Estoy perdida. Como literalmente perdida.
Avanzo con cada vez más cautela entre los pasillos que de repente parecen conducirme a ningún lado. Una razón, y la única, sería que es la primera vez que estoy en este hospital. Lógicamente, no sé cómo llegar ni al baño.
Estúpido chico de ojos dorados. ¿Quién te manda a tener razón? Ahora mismo te odio. Lo estaba buscando para disculparme, pero creo que cuando lo encuentre le voy a dar otro par de bofetadas de ida y vuelta. Por hacerme caminar. Odio caminar: 1) Porque soy floja flojísima, 2) porque me da tiempo para pensar. Odio pensar.
¿Sabes qué? Saldré de este lugar y ya. Se acabó. Nada de buscar a chicos lindos para abofetearlos de ida y vuelta. Ahora, en cambio, buscaré algo mejor: la salida.
En mi búsqueda sin rumbo termino frente a dos puertas cerradas, con un cartel que reza: Sólo personal autorizado. Yo no soy personal autorizado, pero en este punto no creo que a nadie le importe si echo un vistazo. Tengo que decir que, en realidad, habían muchas puertas no abiertas al público general. Sin embargo, esta fue la que llamó mi atención.
Empujo una de ellas y me dispongo a dar el paso que me adentraría al pasillo. No es necesario aclarar que casi me voy de bruces de no ser porque mis manos terminan contra algo sólido; un pequeño par de hombros flacuchos detiene mi caída.
Y quizá antes no haya tenido idea de qué fue lo que me llamó a este lugar, lo que me impidió seguir caminando. Al inicio, no sabía si era la iluminación de colores o la decoración en las paredes tan llamativa y pintoresca, mas ahora lo tengo claro. Lo tengo claro desde que vi los ojos llenos de vida de una personita que no sabía que ya no la tenía. Este es el área infantil de cuidados intensivos.
—Wow —sus ojitos parecían salírsele de las cuencas—. Una chica grande. ¡Oigan, todos, una chica grande!
Repentinamente me veo rodeada de muchos otros pares de ojos curiosos. Y, sorpresivamente entre ellos, uno en especial que parecía hecho de oro líquido.
—Tú —intento ocultar el asombro en mi voz; muy pobremente, todo sea dicho de paso.
—Tú —intenta ocultar una sonrisa de triunfo; muy pobremente, todo sea dicho de paso.
—Mas, ¿tú la conoces? —aparece una voz aguda detrás de él.
—Yo la apruebo —se adelanta el niño contra el que choqué—. Es bonita.
—Lo siento, querida, pero él ya está tomado —la pelirroja arroja sus brazos al rededor de la cadera del chico, la dueña de la pregunta anterior.
Él coloca una mano en su hombro y la aprieta contra sí con cariño.
—Mi corazón es tuyo —ambos pares de ojos, uno ámbar, otro pardo, entran en contacto con complicidad.
—Así que... Mas. ¿Es ese tu nombre? —pregunto una vez Mas convenció a los niños de dejarnos solos para discutir "asuntos de chicos grandes".
Contando a los dos que participaron hace un momento en mi primera conversación grupal entre... Gente de la misma condición, eran como una cinco criaturas de edades diversas, pero que no habrían de pasar los 10 años.
El pecho se me contrae de angustia tan sólo pensar lo jóvenes que eran.
Por su parte, Mas se limita a negar con la cabeza.— Me dicen así.
Caminábamos ya un buen rato por el pasillo de la UCI, yo trato de no mirar por las ventanas abiertas. Los chicos, de hecho, se habían metido a una de las habitaciones a jugar con un compañero, a hacerle compañía, a animarlo a dejarse ir porque este lado del universo resulta no ser tan malo.
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Fantasmas
Teen Fiction»Amante del mundo paranormal o no, una chica en coma siempre terminará sumergida en él.« Con el esoterismo como marca de sangre en todo su linaje, Kendall está muy a gusto manteniendo su distancia con lo sobrenatural. Sin embargo, las cosas cambian...