de su madre. Él se acercó al otro lado para tomarlo en sus brazos, sin embargo el rufián ya se había robado una galleta, tenía migas alrededor de su boca.

Entonces lo vio.

Era su yo de niño. Sus rizos caían sobre sus orejas y uno en especial sobre sus ojos, lo corrió con su mano descubriendo los ojos de Kristen. Cuánto los amaba a ambos, esa clase de amor que escapa a la razón, que desbarataba su teoría. Porque él creía que cuando se estaba enamorado era cuando más tenía que aferrarse a la razón, amaba sin llegar a perder la cabeza. Por años vivió de esa forma, hasta que la conoció. La niña que amaba sin condiciones, que lo daba todo sin arrepentimientos, porque ella no pensaba, sentía. Dejaba que su corazón la guiara y eso lo aterraba.

Robert abrió sus ojos, estaba bañado en sudor, incluso más que antes. Su corazón palpitaba tan fuerte gritando una verdad que se negaba a aceptar.

La amaba. 

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