Capítulo 44 - MAS Parte II

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Una profunda exhalación escapa de mis pulmones al ritmo de la vaga corriente de aire que mueve las hojas y pequeñas ramas del sauce en el patio trasero de Kendall. Recuesto cómodamente mi espalda sobre el tronco y dejo caer una de mis piernas de la rama sobre la que me encuentro. ¿Por qué estoy acá? No lo sé con seguridad, tampoco me gustaría intentar adivinar y elaborar alguna especie de psicoanálisis sobre mí mismo; pero, por alguna razón, observo el interior de la vivienda con aprensión y en completa concentración, quizá esperando que aquello que habita en sus rincones más lobregos dé señales de vida, quizá esperando que la casa envíe señales de auxilio.

No dejo de dar vueltas a la posibilidad de que el dueño de la Casa del Profeta (como acabo de nombrar) esté involucrado en todo el desastre Abimazue. Se conocen él y la matriarca actual, se conocen, es lo que afirmó Gassielle; y está el hecho de que él la retrató. Haciendo memoria sobre los cuadros y diversas pinturas en la casa (que, por cierto, está llena de ellas), los retratos no son recurrentes, los paisajes y escenas realistas abundan en su mayoría. Escenas de lucha, de paz, de muerte, de amor, no es que les haya prestado particular atención, pero el que Gassie haya mencionado el asunto de la clarividencia me abre las puertas a nuevas posibilidades en lo que respecta al significado de esos cuadros.

Un cambio repentino en el ambiente me pone en alerta máxima de un segundo para otro. Y un pequeño movimiento dentro de la casa captado por mi rabillo del ojo me hace plantearme desaparecer inmediatamente en ese momento. Desaparecer como la gallina cobarde que soy.

Sin embargo, algo me detiene. Y no es literal, esta vez. Un destello súbito y efímero de luz desde una de las ventanas me llama la atención, pues Cece no es teóricamente capaz de producir luz, aunque con él nada sea teórico en realidad. ¿Quieres tratar con él? Prueba y error, sin suposiciones sobre lo que puede o no hacer.

El aire empieza a vibrar en una frecuencia anormal, oscilando frenéticamente entre altos y bajos que, en combinación, son completamente nuevos para mí. Empiezo a sospechar que esto no es obra únicamente de Cece, sino que hay alguien más en esa casa.

Pero, ¿quién? ¿Quién fuera de la línea de sangre tiene acceso a ella aparte de Cece y yo? ¿Quién...?

De repente, una respuesta clara y evidente se alza como única posibilidad, obligándome a redireccionar mis suposiciones. Tal vez no es alguien de fuera, tal vez es alguien de dentro.

Entonces, en mi mente aparece una imagen. ¿Cómo no haber pensado en ella, si su aura lo expele por todos lados; si cada vez que te ve a los ojos, te invaden las ganas de inclinarte ante ella? Poder. Esa es la palabra que buscaba para describirla cuando la ví por primera vez en la habitación de Kendall.

Una esperanza absurda empieza a extenderse desde mi núcleo hasta las puntas de mis extremidades. Si hay alguien que puede vencer a Cece, es ella, siempre fue ella. Y a ella no le gusta que se metan con los suyos.

Me acerco a la ventana, prefiriendo cortar camino e ir directamente por el aire. Me asomo. Espero. Y observo.

No hay nada.

Recorro todas las ventanas.

Nada.

No obstante, si pego mi oído al cristal, aún puedo escuchar la bulla que produce la caída de diversos artefactos desafortunados y su estruendoso encuentro con el suelo.

Esto que estoy haciendo no está bien, es demasiado arriesgado, demasiado osado. Y francamente no sé por qué de repente siento la necesidad de ver ... ¿Ver qué? No lo sé, la caída absoluta de Cece, puede ser, cómo mis cadenas son echadas con él al mismo Averno, y cómo podría dejar finalmente atrás todo lo que me ate al que alguna vez fue mi ventrilocuo. No me considero especialmente optimista, pero algo en lo más profundo de mi alma desea que esa versión poderosa de Kendall le dé una buena patada en el trasero al tipejo de Cece.

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