El resto de la tarde, Dolores lo ocupó revisando todo lo que Mauro había empacado. Nada importante; discos, libros, ropa, elementos de aseo personal. Pero lo que más le extrañó fue la nota que encontró al fondo de una de las cajas.
A pesar de todo el daño que te hice, siempre vas a ser mi hormiguita. Quiero que cuentes conmigo siempre, Loly. Todavía te amo, y voy a estar esperando a que me perdones y me des una nueva oportunidad. No la merezco, lo sé. Pero podemos superarlo.
Permaneció con la nota entre sus dedos, apática. Sus palabras no coincidían con el escenario que había encontrado esa tarde. No estaba dispuesta a perdonar una infidelidad, y menos a una semana del matrimonio.
La confianza se había roto para siempre, no había manera de que ella olvidara el engaño, y no estaba dispuesta a vivir esperando el momento en que vuelva a hacerlo. No tiró la nota, pero la dejó sobre la biblioteca para recordarse no ser tan estúpida en la próxima relación.
Se duchó y se alistó para las clases vespertinas, era el segundo día de clases con Emiliano dentro del colegio. Y como esa noche no tenía clases con su curso, estaba ansiosa por ver cómo sería estar los dos dentro del mismo edificio teniendo una relación estrictamente académica.
Eligió la misma falda tubo negra que utilizó en el turno mañana, pero con una remera blanca estampada para cortar un poco la formalidad. También, cambió los stilettos por una botinetas negras al tobillo, y se abrigó del fresco de las noches de marzo con una campera de jean. Decidió volver a usar el auto, todavía estaba en la etapa del chiche nuevo.
Llegó a la sala de profesores con tiempo de sobra para hacerse un café y seguir con su investigación sobre el origen de las palabras y dichos populares más usados. Tenía planeado lanzar su primer libro de semántica del lenguaje coloquial, orientado desde un público curioso hasta profesionales de letras. Y mientras esperaba que el archivo del manuscrito se cargara en su portátil, vio a Emiliano pasar por la sala de profesores sin siquiera voltear su cabeza. Sintió una presión en el pecho, y por un momento pensó la posibilidad de que quizás esté jugando con ella.
Se levantó y observó el aula desde la ventana de la puerta, pasaron algunos segundos hasta que sus miradas se cruzaron. Emiliano sonrío y le guiño un ojo, acto seguido, tomó el teléfono y comenzó a teclear, cuando lo dejó sobre su pupitre, el de Dolores vibró en el escritorio.
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Recreos en el jardín
Storie d'amore¿Cuánto estás dispuesto a perder por amor? Dolores y Emiliano se conocieron de casualidad el mismo día que se perdieron para siempre, a pesar de que el flechazo fue instantáneo. Pero el destino se obsesionó en volver a encontrarlos, solo que no calc...