Capitulo 12

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Obviamente, que Maggie Simmons sabía que buscaba James Sirius, la razón por cual insistía en mantener una charla por minutos y luego, irse. Pero, no podía confesarle a todo Hogwarts, que era una legeremente, herencia de su abuela Muriel Simmons. Dado que llevar tal peso en sus espaldas; leer la mente de las personas que iba conociendo le causaba problemas. Lo desagradable, es que había un setenta por ciento de ellos que tenían pensamientos negativos de Maggie. Por eso, prefería no darle sentido a su poder para no dejar caer en la decepción que esas personas le tenían desagrado. Comentarios como "Su pelo parece de paja" "¿Cómo puedo jugar quidditch? Es tan torpe" "Con razón, no tiene novio"

Estaba sentada en una gran roca, rodeada de hongos blancos y algunas lagartijas se alejaban de ella, rápidamente. Frente de sus ojos café, se hallaba el Lago Negro. Últimamente, todo el instituto peleaba por ocupar una parte de las orillas para descansar y despejarse del castillo. Maggie descubrió una colina a medio kilómetro, casi entrando al Bosque Prohibido. También, Sierra y Debrah conocían este sitio. Eran las únicas chicas de Huflepuf que se animarían a entrar al bosque. Aunque, todos los demás tuvieran una errónea idea que esta Casa no fuera valiente ni tan inteligente. Solo, eran malos comentarios, que Maggie oía todo el tiempo de Huflepuf.

-Margarita Simmons... ¡Por fin, a solas!-esa voz sonaba como las cascadas más fuertes del mundo. Era arrastrada, fría y peligrosa.

A las espaldas de la joven chica, se encontraba la figura borrosa de un hombre bastante alto, pero, era una imagen que no tenía gran potencial para presentarse en el mundo de los vivos. Era un fantasma. Maggie estaba insegura, hubiera venido con compañía; Sierra quería adelantar el tomo de transformaciones, y su prima, quería dormir una siesta antes de la cena. El sudor frío de su cuerpo, corría por su frente deslizándose por su rostro confundido. Se reincorporó, quedando frente a frente, a una distancia de dos metros de aquella presencia.

-Eres difícil de contactar. Y, eso es bueno, Simmons.

-¿Qué...?

-¿Qué soy? Soy la única persona que no podrás leer la mente. Porque, digamos, que soy quien ofrece ese don a los magos y brujas que desee.

-¿Eres mago? Digo, lo fuiste.

-Sí. Tengo un largo linaje de talentosos lectores de pensamientos y conductas, Simmons-asintió el ser. Se movió un poco de su lugar, generando una cadena de nervios en el cuerpo de Maggie-. Necesitamos hablar. Ya sabes, la magia tiene sus ventajas para tener una vida más fácil. Pero, sus desventajas no son muy cómodas de aceptar.

-¿Quieres decir que todos tenemos que hablar con fantasmas?

Hubo una pausa. Maggie imaginó que este raro y tenebroso sujeto estaba sonriendo con burla. La noche se acercaba, las pocas luces del atardecer se apagaban a cada segundo. Pronto, estaría rodeada de la oscuridad y sonidos nocturnos provenientes del bosque prohibido. Recogió sus cosas, rápidamente. Sin dejar nada. Comenzó a caminar, lo más rápido posible. En el momento, que tropezó con una roca saliente del suelo y cayó. Golpeó su cabeza, haciéndose una herida en la frente. Se levantó, con quejidos y corrió, lejos de aquella aparición del mundo de los muertos. No entendía qué pasaba con ella, ni porqué las pesadillas venían tan seguido a su mente. No quería ser parte de una amenaza mágica. Tenía miedo. 

Las manos de Hugo Weasley sostenía dos patas de pollo frito, mordiendo de estas, alternativamente. Las muecas de desagrado de su hermana mayor, Rose, no le daban impedimento para continuar comiendo como un pobre chico. A su izquierda estaba James Sirius viendo las grandes mordidas de su primo de tercer año. Parecía no importarle los modales en la mesa, a pesar de los regaños de su madre Hermione.

-Vas a ahogarte con pollo, Hugo-mencionó Rose, negando con la cabeza-. Le escribiré a mamá sobre tu comportamiento. Y, decirle que mi hermano se convirtió en un cerdo.

-Relafjatfe...

-Primero, traga tu comida-le pidió Rose asqueada.

-Deja al pobre Hugo-intervino James Sirius- Ahora, necesito tu cerebro para un plan.

-¿Tenemos que hablarlo aquí?

-Mientras más sepan, más rápido lograremos que Simmons dejé de ser misteriosa y arruinaremos su plan maléfico.

-¿No tienes un poquito de obsesión con ella, primo?-dijo Rose con un suspiro. Estaba cansada de rechazar a James Sirius sobre este tema-. Tenemos tantos primos, y solo te interesa mi pensamiento, que hace una semana te estoy diciendo loco.

James Sirius rodeó los ojos hacia la joven pelirroja. Tomó la jarra de jugo de calabaza, vertiendo el líquido en su vaso y bebió sin apartar la mirada de su prima. Los murmullos del gran comedor se mezclaban con la mirada persistente del muchacho, que buscaba un modo de forzar la investigación fracasada con su prima. Quería tener éxito, así como su padre logró descubrir muchos misterios...que siempre lo llevaban al peligro y a las personas a su alrededor, también. Digamos, que esas ocasiones, los peligros lo buscaban a su padre todo el tiempo.

-No voy a meterme en líos por tus raras manías de pendejo.

-Auch, soy precavido y sé que ella esconde algo.

-Entonces, comienza a contar las pruebas que tienes entre manos, que sean fiables-le señaló Rose, tomando un pan de una cesta que pasaba volando frente a ellos- Necesitas pruebas. Todo crimen tiene sus indicios, así se descubre al responsable y todo se controla.

-Cierto...Pistas.

-James, no hagas trampa.

-Pistas...Gracias, Rose, siempre me salvas en todas.

-¡Ni que lo digas! Si no fuera por mí, estarías perdido hace tiempo. 

Entre la snitch y el viento [Editando]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora