Maggie rasguñaba la tierra negra con terror. En algunas partes del terreno, había pozos que arrojaban aire caliente. La neblina se volvía muy densa, que solo veía diez metros a su alrededor. Las uñas se enterraban en el suelo, Maggie era arrastrada por una fuerza invisible; con la sensación que unas desconocidas y fuertes manos jalaban de sus pies. Intento gritar en busca de apoyo, no existía persona que pudiera salvarla de la situación. Por último, su figura se perdió en la oscuridad, tragada hacia algún desconocido lugar y la neblina se intensificaba, escondiendo la tierra levantada de su intento de liberarse.
Maggie cayó de la cama, golpeando su cuerpo contra el piso de moqueta de color mostaza. Abrió los ojos, tardando unos segundos en reconocer dónde estaba. Su cuerpo estaba caliente, sudado y tembloroso. No entendía a dónde querían llegar estas pesadillas, dado que su secuestro y las sombras siempre eran lo mismo; a veces, cambiaba el paradigma de la escena y el secuestrador no se mostraba, era invisible. Se sentó, flexionando sus piernas contra su pecho y respiró varias veces, sosteniéndose de esa tranquilidad. Afuera del castillo, llovía. Pero, la Casa de Huflepuf se hallaba en las mazmorras, por lo tanto, los ecos de los truenos se convertían en rugidos de dragón. Perfectamente, orientado a despertarte de una horrible pesadilla y seguir metida allí.
-¿Por qué yo?-se preguntó en un susurro para sí. Abrazó a sus piernas con más fuerza, capaz que la autocompasión sirviera de algún modo-. Por las barbas de Merlín...
-¿Maggie?-habló alguien en la oscuridad del dormitorio compartido. Giró su cabeza en busca de esa voz femenina, encontró a Sierra desde su cama, mirándola con su lámpara encendida- ¿Por qué estás en el piso?
-Si te contará, dirás que estoy loca.
-Siempre serás una loca-reconoció su amiga- Tus pesadillas, ¿no es así?
-Duerme, no quería molestar a nadie-se disculpó Maggie avergonzada. Su amiga asintió con pena, apagó la lámpara y se removió debajo de las mantas amarillas.
Se reincorporó despacio. Notó que le faltaban fuerzas para moverse, entre la oscuridad y los truenos que llegaban a las mazmorras del castillo, se digirió al baño para refrescar su cara y animarse a sí misma. Trato de no hacer mucho ruido con la puerta de toilette, entró y chasqueo los dedos para que las velas mágicas respondieran a ese sonido. Se acercó a uno de los cuatro lavabos, abrió los grifos. Trelawney no llegó a responderle sus dudas, solo se quedó murmurando para sí misma. No sirvió su apoyo para calmarla. Metió las manos debajo del agua, se enjabonó y limpio el sudor. En ese momento, se fijó que sus uñas estaban llenas de tierra negra. Soltó un quejido de sorpresa. Miró sus manos de todos lados, sin descubrir más mugre en ellas. Nada más, sus uñas cortas estaban sucias de tierra. Lavó su cara con bastante agua, sintiendo como la respiración se aceleraba, recordando la pesadilla.
-Carajo...
A la mañana siguiente, las primeras horas del día comenzaban. También, los hambrientos adolescentes llegaban a devorar todas las delicias del desayuno, y recibir el correo de sus lechuzas. James Sirius estaba bebiendo su café con leche, mientras observaba la mesa de Huflepuf por la derecha. Especialmente, el rostro pálido de Maggie, que vacilaba en comer la rosquilla de manteca que tenía en su mano. Era curioso, verla detenida en sus pensamientos. Tal vez, tramaba algo. Una mano se posó sobre el hombro de él, despegó la mirada verde de las raras caras de Maggie y miró a su prima, Rose. Sonrió, dejándole un espacio.
-Estás distraído en las clases- señalo la joven pelirroja, tomando una galleta de avena-. Y, no voy a seguir cubriendo tus tareas, James. Hazte responsable de tus estudios.
-¿Qué tiene Simmons? Mira mucho su comida.
-James...
-Parece enferma-continuó pensativo-. Serán sus poderes que le dejan sin energías...Debe serlo.
-Ya comprendo por qué no atiendes a las clases-advirtió Rose. Rodeo los ojos y comió su galleta-Cuando tengas ganas de ser el James que todos conocemos, entonces hablemos. Pero, en este estado de alerta permanente, me irritas.
-Hablaré con ella, ahora-seguía James Sirius hablando con sí mismo. Ignorando a su prima que se preocupaba por su obsesión con Maggie Simmons.
James Sirius dejó su desayuno. Se reincorporó inflando el pecho con gran confianza y energía, dirigiéndose a la mesa de Huflepuf. Algunas miradas iban hacia él, algo que no le importó por nada. Llegó hasta el sitio de Maggie, que no dejaba de observar fijamente su rosquilla. El joven extendió su mano, agarró la dona y le dio una mordida.
-¡Riquísima! Tiene mouse de limón-le dijo James Sirius- Deberías comerla y no mirarla como si quisiera morderte la nariz.
-¿Qué quieres? -le dijo a secas.
-¡Vengo a desearte un buen día!-le respondió con un guiño. Los estudiantes cercanos a estos dos, se intercambiaban miradas interesadas en la charla-. ¿Y, cómo dormiste?
-Potter, -lo llamó entrecerrando los ojos, en busca de tranquilidad- todos nos miran como si fuéramos la pareja del año.
-Es la ventaja de hablar conmigo. Tendrás a todos a tu alrededor.
-Odio las multitudes de gente, y más si soy yo quien causa ese interés ajeno-le inquirió molesta. Se reincorporó, tomando su bolsa y lo miró con desgano-. Deja de seguirme. Le diré a tu Jefe de Casa, que estás acosándome.
-Tranquila, intento conocerte ¿eso está mal?
-Tengo clases. Adiós...
Maggie se encaminó hacia la salida, con sus pasos lentos y chocando algunos estudiantes que se movían por el estrecho pasillo de las mesas. Siguió, avanzando perdiéndose por la salida del gran comedor. James Sirius dio otra mordida a la rosquilla, hasta terminarla.
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Entre la snitch y el viento [Editando]
Fiksi PenggemarTodos tenemos un talento que nos destaca entre todos los demás. Ahí esta, Maggie Simmons siendo la más poderosa bruja a sus quince años. Pero, desconoce que tan lejos puede llegar con sus poderes. Un juego que no querrás perder Créditos a la portada...