Capítulo 27

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Capítulo 27: Agosto


La puerta de la sala de profesores se abrió y para gran sorpresa de Robert no fue un colega quien entró.

—¿A qué debo tu visita?

Mila retiró la silla del escritorio que estaba al lado del suyo y se sentó con suma elegancia.

—No te ves tan contento como esperaba. Aunque me han dicho que últimamente es poco habitual verte en otro estado de ánimo o fuera de este lugar.

Vaya, los alumnos se volvían peor con cada generación, las respuestas de los exámenes rayaban lo ridículo. Otra mala calificación, al parecer solo se limitaban a presentarse para ver si la suerte estaba de su lado.

—Nunca imagine verte en este estado, déjame decirte que das pena.

Robert dejo el último examen corregido sobre los demás.

—¿Se te ofrece algo en especial?

—Solo hablar y recordar viejos tiempos —sonrió de manera seductora— o tal vez no.

Sabía que no iba a poder evitar esa conversación, Mila no era de las que se rendía fácilmente.

—Gabriel te llamo, ¿me equivoco?

Dejó sus gafas sobre el escritorio y se frotó los ojos con cansancio. Gabriel y April no dejaban de llamarlo para hablar de lo idiota que era, algo en lo que estaba en desacuerdo.

—Me dijo que esa mujer te tenía envuelto alrededor de su dedo, no con esas palabras. Para ser honesta me lo esperaba, desde el momento en que me di cuenta cómo la mirabas supe que ella lograría lo que yo nunca pude.

Mila siempre fue muy segura de sí misma; sus ansias por superarse, por llegar a la cima fueron lo que atrajeron su atención. En cada lugar que entraba arrasaba con todas las miradas, ella derrochaba seguridad con cada paso. Por eso sus palabras lo dejaron mudo.

—Eres un idiota, Robert. Un idiota enamorado y tal parece que aún no te has dado cuenta de ello.

Con un grácil movimiento empujó su cabello dorado hacia su espalda para que no le molestara.

—Nosotros somos tan parecidos, tenemos los mismos objetivos, pensé que eso era todo lo que necesitábamos, que estábamos bien con eso. Y de pronto aparece ella y no podías dejar de nombrarla o de mirarla si estaba cerca.

—No digas tonterías. Solo me preocupaba por ella.

—Nunca te preocupaste por mí de esa forma. A Kristen la veías.

Mila se acercó hasta que le fue incapaz de escapar de su mirada.

—Ella alteró tu mundo, tu forma de ver las cosas y creo que es por eso que no admites que la amas. En el fondo tienes miedo de dejarte llevar, porque después de todo nosotros no hacemos eso. Racionalizamos cada acción.

Arrastro su dedo índice por su mejilla.

—Eres un hombre excepcional, Robert. Me hubiera gustado que lo nuestro funcionara.

Mila era una mujer increíble y en lo profundo de su ser también deseaba lo mismo. Las cosas serían tan fáciles a su lado. «Fáciles», repitió su mente. No hablaba de amor o cariño, solo era fácil. Querían lo mismo y sabía que se apoyarían mutuamente, no habría sorpresas en el camino. En cambio, Kristen...

—Es un tanto atolondrada, eso no se puede negar. Y es por eso que es perfecta para ti.

Robert la miró, fue tan fugaz que bien pudo haber sido un producto de su imaginación, pero logró ver su vulnerabilidad. Tomó su mano antes de que se alejara, acarició su dorso con su pulgar, estaba a punto responderle cuando volvió a hablar.

Locuras de amorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora