Capítulo 34: Réquiem

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Cayden había vivido sus primeros años con entrenamiento arduo. Aunque para una persona que no perteneciera a los Delacroix, más que un entrenamiento, era un claro maltrato físico y psicológico.

Aunque nada raro ni fuera de lo cotidiano para esta excéntrica familia. A pesar de todo, Cayden creció sin algún sentimiento de rencor, ya que había sido criado y educado para mantener la tradición familiar. Para él, los azotes que recibía a diario como entrenamiento, y las torturas al cometer un error, eran esenciales. Ya que, en su vida, era imperdonable el cometer una equivocación.

Por una o varias razones que nadie le enseñó, pero que aprendió con el tiempo.

Los sentimientos, no son necesarios.

Equivocarse en su trabajo, significaba la muerte y la pérdida de su apellido para siempre.

Cayden de tan solo seis años, ya recibía misiones. Y todas fueron cumplidas con éxito.

La mirada de Cayden, carecía de brillo, era profunda, vacía, extraña. Como un enorme agujero negro, del que, si caías, no saldrías jamás.


[...]


Cayden corría por los tejados de la aldea en medio de la lluvia, como si de una simple sombra en la oscuridad se tratara, por su cabello corto azabache se deslizaban gotas de lluvia inclementes, y heladas. Estaba completamente cubierto de la cabeza a los pies, sus ropas oscuras como sus ojos y cabello. Aún era un niño, terminaba de completar una misión. La atención de Cayden, jamás se había visto afectada, pero por alguna razón, miro hacia la distancia, específicamente al bosque que estaba a solo unos kilómetros, y observó una extraña luz que crecía poco a poco con intensidad. Cayden resbaló y cayó tres pisos abajo.

Un temblor en su ceja denotaba una clara y creciente molestia por haber cometido un error de novato.

Cayden tomó un respiro y observó su muñeca, estaba fracturada. La ira, era inaceptable. Debía mantenerse siempre neutro. Para Cayden, un hueso roto, solo era una pequeña molestia. Tomo su muñeca que empezaba a ponerse rojiza, y puso el hueso en su lugar. Todo con una expresión tranquila. Se levantó e inspeccionó el ambiente, no había nadie. La lluvia siempre era un buen compañero.

Cayden decidió ir al bosque.

Luego de un par de minutos, a una velocidad casi imposible para un mortal. Llegó al lugar. Eran ladrones que al parecer tenían en sus manos una piedra de mana, que brillaba con intensidad.

Cayden se acercó silenciosamente y en un parpadeo todos se encontraron en el suelo con sus cabezas en una posición extraña. Usualmente su familia no intervenía en ningún problema a menos de involucrar dinero y a la familia real, pero Cayden lo había hecho por el mero sentimiento que le habían provocado de distracción. Como pago, tomó la piedra de mana y la observó. Cayden tenía conocimientos en mana, pero usualmente solo usaba su extrema habilidad física para llevar a cabo sus trabajos o misiones, el mana que poseía solo era un extra para él.

Esa noche, su padre golpeo con latigazos a Cayden. Nunca salía un sonido de su boca, a Cayden no le dolía realmente. Tenía una alta tolerancia al dolor, pero si era símbolo de humillación. Solo cuando cometía un error, que eran casi inexistentes, su padre lo castigaba, o bueno, a veces por nada, o por entrenamiento. Había castigos peores que el que estaba recibiendo, como por ejemplo estar encerrado durante meses con tortura psicológica, y eléctrica, en los adentros de la mansión; pero los latigazos, le recordaban a la deshonra y a la humillación que podía recibir una persona de bajo rango.

¿Reencarne en una novela? I NOVELA RESUBIDADonde viven las historias. Descúbrelo ahora