Iris DeSantis es el mito que recorre el bajo mundo. Ella es la personificación de la guerra, el poder y el dominio. Fue entrenada desde pequeña en el régimen del Consejo, una organización nacida de la unión de los cabecillas de las mafias más podero...
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Noviembre del 2015.
Francia.
Iris
—¡Hicimos un trato y me traicionaste!
El lado derecho de mi cara está en llamas y ya no puedo ver con el ojo debido a toda la sangre. Una de mis amigas se encoge de miedo en un rincón de la habitación, con su vestido lleno de tierra y la sangre fluyendo alrededor de sus pies. Salto cuando otra bala se dispara a mi lado y otro hombre cae al suelo. Una hilera de hombres está de pie contra la pared, algunos temblando cuando su compañero cae muerta junto a ellos.
—Dejas que te contaminen —. Gruñe en mi cara y niego con la cabeza cada vez. Nunca había estado con nadie más que él. Solo él. Nadie más.
—No, no lo hice, Alekai, te lo juro, no lo hice. Por favor, créeme—. Me arrodillo a sus pies llorando y no sé si estoy llorando porque cree que le he hecho daño o porque seguramente me matará por algo que no hice.
—Por favor, Alekai, tu sei il mio re, mio marito. Yo nunca lo haría—. «Eres mi rey, mi marido»
Levanto las manos frente a mi cara, suplicándole piedad. Mis manos están cubiertas de sangre que no es mía. Mi vestido está empapado por la bala que atravesó el cuello de su oficial, se desangró justo en frente de mí.
Solo quedan tres hombres en pie, todos heridos cuando Alekai comenzó este alboroto. Intentando encontrar a un hombre que no existía, tratando de castigarme por algo que no hice. Sus ojos oscuros recorren mi figura arrodillada y sé que me ama así. Inclinándome ante él porque es mi amo.
Se inclina presionando un fuerte beso en mis labios, la presión hace que el corte en mi labio inferior se vuelva a abrir, sangre goteando por mi barbilla. —Te amo, Dios, te amo—. Gruñe, sosteniendo la parte de atrás de mi cabello como rehén, asiento con la cabeza, apretándolo con fuerza diciéndole una y otra vez que lo amo, que él es todo lo que quiero. Todo lo que necesito.
Mentirosa. Cuanta mentira, solo veo rojo cuando pienso en él. Quiero matarlo, lo anhelo.
—¡ARRODÍLLENSE ANTE SU REINA! —grita y los hombres caen de rodillas, al nivel de los hombres muertos y sangrando en el suelo.
Sollozo de alivio y él trata de consolarme, hablando en voz baja: —Lo sé, pequeña esposa, lo sé—. Tengo hipo, con tanto dolor, pero no puedo dejar de llorar. —Pero aún debes ser castigada, debes aprender—. No sé lo que quiere decir, pero comienza a dirigirse hacia una de mis amigas. Grito, el mío se vuelve borroso con el de una de mis amigas cuando la agarra, con la mano alcanzando su cuello. Se retuerce en su agarre gritando por mi ayuda y yo grito.
—¡Alekai, no la toques! ¡Me lo prometiste, me lo prometiste!— Le grito, arrodillándome en el suelo sosteniendo su pierna para evitar que se mueva. Mi vestido está medio arrancado y hay tanta sangre por todas partes que no sé si es mía o de los hombres que mató en mi honor.