|3| El padrino

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Iris

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Iris

Enfoco mi objetivo. Mis ojos observan el lujoso restaurante en la lejanía.

Respiro profundo para calmar mi respiración mientras me enfoco en mi próximo objetivo.

El padrino de la Cosa Nostra.

Sin siquiera saberlo, ese hombre se ubicó de forma perfecta en mi campo de vista para hacer un tiro impecable. Me hizo más fácil terminar con él.

Era un hombre de aspecto aristocrático que deslumbraba con su sonrisa, daba la imagen de ser una persona carismática que no estaría en negocios ilegales, quien iba a imaginar que hacía parte de la Cosa Nostra, la organización criminal liderada por la familia Amuso.

No es de extrañar que estuviera derrochando dinero a diestra y siniestra o que estuviera rodeado de mujeres que rondan la mitad de su edad. Pero, ¿qué más se puede esperar de alguien como él?

Llegó el gran dilema, quiero que sufra o que muera rápido. ¿Disparo en la pierna? ¿Disparo en la cabeza? ¿O un tiro al corazón?

Miré la hora para ver si tenía tiempo o no. Suspiré al ver que ya casi iba a ser media noche, no tenía mucho tiempo y me tuve que conformar con un tiro en la cabeza.

Contengo mi respiración y estiro mi cuerpo para luego enfocar a mi víctima y alinear mi McMillan Tac-50, un fusil de francotirador de largo alcance. Aprieto el gatillo terminando con la vida de un traidor.

Su cabeza prácticamente explotó, su sangre salpica en las paredes y en las mujeres que lo acompañaban mientras su cuerpo sin vida cayó inerte al suelo. El equipo de seguridad corrió hacia él, unos buscaron la forma de ayudarlo, aunque era imposible, y otros sacaron sus armas con cara de confusión. Trataban frenéticamente de comprender lo que acababa de suceder.

—Implacable —susurro para mi misma cuando mis labios se curvaron en una sonrisa.

Me levanto de mi posición y empiezo a empacar mi fusil. Desmonto el arma en un tiempo récord, me sacudo el polvo de mi ropa negra y limpio una gota de sudor en mi frente.

Me cubro el rostro como acostumbro a hacer para evitar que se sepa quien soy. Saco las llaves del deportivo que están en el bolsillo de mi pantalón. Con mis uñas golpeteo el vidrio de las llaves creando una melodía y tarareaba Heaven de Julia Michaels. Excelente canción. Agarro mi rifle y bajo las escaleras.

El punto de vista que elegí fue un antiguo edificio que servía de almacén y que estaba a unos dos mil metros de distancia del restaurante aquí en Palermo.

Todavía tarareando bajo rápidamente cuatro tramos de escaleras del edificio abandonado. Las sirenas sonaban en la distancia, sabiendo que estaban limpiando el desastre que hice. Sonreí con satisfacción mientras observaba el paisaje, extrañaba Grecia y Calabria.

El Juego ProhibidoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora