Capitulo 28

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Ginny estaba furiosa. Sus brillantes ojos escrutaban a los jóvenes magos. No estaba sola, junto a ella, estaba Harry Potter. Este parecía menos enfadado. Era comprensivo y mediador de los gritos de su esposa. Todos se encontraban en los acantilados, los chicos cargaban las escobas en sus hombros. No esperaban cruzarse con Ginny y Harry, lo que ponía más difícil darles una explicación en algún momento. Lo importante es que nadie estaba herido; solo el ego de James.

-¿En qué estaban pensando?- habló Ginny-¡Están en graves problemas!

Harry, su padre, apoyó su mano sobre el hombro de su esposa, calmando su furia, con aquel gesto de pausa. Pues, los chicos habían pasado tres días, intentando sobrevivir a la naturaleza y planeando salvar a su amiga. Harry Potter lo entendía, realmente. El zumbido del viento frío corría por la costa irlandesa llevándose los bufidos de Ginny.

-Mamá...Por favor, no ahora-pidió James, porque no estaba listo para oír los regaños de sus padres. Las lágrimas comenzaron a descender de sus ojos, el sabor salado de estas le daban un poco de consuelo.

-Hiciste todo lo posible-alentó su padre.

James Sirius sentirse decepcionado de sí mismo y con Maggie que esperaba que luchara por su libertad. El tiempo lo decidió todo, los jóvenes demoraron en unirse. Capaz sería diferente. Pero, no lo fue. Había roto ciertas reglas de los dioses que se mantenían en una existencia oculta para los mortales. Sin embargo, Coro rompió ese acuerdo con los demás. Fue la idea de James Sirius, a sus pasos lentos y torpes, logró formar algo a medida que avanzaban.

-¡No fui suficiente!- admitió el muchacho, limpiando sus lágrimas que no paraban de caer-. La quería...Pero, no me correspondió, ¿Quién asegura que va a estar bien?

-Volvamos a casa, ¿bien?-sugirió el famoso mago-. Necesitan descansar.

Ginny y Harry habían llegado, por la información de Rose. Y, el famoso mago no le resultó muy difícil saber dónde irían su hijo y sus sobrinos. Él hubiera hecho lo mismo. Tenían dos trasladores; el primero viajaría Ginny con los mellizos Weasley. El otro, Harry y James. Así fueron desapareciendo de Isla Man en Irlanda.

Cuando tocaron suelo. James cayó de rodillas, estaba derrotado por un dios del viento. Fue una burla, un juego de coraje y límites de su valor. Todo había sido un engaño, pero las fuerzas de ser un héroe eran verdaderas, tenía la valentía corriendo como sangre de oro. Harry se acercó, dándole suaves palmadas en la espalda. James tragó saliva, con dificultad. Sentía como su cuerpo temblaba, no quiso desvanecerse ante aquellos dioses, ante Maggie y delante de sus primos. No fue suficiente, pero reconoció que el destino no medía sus límites. Sabía que podría llegar más lejos, si pensaba con más lógica y estrategias en caso que las cosas se torcieran en su contra.

-Vamos, Jimmy-animó su padre-. Yo he tenido más perdidas, sinceramente.

-Estaban en otra época, en una crisis mágica-objetó el muchacho. No podía comparar los años noventa con esta revolución de computadoras y dioses nacidos de los conocimientos olvidados de las personas.

-El mal no desaparece. Sé que siempre tendré que estar preparado- dijo Harry.

James limpió sus lágrimas, sentándose sobre el suelo. Su padre sonrió, dándole una poco de esperanza. Se quedaron mirándose por un momento. El chico se incorporó, recibiendo la ayuda de su padre. Se encaminaron hacia el encuentro con los otros parados en el camino hacia el castillo de Hogwarts. Aun las clases no terminaban, solo quedaban dos semanas.

-Bueno, la directora querrá hablar con ustedes, personalmente-dijo Ginny, acercándose a su hijo y lo besó en la frente.

-Nos dará un castigo por la eternidad, sin dudar-reconoció Fred II, pasando su mano por su cabello- ¡Demonios! Mis padres...

-Al menos, sabemos que los dioses griegos y otros existen bajo la superficie de nuestros ojos-objetó Roxanne, ignorando la crisis de nervios de su hermano.

-Descansen-dijo Ginny y Harry-. Nos veremos en las vacaciones.

Los adolescentes se despidieron, ingresando por la entrada principal del castillo. Así mismo, una mujer hizo aparición a medio camino. Era la directora McGonagall con su túnica azul y el impecable vestido del mismo tono. Llevaba un collar de camafeo de un retrato de algún familiar estimado. Y, su gris cabello estaba recogido en una corona de trenzas parecía de esas institutrices del siglo veinte. Incluso, las manos entrelazadas y los ojos examinaban detenidamente a sus estudiantes.

-Acérquense-pidió la directora sin aflojar su postura de autoridad. Los jóvenes intercambiaron una mirada, avanzaron hasta ella-. No me sorprende que los Potter rompan los paradigmas. Y, que los Weasley sigan las hazañas.

-Directora, fuimos por...

-Aún no terminé, señor Weasley-lo detuvo subiendo un poco su tono de voz-. Estarán castigados hasta el final de semestre. Sin Quidditch, el último partido lo verán desde las gradas. Su jefe de Casa se ocupara de no perderlos de vista, otra vez. Espero que puedan cumplir con estas normas. Y, su intrépida escapada, desobedeciendo mi responsabilidad estará en sus expedientes. Las academias tendrán en cuenta sus faltas.

-Un momento, directora-dijo Roxanne-. Pensaba unirme al Coro el año que viene, ¿podré participar?

-Eso lo veremos luego-respondió-. Ahora, vayan a su Casa. Mañana comenzaran con sus castigos, por separado.

-Sí, directora-respondieron al unísono.

Los chicos ingresaron al castillo, seguidos de la mujer.

Entre la snitch y el viento [Editando]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora