Capítulo 11

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El silencio que se produce luego de su declaración se cierne cada vez más denso en el ambiente. Observo sus ojos por más segundos de los legalmente permitidos, mas no con mi usual fascinación por ellos. Sí, son hermosos, lindos en comparación con los míos, pero había algo más importante. ¿Cómo terminó un ser tan puro como Noah metido en algo tan turbio?

No me cuadraba, algo allí no encajaba. Temía averiguar el qué, pero es inevitable ahora. Es verdad que escuché a Charlie mencionar una vez que en medicina existe una frase que tiene que ver con cebras y caballos. Algo como que si viene alguien con síntomas de un resfriado, es 99% seguro afirmar que se trata de ello. Si parece un caballo es porque es un caballo, no una cebra, no hay por qué buscarle las rayas. Si parece resfriado es porque lo es. No hay necesidad de mandar al pobre paciente a hacerse todos los estudios habidos y por haber.

Utilizo a Charlie para tranquilizarme, como siempre. Si el niño preguntaba por su madre, ha de ser porque quien lo llevaba era la niñera, o la hermana, o la tía. Y ya está. No hay que buscarle cinco pies al gato.

Al parecer, Noah se dio cuenta de que mi mente empezaba a trabajar como una máquina bien engrasada. O, bueno, dado que se trata de mí, una máquina más o menos engrasada. Que es más de lo acostumbrado.

—¿En qué piensas?

La mano que yo había colocado sobre la suya recibe una pequeña  caricia por parte de su pulgar, que trazaba círculos en mi dorso; en algún momento, él había girado su mano y ahora nuestras palmas estaban en contacto. ¿Cuándo había volteado su mano? Ni idea. ¿Se sentía bien? Yo estaba en el cielo. ¿Mi mano saldría de allí algún día? Espero que no.

Se siente bien. Estar en su compañía, embriagada de la esencia de un alma tan maravillosa, era una de las mejores cosas que podían pasarme después de un momento de drama.

Lo ojos de Noah, que se encontraban sumidos en los míos, de repente se enfocan el algo detrás de mí. Algo que me toma por los hombros con animosidad, obligando a Noah a retirar su mano. Algo que arruina por completo nuestro momento. Algo totalmente fastidioso que se ubica detrás mío y parece no irse nunca.

Algo que se llama Thomas.

— Así que esto es 'tomar el aire'.

Podría jurar que está sonriendo, una de esas completamente irónicas, con mucho humor pero nada de simpatía.

— Hey — lo saluda.

— ¿Qué tal? — Noah responde con una sonrisa cortés.

Estoy incómoda. La emociones y la energía que fluyen por acá no me gustan nada. Maldito Tom arruina-momentos.

— ¿Me vas a presentar a tu nuevo amigo? —Mas se inclina hacia delante para poder verme el rostro. Yo intento sacar sus manos de mis hombros con mucha delicadeza, pero él parece no captar el mensaje.

— Mas, ¿qué sucede contigo? — pregunto en voz baja—. Te encargué a mamá.

— ¿Ustedes son hermanos? —Noah malinterpreta mis palabras.

— Parece, ¿verdad? — Tom vuelve a hacer uso de su humor y por fin me deja ir—. Relájate, Kendall, sólo pasé a ver por qué demorabas mucho —toma asiento a mi lado—. ¿Ya ordenaron?

— ¿Podemos comer?

De acuerdo, esa pregunta es totalmente fuera de lugar, pero con Tom ni siquiera puedo saber qué es en serio y qué no. Quizá sí podemos.

— Por supuesto que sí —se recuesta en el espaldar, cruzándose de brazos—. Pero no sacias hambre. De hecho, los espíritus no tienen ningún tipo de necesidad —arquea las cejas en mi dirección.

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