El ex(41)

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—estás bien?—. preguntó Tae cuando pudo desprenderse. No quería soltarla, pero le urgía verla a la cara.

—si...—. suspiró. —solo que tuve demasiadas emociones por hoy —. Se alejó avergonzada, odiandose por su actitud. No tenía que abrazarlo. ¿Porqué ese afán de complicar las cosas? Ni ella lo sabía —quieres algo de tomar?

—un té estaría bien. Desayunaste?— quiso saber con sinceridad. Si bien, no hacía mucho que se había ido a vivir sola, sabía que Moa era de las que adelgaza de la nada y temía por su salud. Pero ella lo ignoró dándole a entender que no recordaba cuando había sido la última vez que ingirió algo descente.

—Dae, trae un té y un café con leche, por favor.

—pastel, agrega pastel—. sugirió el hombre

—pastel también—. Se quedó un instante atenta al teléfono, con la mirada fija en Tae.

—todo bien?—. preguntó el castaño. la mujer asintió.

—trae los antecedentes de las dos—. dijo cansada y bajó el tubo.

Suspiró por enésima y le hizo señas al chico para que tomara asiento. Lo siguió para tomar lugar junto a él, dudando en si dejar un espacio entre ellos. —a que se debe la visita?

—tu madre me llamó. Dijo que quería asegurarse que no estuvieras sola aquí y me pidió que fuera yo y no Joong quien se hiciera cargo de las acciones.

—si...—. ironizó. —seguramente fue por eso. Qué le respondiste?

—No sabía que existían esas acciones—. la miró atento. Maravillado por lo linda que se veía esa mañana. Tenía ganas de volver a abrazarla, pero algo dentro de él lo hacía sentir intimidado. Quizá, ese maquillaje perfecto del que no estaba acostumbrado o ese vestido de diseñador que la hacía lucir más madura, más imponente. Sacudió la cabeza, buscando encontrar a la Moa de semanas atrás.—no volvieron a seguirte?—. se acercó más. No quería ser invasivo, pero no podía evitar demostrar el agrado que su presencia le producía y el imán que era para su cuerpo que tanto la extrañaba.

—estoy bien, Tae. No te preocupes demasiado—. dijo distante, pero dejando que cortara la distancia y que las manos de él se adueñaran de su rostro.

—no puedo no preocuparme—.  confesó acariciando detrás de las orejas de la chica.

Se quedaron unos minutos así, en silencio. Compartiendo el espacio tenso pero ridículamente tranquilo y lleno de emociones que la soledad les brindaban.
Fué cuando la mesita que tenían enfrente comenzó a sonar, que Moa cortó el tacto de Tae y se inclinó hasta en dónde unos dibujos de botones descansaba. —Dae—. habló después de tocar un botón que emitía una luz roja.

—señorita. Tengo lo que pidió— se oyó en toda la oficina. El chico volteó buscando el origen la voz, provocando una carcajada en Moa.

—pasa—. ordenó tocando otro de los botones para abrir la puerta.

—qué elegancia de oficina. Quiero mi escritorio aquí, junto al tuyo—. bromeó.

Estaba por responder, era obvio que eso significaba que había aceptado la sugerencia de Sook. Pero se silencio por que su asistente ingresó con dos chicas. Una llevaba una pequeña caja adornada con el dibujo de un pastel y la otra una bandeja y dos tazas. —rápido o también tengo que explicarles que las cosas van en la mesa?—. dijo y miró a las chicas con desprecio señalando la mesa enana que hacía juego con los sillones. Tae notó la expresión de Dae y sintió cierto disgusto al sentirlo abusivo.

—cúal es el problema?—. preguntó elevando la voz. Moa le sujetó el brazo para calmarlo, pero Tae solo veía una injusticia y esas cosas lo ponían rabioso.

será nuestro secretoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora