Capítulo 26 - MAS

168 34 12
                                    

— Kendall.

— ¡No me hables! Te dije que no me sigas.

— Kendall, vamos, no te pongas así. No lo dije en serio.

— No, claro.

Llega hasta un árbol de ramas gruesas y tronco aún más. Apoya sus manos en puntos estratégicos y se impulsa hacia arriba.

— Solo estoy aquí porque no sé teletransportarme.

— No es teletransportación.

— ¡Lo que sea! Eres un pésimo maestro. Sé cómo llegar a una persona, pero no a un lugar. ¡Y no subas!

Me quedo con mis pies en el pasto de su no tan pequeño patio trasero, mirando cómo trepa cada vez más alto y, en cuestión de segundos, la tengo fuera de mi alcance. Como siempre, y en todos los sentidos posibles.

No obstante, ya imaginaba el porqué se había quedado quieta frente a mí pero muy lejos de donde en realidad estaba después de soltar ese "gracias" a regañadientes.

— ¡Kendall, escucha! —intento hacer que siquiera mi voz llegue a ella- Nada de lo que dije allá fue en serio.

— ¡No quiero oírte, ¿entiendes?! ¡Ya vete!

Niego con la cabeza en el momento justo en el que aparezco a su lado, de pie en una rama más baja, aunque igual tenía que inclinar ligeramente el rostro hacia abajo para poder hacer contacto visual.

— Sabes que no fue cierto, Ken —repito con suavidad—. ¿Por qué estás así?

— ¿De verdad te importa? —espeta.

— Por supuesto que sí; somos amigos, ¿no?

Después de un largo segundo, vuelve a abrir la boca.

— Primero que nada, fuiste un idiota mayor allá dentro.

— Lo sé.

— ¿No te vas a disculpar?

— Lo iba a hacer, hasta que preguntaste.

Va a responder, pero al final se queda callada. No es buena señal.

— ¿Te lastimé mucho? —pregunto en voz muy baja. La verdad es que una de las cosas a las que le temía antes era justamente que quizá lo que yo piense de ella no le importe lo suficiente, y todo el 'plan' se vaya por el retrete. Al parecer, resultó ser, más bien, lo opuesto; no sé cómo sentirme al respecto. 

Aprieta los labios a la par que se encoge de hombros.

— Lo siento —por algún motivo, cuando al fin sale la disculpa de mis labios, no puedo verla, y termino bajando la mirada—. De verdad.

— Es solo... Me ofendí bien feo, pero —baja la mirada a sus zapatos—... Lo peor de todo fue descubrir que tenías razón, supongo. No lo sé.

Se ve tan pequeña, frágil y desconsolada que no sé muy bien cómo manejar la situación. No está llorando, mas se le ve afectada.

Probablemente haya sido una de los peores consuelos en la historia de los consuelos, pero opto por quedarme callado.

¿"Descubrir que tenías razón"?

No creo tener razón, francamente. Sin embargo, ya no hay nada que pueda decir para quitarle la idea absurda de la cabeza de que ella depende de todo el mundo, de que es insuficiente y nunca resuelve nada sola. Hay tantas ocasiones en su historial, en su vida, que prueban que lo que ella está creyendo ahora sobre sí misma son puras patrañas.

FantasmasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora