-Capitulo 07-

371 35 1
                                    

Rose Weasley leía concentrada su manual avanzado en Pociones, no era una materia que le definiera como bruja pero, sus últimas calificaciones le preocupaban más que la pubertad a sus catorce años. El sillón donde se encontraba, se hundió a su izquierda. La joven pelirroja levantó su cabeza, hallando el cuerpo afligido de James Sirius mirando la chimenea con pocas maderas quemándose para brindar calor a la sala de Gryfflindor. Su prima le miró con recelo, conocía los movimientos disimulados del chico cuando tenía problemas en sus clases, o se metía en líos, recurría a ella. Rose cerró su manual con un golpe seco, giró su cuerpo hacia James Sirius.

-¿Y, ahora qué hiciste?-preguntó Rose, cruzándose de brazos. 

-Por el momento, nada de nada.

-Mmm-vaciló la chica, entrecerrando los ojos verdes- Sabes, qué no tengo experiencia en el amor.

-¿Por qué crees que es una chica?-le atajó. Rose soltó una risita de burla ante su primo, que le fulminó con la mirada-. Bueno, es una chica, pero no tengo esas intenciones.

Su prima negó con la cabeza. Apareció Lily Luna con una sonrisa en su infantil rostro de doce años, tan pelirroja como su madre y la calma de su personalidad daba la impresión que no era una problemática, no había que confundirse. Después de todo, era hija de Harry Potter y hermana menor de James Sirius. La muchachita se sentó entre medio de ellos, mirándolos con entusiasmo. Quería interesarse de las travesuras de su hermano mayor, y los regaños de Rose a él. James Sirius se arrellanó sobre el sillón, observando el fuego consumiendo las leñas de la chimenea, encima del retrato de Godric Gryfflindor que parecía meditar consigo mismo.

-¡Ah, vamos!-dijo Lily Luna, tras el silencio de estos dos- ¿Qué pasa?

-James está enamorado-contestó Rose. El chico giró su cabeza con rapidez, provocando un tirón en su nuca y soltó un quejido.

-¡Que no es así!-protestó con gestos en sus manos impacientes.

-¿Quién es? ¿Estás seguro que la amas?-preguntó su hermana, acomodándose para oír la historia de James Sirius.

-¿Qué les pasa? ¡Por las barbas de Merlín!-bufó el chico. Las muchachas intercambiaron una mirada-. No todo se pinta de rosa. Solo, tengo un presentimiento.

Hubo una pausa entre Rose y Lily Luna. Regresaron las preguntas de su hermana como toda apasionada periodista, que aspiraba en ser dentro de unos años. Las risas de burla de su prima le daban pereza tener que contarle su tipo de sensación que la directora y Maggie Simmons estaban escondiendo algo ante todos. 

-¡Patrañas!-dijo Lily Luna-. Solo, no quieres hablar de tu amada porque te sientes avergonzado que sea una chica de Slytherin. Entiendo, en serio.

-Cállate, Lily-le ordenó James Sirius. Se cubrió la cara con ambas manos avergonzado que su hermana menor estuviera divagando un rumor absurdo, que en pocos días todo el instituto estaría enterado. Esperaba eso de las mellizas, Lucy y Molly II.

 Dio un resoplido de fastidio. Se levantó del sillón,  su hermana continuaba preguntando como si trabajará para la revista juvenil "Corazón de Bruja". James Sirius se encaminó hacia el dormitorio de su curso, esquivando a otros estudiantes que aún deambulaban por la sala. Estaba agotado. 

A la mañana siguiente, Maggie Simmons cayó de su cama y termino sobre el suelo ante los gritos de sus compañeras, que discutían con pavor. Entre esos miles de insultos, salían el nombre de Nathaniel. Parecía que todas eran engañadas por ese rostro bonito, ojos inocentes y la sonrisa blanca del joven de séptimo año. Se reincorporó, moviendo su hombro que recibió el choque contra el suelo de madera. Caminó hacia la cama de Sierra, que estaba disfrutando de las disputas de Dominique Weasley y Caroline Burke. 

-No puedo entender a los hombres, ¿sabes?-mencionó Sierra, apoyando su codo sobre las piernas cruzadas-. Y, las mujeres que pelean por ellos. En vez, de alejarse.

-Mírate-dijo Maggie con notable sarcasmo- Tú, hablas con él todo el tiempo. Suspiras cuando sonríe y tienes una cara de idiota cuando lo ves por los pasillos-le inquirió con ironía. Su amiga intentó hablar, la mano de Maggie le detuvo hasta que lo dijera en voz alta-. No estoy celosa. Pero, sigue tus propios consejos. Hay más chicos en Hogwarts. Nathaniel es un idiota fracasado.

Sierra acomodó sus gafas observando el repentino mal humor de su mejor amiga. Las chicas dejaron de pelear, a puros gritos y escupiendo saliva por todo el suelo. Maggie bufó, poniéndose de pie. Decidió vestirse lo más rápido posible, así perderse de estas jovencitas enamoradas del mismo joven. Regresó a su cama, donde abrió su baúl y sacó unos nuevos calcetines, ropa interior. Recogió su uniforme, entró al baño para prepararse. También, dejó de oír los gritos de la chica Weasley. Ella tenía una gran carácter, era gentil y algo gruñona. Las hormonas de los adolescentes. Cepilló sus dientes con energía, observando su aspecto maltratado de las noches con pesadillas recurrentes. En serio, que no quería ver a la profesora Trewlaney, era algo incómodo y los rumores en el instituto corrían más rápido que un ave fénix.

Ya vestida, aliñada y el cabello recogido en una cola extremadamente alta, cayendo mechones sobre sus hombros. No le dio importancia, pues no tenía que impresionar a nadie. Las chicas enojadas se fulminaban con la mirada desde un extremo del otro del dormitorio. Maggie suspiró, alguien tenía que frenar las pésimas conquistas de Nathaniel o, un amigo que le expliqué que no sea tan estúpido en invitar a dos chicas de la misma casa, a Hogsmeade. Le parecía poco inteligente, también divertido. Salió del dormitorio, recorriendo un pasillo anaranjado con velas encendidas en las antorchas y unas plantas decoraban las esquinas del corredor. Atravesó una puerta, llegando a la sala común de Hufflepuff. En ese momento, la capitana del equipo de quidditch se acercó a ella.

-Tenemos entrenamiento el viernes a la tarde-le informó, se veía ojerosa y estresada-, intenté que sea más temprano. Ravenclaw tiene favoritismo con la entrenadora.

-Es su jefa de casa, ¿no?

-Cierto, malditos...En fin, nos vemos por ahí-se despidió. Pegó media vuelta. Maggie jaló de su brazo rápidamente, regresándola a su lado y un cojín voló delante de ellas. Si Sabrina continuaba allí, habría recibido el golpe- ¿Cómo...?

-Suerte, ¿recuerdas?-dijo Maggie fingiendo no entender nada- En serio, tengo un buen año. Las cosas salen bien-le dije, tras leer la mente-. Nos vemos, Sabi.

Entre la snitch y el viento [Editando]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora