Mis ojos no dejan de posarse en Kendall.
Su cabello del color del chocolate —que por ratos parece teñirse ligeramente de rojo— se mueve en ondas, en una danza de rizos que ella provoca al girar su cabeza de izquierda a derecha, mirando a todos lados pero evitando toparse conmigo. Es gracioso cómo evidentemente fríe su cerebro buscando un tema de conversación y va descartando ideas. Adorablemente expresiva como es, creo que ha de necesitar un pequeño apoyo.
— Ya sabes lo que tenemos que hacer, ¿verdad?
Por fin logro algo de contacto visual. Mi sonrisa se ensancha cuando rápidamente Kendall se concentra en otra cosa.
Ella asiente, probablemente demasiado ocupada mordiéndose los labios con nerviosismo como para hablar. Ella tiene el efecto opuesto en mí, sin embargo. Su presencia es tranquilizante, no inquietante. Aunque sigue siendo extraño cómo, a pesar de que (como espíritu) no tengo un corazón latente, la sensación de este bombearme con locura cada vez que sus ojos conectan con los míos sigue allí.
— ¿Por qué no me miras? —suelto, cubriendo mi diversión con falsa curiosidad, para que no sienta que me estoy burlando. Porque no me estoy burlando, ojo; mas es normal que cada quien le dé la interpretación que desee a las palabras que oye, y lo sorprendente es que la mayoría de veces se guía uno principalmente por la entonación.
Adam diría: "no importa qué dices, lo que importa es cómo". Sí, eso lo sintetiza.
Las manos de Kendall vuelan a sus mejillas, tocándoselas con el dorso y comprobando si están calientes. No, no está sonrojada si eso es lo que piensa, pero sería algo interesante de ver. Imposible ahora, me temo, imposible por todo el tiempo que nos queda siendo inmortales. Las mejillas de los muertos no se encienden en rosa.
Intento alejar ese tipo de pensamiento negativo de mi mente. Tengo a Kendall al lado, la chica a la que le dije 'me gustas desde hace un tiempo' evitando concientemente aclarar que, en realidad, 'un tiempo' significa 'un par de años'. Dos años. Una eternidad. Y aún más años desde que la vi por primera vez. Sí, lo recuerdo, sus acciones supusieron un cambio en las mías de aquel entonces.
Tengo a Kendall al lado, y eso es lo único que importa.
— Mira, la parada de autobuses está a unos pasos —ella la señala con el índice, a pesar de que ya se podía ver dichosa parada desde hace cinco minutos, unos pocos después de que Camille se esfumase como si el desvanecerse hubiera estado escrito con negrita y subrayado en el plan que trazamos. El plan. El plan de diez minutos. Siendo sincero, de alguna forma u otra, la conversación entre ambos recaía en Kendall... En Kendall y en Thomas. Sobre todo en Thomas, ya que la honestidad está bien densa en el aire.
No confío en él. Hay algo... Oscuro, algo que da la impresión de no estar bien, de una pieza faltante, de un enigma sin respuesta. Thomas tiene un aura bastante pesada, incluso siendo poseedor de un carácter sumamente jovial y bromista.
Siempre dicen que hay que ser receloso con ese tipo de gente, ¿no? La misteriosa. La que no comparte nada, la que se ríe por reír, la que prefiere hablar con otras personas sobre las vidas de estas últimas, y escucharlas hasta que ellas crean que de verdad a este individuo le interesa saber cómo se llamaba su tercer perro o cuándo falleció su vecina anciana. La que sonríe a pesar de la manta espesa de oscuridad y mala vibra a su al rededor. La que suelta una carcajada falsa y vacía, estando plenamente consciente de ello.
O, al menos, eso decía mi abuela, una de las sabias más sabias que conocí. Así que, ¿cómo dudar de su sapiencia? Es fuerte, es astuta, es empática. Y gracias a ella aprendí a vivir. Le debo mis valores y mi personalidad. Le debo mis sueños y aspiraciones. Mi deuda es tan grande que morí sin poder cubrirla toda aún.
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Fantasmas
Teen Fiction»Amante del mundo paranormal o no, una chica en coma siempre terminará sumergida en él.« Con el esoterismo como marca de sangre en todo su linaje, Kendall está muy a gusto manteniendo su distancia con lo sobrenatural. Sin embargo, las cosas cambian...