Capítulo 3

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Había decidido no ir al funeral. Lo hice cuando entré al día siguiente en la escuela y habían carteles por todos lados con la cara de un Noah sonriente en ellos, con la cita "Una nueva estrella en el firmamento habrá de brillar esta noche." debajo de la típica fecha de nacimiento y defunción.

Los pasillos estaban atiborrados de gente lamentando la fatídica pérdida. "Al menos murió como un héroe", escuché decir. "Qué pena, tan joven". Frases que no valían nada, porque quienes lo decían no sentían nada al decirlas. Palabras vacías, lágrimas vacías. Eran cascarones andantes que buscaban aprobación tomando un hecho trágico. "Si lloro quizás me incluyan en el grupo"

Yo no pensaba llorar. Había agotado hasta mi última lágrima en mi cama, arropada como un burrito, sin abrir la puerta a nadie que no sea mamá, que ya no sabía como animarme. No podía.

No obstante, cuando vi a los mejores amigos de Noah arrodillados frente a su carpeta, con los hombros temblando de tanto sollozar y la cabeza entre sus brazos apoyados en la misma mesa, mi labio inferior volvió a temblar y el nudo en la garganta volvió a aparecer.

Así que di media vuelta y me encerré en un cubículo del baño, para luego (una vez tranquila y sin nariz roja) salir a mojarme la cara y dar el encuentro a Danielle y Martin, el par de amigos que toda persona que acaba de perder a su crush podría necesitar.

Ellos también estaban tristes, pero no eran hipócritas. Allí fue cuando decidí no ir al velorio. No me correspondía. ¿Qué era yo de Noah? Además, ver a todas esas personas sólo me repugnaría; no, gracias, prefiero rezar por él en casa con mamá.

—Kendall, Kendall — Dani se abrió paso hacia mí y me tomó en un abrazo de oso—. Oh, cariño. Lo siento tanto.

Los abrazos tienen un poder que no termino de entender del todo. Alguien te abraza, tú te descompones, 1 más 1 es 2.

Por lo que me costó un esfuerzo sobrehumano no dejarme llevar por un nuevo riachuelo de melancolía.

—Está bien, Danielle. Estoy bien. Deberías abrazar a Marcus o a ... El otro, que no sé cómo se llama. Ellos la están pasando verdaderamente mal.

—Sí —asiente con tristeza, en otra ocasión ella bromearía con el tema de Marcus, mas ahora sabe que no es el momento —. Míralos. Pobrecitos.

Las clases ese día transcurrieron con normalidad. Pero nada en la escuela volvió a ser normal.

Me había repetido una y otra vez que no iría al funeral, asegurándome que no pertenecía allí, que los patéticos de mis compañeros busca-aprobación se encargarían de llorar de mentira allí por todos los que lloramos de verdad aquí.

Sin embargo, voluble de mí, heme en la autopista, renegando al tráfico y dudando de que esta decisión de último minuto había sido la correcta. Habían pasado ya dos días, y se suponía (por rumores que corren) que hoy enterrarían al cuerpo. Hoy algo tiró de mí al coche de mi madre y me puso en ruedas por la vía.

No estaba segura de a qué hora terminarían de velar el cuerpo para trasladarlo al cementerio, pero tenía que apurarme.

Ruedan que ruedan, el auto avanza con una suavidad casi felina, mientras acelero en el último trayecto de la avenida Stroomg. Parecía una carretera. Y estaba vacía.

Así como también la pequeña capilla en la que acababan de velar a Noah. Vacía. Llegué tarde. Me acerco a los portones abiertos de par en par y me sumerjo en el ambiente taciturno del interior. Un suspiro se abre paso entre mis labios al ver la tan bonita decoración, había fotos de él por todas partes, parecían sacadas de su álbum personal y familiar. Fotos con diferentes personas, en diferentes situaciones. Y en el centro estaba su mejor obra. Un retrato suyo, con la mirada cálida y acogedora que lo caracterizaba. Esa que ya nadie podría ver jamás.

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