El profesor de economía de la universidad, Robert Miller, no sabia lo que le esperaba al conocer a la menor de las hermanas Queen. Kristen es un torbellino que pone de cabeza su estructurado mundo.
Solo tiene dos opciones: se vuelve loco o se rinde...
Nadie podría escapar a la mirada furibunda del profesor de economía, ciertamente no Kristen. Simuló revisar las fechas de los exámenes otra vez.
—No puedo creerlo.
—Ya dije que lo sentía.
Algunos exámenes eran insalvables, la limonada había terminado por borronear las letras. No que fuera su culpa, al menos no directamente. Para empezar, si él no se hubiera puesto como loco cuando se presentó con Lock como compañía nada de esto habría pasado. Lo que tampoco demostraba que el pobre canino fuera el culpable.
Toda la culpa la tenía la limonada y la jarra de Robert.
—¿Qué se supone que haga ahora? Algunos no estaban corregidos.
Kristen le sonrió de la manera más inocente que pudo. —¿Pedirles que lo hagan de vuelta?
—Kristen —dijo en advertencia.
Bien, no estaba para bromas. Mensaje recibido.
Terminó de recoger los exámenes que estaban casi secos y los dejó sobre la mesa, el resto eran papeles mojados. Sin saber qué más hacer procedió a levantar los pedazos de la jarra. La culpable de todo. Se distrajo cuando Robert levantó una hoja y esta se rompió en el acto.
—Auch.
Robert estuvo a su lado antes de que se diera cuenta de lo que pasó. Se había cortado, no era una herida grande o profunda, pero cualquiera diría lo contrario por la expresión que él tenía.
—Te dije que lo dejaras.
Con una delicadeza que le sorprendió, Robert tomó su mano y llevo hacia el fregadero para lavar la sangre.
—Pequeña.
La curó con mimo sin recordar que minutos antes estaba furioso.
A veces Robert la confundía demasiado.
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