4.Ayuda Domestica

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Para el lunes, también Harry empezaba a preocuparse por su salud mental. Estaba dispuesto a admitir que no tenía la menor idea sobre bebés, ni de Oclumencia, ni de Draco, ni de Snape, ni de Voldemort, ni de sus amigos… ni de nada de nada. En oportunidades anteriores había llegado a pensar que había alcanzado el límite del total agotamiento… pero esto era peor.

Tía Petunia había ayudado al principio, pero una vez que hubo decidido que Draco no constituía un riesgo, se desentendió por completo y los dejó para que se ocuparan entre ellos.

Harry había intentado leer algo del libro de Oclumencia pero no había avanzado mucho. Victoria le demandaba muchísimo tiempo y cuando tenía algún momento de respiro estaba tan agotado que las letras se le desdibujaban, de lo poco que llegaba a leer no entendía prácticamente nada. Draco había venido el viernes, como quien pasa para cumplir, se había mostrado huraño y poco comunicativo y se había marchado enseguida.

Realmente todavía no entendía qué lo había llevado a esa especie de "asociación" con Draco. Pensar en Snape también lo sumía en la confusión. No podía hilvanar bien las ideas.

Con los horcruxes le pasaba igual, su pensamiento lógico parecía retirarse instantáneamente apenas la palabra se asomaba en su mente. Si quería desviarse al tema Voldemort, al segundo lo atacaba una terrible jaqueca.

Cuando había bajado a desayunar fue peor, tío Vernon empezó a leer en voz alta todas las catástrofes que informaba el diario, y él y tía Petunia le dirigían miradas acusadoras a cada segundo.

Las cosas iban a tener que cambiar, no podía seguir así. Realmente sentía mucho afecto por Victoria pero no podía hacer las dos cosas o se dedicaba a cuidarla o se dedicaba a salvar el mundo.

Caminaba de un lado a otro de su cuarto con la beba alzada, llevaba un largo rato tratando de calmarla pero no había forma de que se callara. Cuando entró Draco literalmente se la plantó en los brazos y fue a tirarse en la cama y enterró la cabeza en la almohada.

—¡Potter! ¿Qué le pasa? —preguntó Draco con sobresalto y ansiedad.

Harry masculló algo que Draco no alcanzó a entender.

—¿Cómo?

Se sacó la almohada de la cabeza y ensayó una explicación. —Tía Petunia dice que está por cortar los dientes y que por eso babea todo el tiempo y llora. Le di un remedio pero el efecto no dura mucho y se pone a llorar otra vez y no para. —sonaba totalmente desamparado.

—¿Y no podés hacer nada más? —preguntó Draco preocupado.

—¡No sé! —vociferó Harry— Tía Petunia me dijo que le ponga un paño húmedo en la boca para que chupe, eso la calma pero sólo un rato. Pero la boca le duele y extraña a su mamá y llora casi constantemente y yo tengo la cabeza que parece que me va a explotar en cualquier momento.

Volviose hacia Draco y lo miró con ojos muy congestivos. —Estoy exhausto. —gimoteó— Y nada que haga parece calmarla, la tuve alzada prácticamente todo el tiempo estos últimos dos días, pero nada sirve.

—¿Chilla así de fuerte constantemente?

Harry arrugó la frente. —En realidad no. —suspiró y se levantó. Cuando Draco se la devolvió, Victoria no dejó de llorar pero el volumen disminuyó ostensiblemente.

—Quiere estar con vos, ya se acostumbró.

—¡Pero ya no doy más! ¡Me está volviendo loco!

Draco se animó a dibujar una media sonrisa. —Vos ya estabas loco de antes, Potter.

Harry le respondió con un ladrido. Draco retrocedió un paso, la sonrisa se le borró por completo. —¿Qué puedo hacer para ayudar?

—¡No sé! —replicó Harry bruscamente y retomó la marcha ida y vuelta. Siguió así durante veinte minutos, finalmente el llanto fue amainando y se fue transformado en gimoteos espaciados, Harry se acostó en la cama con ella a su lado hasta que se durmió.

Secretos DRARRY/HARCODonde viven las historias. Descúbrelo ahora