Capítulo 3

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 Capítulo 3: Frank y Perro

Kristen se pasó la noche dando vueltas con la culpa como compañía. A la siete ya estaba levantada, algo poco habitual en ella. Creyendo que su salvador le pediría que se marchara en cuanto la viera, corrió a esconderse al baño. La noche anterior no quiso verse en el espejo, suponía que su aspecto coincidía con cómo se sentía. No era uno de sus mejores días, eso seguro. Creyó haber quitado todo el maquillaje, pero las líneas negras debajo de sus ojos decían lo contrario y su precioso cabello era un revoltijo.

—¿Qué vas a hacer ahora? —Preguntó a su reflejo.

El anillo de compromiso todavía adornaba su dedo. Kristen se lo quitó. No podía hacer lo mismo con el vestido, es decir, salir en ropa interior no era una opción. Tenía que salir y afrontar las consecuencias de sus actos.

Tal vez podría esperar un día más.

El profesor bebía su café al tiempo que terminaba de guardar unos papeles en su portafolio, daba la impresión de estar acostumbrado a madrugar. Kristen se quedó en medio del pasillo sin saber qué hacer. ¿Era ahora cuando le pedía que se fuera de su casa? ¿Sin ofrecerle una taza de café?

—Buenos días.

El profesor asintió para hacerle saber que la escucho.

—Hay café si gusta...

Antes de que terminara de hablar ella ya estaba sirviéndose una taza. Kristen fingió no darse cuenta de las miradas de reojo que le lanzaba. Como ignoro que la esperaba para poder irse. Se entretuvo todo lo que pudo lavando la taza.

—Mire, tengo que ir a trabajar y...

—Un minuto, por favor.

Pero no tenía nada que recoger, tan solo sus tacones que estaban en la entrada. No le quedó más opción que seguirlo. Se mantuvieron en un tenso silencio hasta llegar a donde estaba el portero, quien la miraba con el ceño fruncido. Esos ojos viejos y cansados parecían querer verificar que no hubiera robado nada.

—Nuestros caminos se separan aquí, espero que pueda arreglar su situación.

Y así como así se fue. Kristen y Frank vieron al profesor alejarse en su coche. Kristen no tuvo tiempo de agradecerle o de pedirle su teléfono para hacer una llamada. Aunque no se sabía ningún número de memoria, era demasiado dependiente de su teléfono. Se apoyó contra la puerta tratando de pensar en lo siguiente que haría o al menos lo intentó.

—Chuu —Frank movió el trapeador al tiempo que hablaba.

Ella lo miró ofendida.

—Oiga, no soy un perro.

—El profesor fue afortunado de que la jueza no se presentará esta mañana, por su culpa se habría metido en problemas.

Kristen golpeó la punta del palo con la palma abierta para alejarlo.

—Viejo grosero. Por cierto —no se resistió a preguntar—, ¿quién es la jueza?

—¡Aja! Tenía razón. Quieres cazar al profesor.

Ese portero tenía la habilidad de sacarla de sus casillas con rapidez. Frank siguió moviendo el trapeador con la intención de sacarla del edificio y Kristen siguió alejando el objeto a manotazos. Pronto estuvieron en una improvisada pelea de espadas.

—¿Qué clase de forma de tratar a una dama es esa?

—No veo ninguna por aquí —murmuró con tono malhumorado.

No se dio cuenta de que retrocedió hasta la puerta, para cuando se dio cuenta Frank ya había cerrado la puerta con llave. Por más que golpeó él tan solo la ignoró.

Locuras de amorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora