-Capitulo 10-

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Maggie sentía el viento clavarse en la piel como miles de agujas, causando cosquillas agradables en todo su cuerpo. El juego de mecerla de un lado a otro, montada en la escoba; adormecía su visión y la snitch pasaba delante de sus ojos dorados como si se burlará de sus divagaciones. La chica disminuyó la velocidad, quedando suspendida en el aire donde se quedó apreciando los segundos, para volver a su tarea como buscadora imbatible desde hace dos años. Los aleteos de aves que se cruzaban los alrededores del estadio, los crujidos de las bancas debajo de los cuerpos de los pocos espectadores y la snitch seguía revoloteando por las torres. Acechando su talento, riéndose con sus miles de aleteos.

-Te encontré por tercera vez...

Maggie recorrió el estadio, a medida que iba bajando despacio. Los demás seguían jugando. Llegó hasta las torres, volviendo a perder de vista a la snitch. No tenía que usar sus poderes, había gente por todos lados. Cuando sus ojos se cruzaron con James Sirius Potter en una de las bancas del estadio. Esa era una razón para no equivocarse.

-Simmons-llamó su capitana- ¿Qué haces?

-Nada...Lo siento.

Continuó con la búsqueda sin poderes, siguió dando vueltas sobre su escoba, una Saeta de Fuego obsequiada por su padrino, Ranald Simmons. La maldita snitch tenía la necesidad de reírse en su cara, un mal día para ganar un partido. Habían usado el mismo modo de estrategia para el anterior partido, pero sus compañeros de equipo no sabían que ella utilizó su don para terminar el juego. Nadie lo notó, excepto su pequeña prima y James Sirius, el otro equipo.

Se rindió. Maggie descendió hacia la superficie, donde se encontró con los demás. La capitana, Sabrina Campbell, echaba fuego de sus ojos celestes. A nadie le gustaba que la furia de la joven se descargará con ellos.

- ¡Maggie! -gritó la capitana de Huflepuf- ¿Qué demonios te sucede? ¿Es tan difícil hacer el final del juego?

-Tranquila, no nos grites-pidió Carter Adler. Era el primer bateador.

-¡Agh, son unos mensos!

- Y, tú, ¿qué? -protestó Maggie- ¡Solo, das órdenes y por lo que vi, no has metido ningún punto!

La capitana se giró, rápidamente a su buscadora, dio unos pasos firmes y le apuntó con el dedo amenazante. Maggie frunció las cejas con fastidio, casi siempre solían discutir cuando entrenaban, por diferentes opiniones sobre la jugada. Pero, fuera del estadio, eran amables y divertidas entre sí. Los demás se retiraron a los vestuarios.

-Vete a quitarte el orgullo, Simmons.

- ¡Qué carácter...! -dijo ella-. Ahora, entiendo por qué los chicos te rechazan.

-Voy a hacerme la idiota, y no haber escuchado eso.

-Como quieras.

Maggie pasó por su lado, sin decir nada más. Sujetó su escoba sobre los hombros, mientras que su capitana se encargaba de guardar las pelotas de quidditch en el cajón. Siguió caminando, entrando al interior del estadio. Avanzó, pensando que, a veces no querer usar sus poderes constantemente la ponían en una situación de tensión y mal momento. Ojalá pudiera mejorar sin ellos en el deporte más famoso del mundo mágico. Dobló a la izquierda, un largo y estrecho corredor. Las antorchas ardían sobre el camino y el olor a humedad, le recordaba a los días de campo con sus padres. Entró al vestuario, donde vio a las otras cazadoras que conversaban entre ellas. Seguramente, estuvieran comentando sobre la capitana y ella, casi siempre enfrentadas.

-Hola...

-Simmons-dijo la segunda cazadora. Juliette O'Malley.

- ¿Qué paso allí? -dijo la otra, quitándose los calcetines sudados.

-Me distraje.

- ¡Qué raro en ti! -comentó Juliette-. Siempre eres segura y decidida.

-Todos tenemos un mal momento-se defendió Maggie. Se ubicó en su casillero, donde sacó su ropa y zapatillas-. Ustedes, estuvieron muy bien.

Siguieron desvistiéndose y guardando los uniformes del equipo en las taquillas. A los segundos, apareció Sabrina quejándose del cajón que, siempre movía para los entrenamientos. Esta vez, los chicos la dejaron a solas con aquello. Maggie cerró su taquilla, cargando su escoba. No quería conversar ni siquiera pedirle disculpas a Sabrina por ser directa y defenderse de sus quejas.

James Sirius estaba aguardando a la salida del estadio. Por el momento, no vio salir a Maggie Simmons. Se sentía ansioso por interrogarla, aunque no estuviera seguro que le diría exactamente. Supuso, que lo haría en la marcha de la conversación. Unas risas llamaron su atención, giró su cuerpo hacia la salida. Dos chicas de Huflepuf venían caminando, entre risas y bromas. Eran las cazadoras. El joven se acercó a ellas, impidiendo el paso. Estas muchachas se detuvieron, de repente. James Sirius dio dos pasos hacia atrás, estaba demasiado cerca de ellas.

- ¿Maggie? -preguntó él.

- ¡Guau, realmente te interesa! -dijo Juliette.

- ¡No, nada que ver!

-Claro...En un rato, viene. Se quedó con la capitana.

-Está bien-dijo, haciéndose a un lado. Las cazadoras se rieron, continuaron caminando, murmurando cosas sobre él. Debían pensar que estaba loco por una chica como Maggie. Tuvo una idea, camino hacia ellas rápido- ¡Esperen!

Las chicas obedecieron, se detuvieron a unos diez metros de James Sirius. Se acercó, intentando calmar su ansiedad. Las chicas de cabellos de color café, de ojos brillantes y sonrisas afables esperaban que el chico de Gryflindor soltara lo que tuviera en mente.

- ¿No notaron nada raro en Simmons, durante los partidos u otro momento?

- ¿Cómo qué? -dijo Juliette

-Poderes...

Juliette intercambio una mirada con su amiga, sin esperar esté tipo de cuestionamiento del muchacho. En ese momento, apareció Maggie y Sabrina. Los tres se giraron a estas, que charlaban de trivialidades como si fuera que nunca se detestaran lo suficiente. James Sirius se alejó de las cazadoras, se dirigió hacia Maggie, sujetándola del brazo y la corrió del camino.

- ¡Suéltame, idiota! ¡Me lastimas!

-Estoy tan seguro que tienes poderes, no puedes engañar los partidos por siempre, Simmons-le soltó James Sirius rápidamente. La joven lo miró con confusión, disimulando que tuviera razón.

-Todos dicen que estás actuando raro, Potter.

-Soy precavido, no estoy loco.

-La fama de tu padre te pega duro, ¿no es cierto? -le recalcó, el chico la miró molesto-. No sigas con este tema. No lograrás nada más que te odie.

Maggie se soltó del agarre del joven, retirándose con la cabeza en alto hacia el castillo. Se reunió con sus jugadoras y la capitana que la esperaban. Dejó a James Sirius en ridículo, sin darse cuenta que algunos espectadores los miraban extrañados. Perfecto, quedó como estúpido entre un 3 % del colegio.

Entre la snitch y el viento [Editando]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora