Capítulo 14

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Recuerdo muy poco de lo que sucedió antes de dar de lleno con la morgue que funcionaba debajo del hospital. Principalmente porque todo lo que salía de la boca de Sherlock  Mamá me hacía sentir más y más estúpida.

»Volví a ver por la ventana, la ambulancia acercándose a velocidad. Yo no conocía el hospital, ¿cómo íbamos a llegar a donde tenían el cadáver?

— ¿Y bien? — ella me miró como '¿qué estamos esperando?'—. ¿Vamos?

— Camille, yo... No sé cómo llegar a donde se hacen las autopsias —negué con la cabeza, tirando de la piel del interior de mi mejilla con los dientes. Cosa que se sintió extrañamente normal, a pesar de no tener mejillas, ni piel, ni dientes concretos, solo la ilusión de ellos.

— Yo quiero ir con mi cuerpo —ella frunció el entrecejo, hablando despacio, como lo hace alguien que intenta explicar bioquímica a un niño de 8 años.

— Lo sé, lo sé —suspiré, evitando el contacto visual—; pero tu cuerpo está allá.

— Sé cómo llegar a mi cuerpo —su gesto se profundizó, parecía confundida.

— ¿Cómo dices?  —toda mi atención era suya.

— Sé hacerlo. ¿Tú no?

Abrí la boca para contestar.

Eh... No. No sabía. La primera vez logré arribar gracias a la súper energía de mi súper mamá, pero la segunda vez subí las escaleras y me aprendí el número de habitación. Ya sabes, la forma tradicional. De haber sabido que había un atajo, lo hubiese tomado hace eones y me habría ahorrado la fatiga de subir los escalones. Cómo odio subirlos. Danielle decía que quemaba cinco calorías cada vez que los tomaba, pero ¿qué son cinco calorías cuando gano mil en una sola barrita de chocolate?

De momento, había una duda aún más importante que hacía de mi cerebro una maraña de nudos.

— Entonces, si sabías cómo ubicar tu cuerpo todo este tiempo, ¿por qué me pides ayuda?

Quiero decir, claramente a ella se le daba mejor el mundo de las ánimas que a mí.

— No quería que me guíes, Kendall; quiero que me acompañes.

Afortunadamente, Camille no me dejó pronunciar sílaba alguna y tomó mi mano, transportándome en un segundo hacia donde tenían a una madre joven vestida de blusa celeste y pantalones beige, completamente pálida en una camilla, un claro síntoma de que está inerte. «

Pues bien, ¿qué hacíamos allí? Ni idea. Solo la gran Sherlock podría decirme. Miro entonces hacia los doctores que conversan al rededor del cuerpo, examinándolo superficialmente desde donde están, sin tocar nada. Hasta que se despiden y sólo queda uno para hacer la labor.

— ¿Para qué querías venir a ver esto? —pregunto, sintiendo totalmente innecesaria la escena.

Mas ella no escucha. O quizá sí y decide ignorarme. De las dos formas, se acerca a su otra yo y le acaricia cariñosamente el rostro. Con nostalgia. Como alguien que acaba de perder más de lo que en un principio pensó que tenía. Sucede, ¿no? No saber lo valioso que es lo que se posee hasta que se pierde. Unos segundos más tarde, la veo rebuscar en varios bolsillos.

— No está —dice en voz baja—. No está, no está.

— Tal vez se lo llevaron como prueba los oficiales —comento, sin saber muy bien a qué se refería.

Ella aprieta los labios, no tan segura.

— Se lo llevó.

— ¿De qué estás hablando? —pregunto, mientras ella ya se encontraba buscando en sus bolsillos. No en los de su cadáver, sino en los de ella misma.

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