Capítulo 23

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Capítulo 23: No hagas nada

2018

Keaton estaba irritable o más bien era Kristen la que lo estaba.

—Oh, por el amor de Dios. Si tienes algo que decir solo dilo.

Él no la decepcionó.

—Me parece una reverenda estupidez que vayas con ese hombre. ¿Olvidaste lo de la última vez?

—Sí, tú actuando como un hombre de las cavernas.

Kiara leía unos contratos mientras bebía té. Desde donde estaba podía ver el patio trasero de la casa, donde jugaban al baloncesto Ethan y Milenka. Suponía que esa era su manera de mantener un ojo en ellos.

—¿Tienes un nuevo proyecto en manos? —preguntó su padre, quien la acompañaba, su taza de té seguía intacta, pero el tazón de las galletas iba por la mitad.

—Trabajar para el mariscal de campo me abrió muchas puertas.

Los dos ignoraban con suma elegancia la discusión que se producía a tan solo unos metros de ellos.

—¿Qué se suponía que debía hacer? ¡Desnuda ni más ni menos! ¿Te haces una idea de cuántos socios vieron tus...?

Se detuvo incapaz de pronunciar la palabra y asociarla a su hermana pequeña.

—Exacto. Las mías, no las tuyas.

—Nuestra reputación —casi gritó—. Tuve que pedir favores para que lo sucedido no trascendiera fuera de esas puertas.

Kristen contuvo un jadeo. —Tus socios son unos cerdos.

—Tch. Olvidas que habían muchos más invitados, meseros, académicos. Incluso pudo hacerlo la pareja de ese imbécil.

Era difícil imaginarse a Mila haciendo eso.

—De todas maneras no te incumbe. No puedes interferir en mi vida.

—Lo que haces de tu vida, como dices, es dudoso. Sigues siendo una Queen. No lo olvides.

Kiara dejo la taza con suavidad sobre el plato, tomó el contrato y se levantó.

—Deberíamos salir, hoy hace un lindo día.

El hombre miró a sus hijos con duda, luego tomó lo que quedaba de las galletas, seguramente pensando que no había peligro en dejarlos solos. Se retiraron justo a tiempo. Kristen puso sus manos en sus caderas y elevó la barbilla.

—¿Dudoso? Discúlpame por no ser tan jodidamente correcta o, como escuche, por no tener un palo metido en el culo.

Las orejas de Keaton enrojecieron.

—Ese vocabulario es una clara muestra.

—¿No que querías que viviera por mi cuenta? Hipócrita. Solo quieres tenerme cerca para poder gritar y desquitarte porque no tienes amigos que te escuchen.

—¡Si tengo amigos!

Kristen enmudeció, vio a su hermano de hito en hito.

—Nadie te soporta, ¿no lo sabías? Es por tu posición social por la que te siguen hablando. Estás más solo que un perro abandonado. Más solo que el billete que encuentras en el bolsillo de alguna de tus chaquetas. Olvidado.

—Eso no es cierto —y cual niño pequeño, tomó el almohadón del sofá y se lo lanzó.

—¿Y eres el mayor? —sin quedarse atrás le lanzó otro almohadón.

—Tengo muchos amigos para tu información y son los primeros en acordarse de mi cumpleaños, no como otros.

Se refería a la vez en que se olvidó de su cumpleaños, a una Kristen de ocho años.

—Solo fue una vez. Supéralo. Y, solo para que sepas, amigas no es lo mismo que amigas, quienes son las únicas que te envían felicitaciones y regalos. Ya que estamos, que te envíen desnudos no cuenta como regalo.

—Revisaste mi teléfono —acusó.

—Todos lo saben.

Más almohadas volaron, algunas dieron contra los floreros que su madre se esforzaba por cuidar.

Una hora más tarde se las arreglaron para poner de cabeza la sala de estar. Sentados en la alfombra, sin mirarse, ninguno dispuesto a disculparse. Hasta que finalmente fue Keaton quien habló.

—¿Vamos a ver como Milenka le da una paliza a Ethan?

—Seguro.

***

Kristen iba a tener que darle la razón a Keaton. Robert estaba tan tenso que daba la impresión de que el mínimo toque lo rompería. Las miradas que les lanzaban no eran nada discretas, algo que no ayudaba.

—Podemos irnos —sugirió.

—Eso solo les dará de qué hablar.

—Por Dios, ni que nos hubiéramos acostado en plena vista. Fueron mis tetas las que se mostraron por ahí y aun así estoy tranquila.

—¿Puedes dejarlo?

Un camarero pasó por su lado. Kristen tomó dos copas.

—Ten, las necesitas más que yo.

—No voy a embriagarme.

—Unas cuantas copas no tendrán ese efecto y créeme que los dos estamos de acuerdo de que en ese estado no eres tan razonable.

Tenían sus brazos entrelazados y las sonrisas más falsas que pudieron esbozar. Un murmullo se extendió por el salón, los invitados más esperados iban llegando. Keaton se las ingenió para invitar a algunos de los jugadores de los Venados.

—Podemos pedirles una foto, apuesto a que Frank no se lo cree —murmuró Kristen.

Robert no contestó, seguía concentrado en fingir que no escuchaba los cuchicheos. La cabeza en alto, un ceño fruncido y una sonrisa, en conjunto, resultaba terrorífico.

—Si vas a estar con ese humor lo que queda de la noche voy a fingir un desmayo y todos van a creer que estoy embarazada. Y adivina, eres el único hombre al que culparan.

El rostro de él palideció.

—¡No! No hagas nada, solo dame unos minutos.

—Lo mismo dijo mi primer novio—contestó con sequedad.

La noche no iba como esperaba, las cosas eran incómodas por más que fingieron lo contrario. Sin querer cruzó miradas con Keaton, quien sonrió con suficiencia.

—Tu hermana se acerca.

—Eso lo pude deducir por la baba que se te cae —eso no era del todo cierto. Robert miraba a las hermanas como lo hacían todos los que recién las conocían, las diferencias saltaban a la vista.

—Kristen —regaño en voz muy baja—, sabes que eso no es cierto.

Kiara se aclaró la garganta para llamar su atención. Ethan y Milenka se acercaron con cautela luego de que Kiara los llamara.

—Profesor Miller, es un placer conocerlo al fin. Espero que la mayoría de las cosas que escuche de usted no sean ciertas. En unos minutos comenzará a tocar la orquesta, deberían moverse.

La orquesta. Vaya, Keaton no escatimo en gastos.

—Y Kristen, William también está aquí.

Fabuloso. La noche no hacía más que mejorar.

Robert dejó sus copas vacías y tomó otras, las cuales se las terminó solo. Kristen no comentó nada. Iba a ser una noche muy larga.

Locuras de amorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora