Capitulo 7: Una flor de un día

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El día en que Lilian fue presentada en la corte con tan solo unos pocos meses de edad, Leandro se encontraba a la par de la Emperatriz, su madre. Con cabeza erguida y sentado con pulcritud en su silla. Ver a una bebé para él, al principio lo lleno de curiosidad, más por el motivo en que era su hermana de otra madre. Los rizos de su pequeña cabeza, se movían con gracia tras el manto que la cubría. Había sido llevada a la corte por su padre el Emperador, y las sirvientas que estaban a su cuidado, su madre no era digna de aparecer frente a la corte.

Había tenido suerte con nacer con los ojos de la familia real, si no, ni siquiera se molestarían en traerla a ese lugar. Leandro observó la mirada de desdén de su madre al ver a la bebé, así que retiró la mirada y solo escuchó lo que decía su padre.

—La nueva princesa del Reino a nacido, sus ojos así lo prueban. Le pondré por nombre, "Lilian" su significado es, "Parecida a una flor, un lirio". — Guardó silencio y observó a la bebé, la tomó en brazos y reveló su rostro, todos en la corte guardaron silencio. Leandro con curiosidad por la respuesta de los anfitriones observó la escena, peculiarmente el rostro de su hermana. Abrió levemente sus labios en una pequeña sonrisa. Era más hermosa de lo que había esperado, sus mejillas regordetas, rosadas, y sus largas pestañas demostraban que, en un futuro, sería una mujer hermosa. En aquel instante "Lilian" abrió los ojos con somnolencia, dejando entrever un precioso color puro y violeta. Le dificultaba mantenerlos abiertos, así que volvió a dormir.

—Felicitaciones Emperador, por su nueva hija, es preciosa.

Todos se levantaron con cumplidos y sonrisas, menos Vasile. Leandro se levantó y dio una reverencia en muestra de respeto. Dentro de su corazón, por alguna razón se sentía feliz de tener una hermana. Nunca se había sentido de esa manera, la felicidad que obtenía la adquiría de forma interesada, los cumplidos de su entrenador y tutores, eran vacíos, no tenían importancia para él, todo lo hacía perfecto.

Su madre le prohibió ir al palacio de su hermana durante bastante tiempo, pero, siempre se las arreglaba para darle un vistazo después de sus estudios. Las criadas hacían correctamente su trabajo, pero hacía falta algo. No sabía, que, pero por alguna razón intuyo que la expresión de la bebé nunca era feliz.

Llevaba sonajeros, piedras brillantes, juguetes, vestidos, e infinidad de objetos que podrían ser de utilidad para un bebé.

Cuando cumplió dos años de edad, se acercó al palacio. Su vestido amarillo concordaba con su cabello, la hacía ver frágil y pequeña, sus dos coletas danzaban cada vez que daba un paso. Su salud se estaba deteriorando poco a poco, era una niña frágil.

Una flor que temía durara un solo día.

—¿Hermano?

Leandro dio un salto al escuchar por primera vez su nombre, nunca habían entablado una conversación, pero se habían visto recurrentemente desde lejos. Se acercó y le entregó una muñeca.

—A las niñas les gustan este tipo de cosas, ¿verdad? —Se la entregó con cuidado y Lilian se quedó viendo la muñeca durante segundos que parecían eternos—. Tiene mi cabello. — Se sentó en el suelo y empezó a jugar con su cabello —. Gracias hermano, ¡Es tan bonita!

Ese fue su primer acercamiento.

Desde entonces se encontraban todos los días por unos minutos para pasar el tiempo juntos. Algunas veces no dejaban ver a Leandro a la princesa ya que dormía, pero aun así entraba a su habitación, tomaba asiento y la observaba dormir. En algunas ocasiones advirtió comportamientos irrespetuosos de su sirvienta hacia su hermana, la gota que rebasó el vaso fue cuando fue empujada, la sirvienta no había medido su fuerza, y Lilian cayó de espaldas. Esa fue la primera vez que Leandro asesino a una persona.

Nadie en el palacio dijo una sola palabra, era solo una criada, y él era el futuro emperador.

No podía permitir que trataran a la familia real de esa manera, aunque tuviera solo la mitad de la sangre real, seguía siendo su hermana. Una vez, cuando Lilian tenía cinco años, no había visto a su hermano por semanas, hizo un escándalo en todo el palacio. Arrojó todos los objetos de su habitación gritando una y otra vez:

"¡Quiero a mi hermano aquí, ahora!"

Nunca había obtenido atención por parte de nadie excepto de su hermano, a su madre nunca la conoció. Leandro era su soporte en ese solitario palacio, siempre le daba lo que pedía, y siempre estaba ahí cuando ella lo quería.

Lilian lo amaba.


[...]


—¡El emperador está aquí!

—El emperador... ¡Es papá!

¡Había venido a verla, por primera vez!

Veía tan poco a su padre, que en cada ocasión corría para verlo un poco más, pero siempre desaparecía o estaba rodeado de guardias. Se acercó y trató de tomar su mano.

—¡Papá!

Pero la retiró con desprecio. Lilian guardó silencio y dio unos pasos hacia atrás apretando la falda de su vestido.

—He venido a ver cómo está el palacio, todo está en orden al parecer.

Lilian enmudecida y con una extraña sensación en su garganta, solo asintió. Geral, el Emperador, observo por unos segundos a Lilian sin decir una palabra, en verdad se parecía a su madre.

—Eso es todo.

Esa fue la primera y última vez que su padre se acercó a su palacio y en consecuente a ella.

Leandro divisó la escena desde lejos, luego de eso, se acercó a ella, y simplemente la abrazó dejando unas cuantas palmadas en su pequeña cabeza. Lloró olvidando la etiqueta, y lo hizo delante de su hermano también por primera vez.


[...]


Dean llegó al reino.

En una ocasión, la sedujo con dulces palabras..., ¡Palabras que nunca había recibido de un hombre!, ella se enamoró perdidamente de él, su atención ahora le pertenecía. Leandro desde entonces, odio con todo su corazón a Dean, su relación con Lilian se había vuelto blanda, no pasaban tiempo juntos recurrentemente como antes, pero siempre la vigilaba para cuidarla.

Paseos, obsequios, atenciones que se vieron afectadas por una mujer de extraño color de cabello. Estaba perdiendo a Dean poco a poco, y lo perdió de la misma forma en que su padre rechazo su mano cuando era pequeña, él también lo había hecho de forma cruel. Tuvo miedo en aquella ocasión, no quería acercarse.

Los ojos de Dean, no eran los mismos de los que se había enamorado.

Lo odiaba y lo amaba, quería desterrar sus sentimientos, pero no era fácil olvidar el sentimiento hacia quien fue su primer amor.

Leandro había partido meses atrás a la frontera, al reconocimiento de nuevas tierras y vendría en semanas.

Sentía que estaba sola en el palacio, y en verdad así lo era.

—Hermano, vuelve pronto...





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Editado

¿Reencarne en una novela? I NOVELA RESUBIDADonde viven las historias. Descúbrelo ahora