Capítulo 52

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Nunca antes había tenido el corazón roto.

Cada vez que intentaba retratarlo o plasmarlo en lienzo alguno, tenía que recurrir a una maratón extraordinaria de películas ridículamente románticas de drama y tragedia.

Simplemente no lo comprendía. Y, por no comprenderlo, jamás fue un tema que logré proyectar en mis pinturas. El desamor. Quizá por ello no conseguí esa beca en la escuela de arte, en primer lugar.

¿Qué es el desamor? ¿Será, acaso, la asfixiante y aguda presión en el pecho que estoy sintiendo? ¿O será esta sensación de irrealidad que me obliga involuntariamente a seguir negando lo que Mas acaba de confirmar? ¿Será ambos?

Observo a Mas frente a mí, a unos cuantos pasos de distancia. Aún espero. Espero algo, aun sepa que ya no tiene sentido. Mis labios tiemblan, mi cuerpo tiembla, pero mi corazón está estático. Está tan quieto como solo puede estar algo que agoniza. ¿Por qué el corazón tiene que ser tan frágil?

Contengo el aliento cuando él por fin se digna a levantar la cabeza.

Imágenes de la primera vez que nos conocimos regresan a mi mente. Su elocuencia, su expresividad, su humor. Su insistencia.

Toda mi vida luchando por mantenerme alejada de algo a lo que él me arrastró.

Y yo pensé... Pensé y me convencí de que solo era un niño buscando compañía, que no sabía a quién se había acercado en primer lugar.

Imágenes de las veces en que nos encontrábamos regresan a mi mente. Las risas, las historias, las promesas. Ruinas.

Todo había sido intencional.

¿Cuál fue el punto de nuestras risas, nuestras historias, nuestras promesas, si yo siempre fui el medio para un fin? Imagino a Cece instruyendo a Mas sobre cómo hacerme caer en su trampa. "Saludas así". "La haces reír en este preciso momento". "Cuéntale esta anécdota... No tiene que ser de verdad, solo tiene que ganarse su simpatía". "Hazte su amigo". ¿Y después qué? ¿Cuál era el siguiente paso?

Matarme.

La respuesta llega por sí sola a mi cabeza.

"¿Te dijo que hace unas semanas escuchó a residentes hablar de tu caso estimándote no más de 3 meses de vida?"

Iba a dejarme morir. Claro, "que pasen los 3 meses y ya no tendrá oportunidad". Cece me quiere muerta por alguna razón, y Mas sigue haciendo el trabajo sucio.

¿Qué tanto puede ser tu deseo de dar muerte a tu propio padre para dejar que alguien más perezca en el proceso?

Mis ojos conectan con los suyos, y veo arrepentimiento -intento evitar pensar en que ya no hay marcha atrás en el quiebre de nuestra relación, pues si pide perdón, es por algo-. Pero, de verdad, ¿de qué me sirven sus disculpas después de haber llegado hasta acá? ¿Siquiera son sinceras? Empiezo a dudar incluso de lo que tengo certeza.

¿Y todo lo que construimos? Y el apoyo incondicional, ¿dónde está? Las palabras de aliento, el consuelo, la cercanía, los secretos que compartimos, la atracción, la intensidad, el beso... ¿dónde están? ¿En el cajón de las mentiras, bajo el velo del engaño? ¿Fui solo yo la que sintió todo aquello? ¿Yo... En mi necesidad de no sentirme sola? ¿Esto también fue obra de Cece?

Si nuestra amistad fue construida a base de mentiras, ¿por qué me duele tanto terminarla?

Esa es fácil, me respondo, porque yo no fui la que mintió.

El nudo en mi garganta se intensifica a medida que el manto de la traición empieza a hacerse más tangible a mi alrededor.

Un dolor agudo y punzante en el pecho se intensifica conforme pasan los segundos, y solo sé que no puedo seguir observando a Mas, inmóvil a unos metros de mí, sin saber qué hacer o qué decir sin terminar de enviar todo al carajo.

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