18. Todo El Sexo Que Pueda Conseguir

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Volvieron a lo de los Dursley agitados y contentos cargados con las compras y las serpientes. Dejaron los paquetes sobre la cama de Harry.

—Hola, mamá. —saludó Draco, se le acercó y le dio un beso en la mejilla. Harry hizo lo mismo.

—Estaba muy preocupada.

—Lo suponía. —se disculpó Draco— El día se nos complicó un poco.

—Perdón, Narcissa. —dijo Harry.

Ella hizo un gesto restándole importancia a la cuestión. —¿Qué pasó?

Los ojos de Draco se encendieron. —Esperá nomás a ver lo que Harry se consiguió hoy.

—¿Qué le mostramos primero? —preguntó Harry sonriendo ampliamente.

—Sacate la toga. —lo instó Draco.

Harry alzó una ceja por el significado adicional, pero comenzó a desabrocharse la toga. Los dos soltaron risitas cuando Narcissa contuvo una exclamación al ver las serpientes.

Harry empezó a desenrollarlas en tanto Draco le contaba a su madre sobre la improvisada visita a la tienda de mascotas. Narcissa se sorprendió al saber que Harry hablaba pársel pero no pareció perturbarse.

Mientras Draco la mantenía ocupada relatándole todo, Harry aprovechó para guardar en el baúl la bolsa que le habían regalado los mellizos. De ninguna manera quería que Narcissa viera el contenido. Le hubiera gustado estar solo para poder explorarlo con más detenimiento.

Suspiró y alzó la vista. Draco lo estaba mirando, le dirigió un guiño pícaro y luego se volvió y continuó la charla con su madre.

Harry sonrió y sacudió la cabeza. Todavía no sabía muy bien qué era lo que había entre ellos dos... pero igual lo entusiasmaba. Levantó a Victoria de la cuna, la sentó en suelo junto a él y se puso a jugar con ella. Dejó que Draco se ocupara de buscarles un lugar a las serpientes y de guardar todo lo que habían comprado para las pociones. Miró alrededor, le iba a resultar difícil porque así como estaban ya no había lugar para nada.

—Draco, pasame la serpiente amarilla. —pidió Harry.

—Ahora no, estás con Victoria.

—¿Y...? —preguntó Harry— Quiero mostrársela, ésa le va a gustar.

—Potter, de ninguna manera le vas a dar a mi hija una maldita víbora. —dijo Draco con frialdad.

Harry siseó en pársel y recibió una respuesta de la víbora. Miró a Draco disgustado. —Ves, la víbora promete no hacerle ningún daño a Victoria y ya le advertí que Victoria es todavía pequeña y que va a tener que aprender como tratarlas, que al principio quizá las apriete un poco más de lo necesario. La serpiente me va a avisar si la está apretando demasiado, para que haga que la suelte.

—La serpiente tiene veneno mortal. —le espetó Draco.

—Eso ya lo sé. —replicó Harry— Oh vamos, Draco, se supone que tu eres el Slytherin y que te gustan las serpientes.

—Pero no para mi hija que todavía no cumple un año. —respondió enojado.

Harry siseó y Draco soltó una exclamación. La serpiente se traslado hasta donde estaba Harry.

—No creo que haya sido la amarilla la que hizo eso. —dijo Draco con fastidio.

—Claro que no. —dijo Harry didáctico— La amarilla es la que cambia el color de las cosas. Creo que a Victoria le va a encantar.

—Te odio, Potter. —gruñó Draco resignado.

—Yo también te odio, Malfoy. —contestó Harry divertido.

Secretos DRARRY/HARCODonde viven las historias. Descúbrelo ahora