El tiempo que sobró hasta que sonara el timbre, Dolores lo ocupó repasando el programa de la materia. Cada vez que levantaba la mirada de su hoja, Emiliano estaba inmerso en su cuaderno, garabateando dibujos al azar. Las veces que sus miradas se cruzaron, él esbozaba una pequeña sonrisa que ella no podía devolver. Debía mantener las formas, y marcar distancia como la figura de autoridad que era.
Cuando finalmente el timbre sonó, marcando el primer recreo corto, se despidió de sus alumnos y corrió hasta la sala de profesores. Necesitaba hablar con Aurora antes de que se vaya.
—Te estaba esperando, Lolita. Ya me voy, pero acompañame hasta la puerta y me contás bien.
Dolores se aseguró de que no hubiera nadie alrededor antes de contarle todo lo que pasó en el aula, y que afortunadamente ningún alumno notó. La cara de la mujer era una roca inexpresiva, mientras la escuchaba contar todo con euforia.
—Lolita... ¿Entendés que si alguien se entera que tenés una relación con un alumno podés llegar a tener un problema enorme? Ni hablar del sumario que te van a levantar.
—Lo sé, no quiero perder mi trabajo. Yo amo dar clases en esta escuela, acá me gradué de secundaria, y está mi tío de rector. Es por eso que lamentablemente va a tener que entender que ya no puede seguir insistiéndome. Lo peor de todo esto, es que yo voy a ser quien se lo tenga que decir.
—Es lo mejor que podés hacer, hija. Cuentas claras desde el principio —explicó mientras le acariciaba las puntas del cabello.
—Sí... Voy a tratar de encontrar un momento a solas para aclarar las cosas. Gracias, Aurora.
Las mujeres se abrazaron en la puerta del establecimiento, su esposo ya estaba esperándola dentro del auto.
—Y una cosa más. —Aurora volvió sobre sus pasos, y acercó su rostro al de Dolores—. Si la situación se les va de las manos, yo soy una tumba. Pero jurame que me lo vas a decir, así veo como puedo ayudarte.
—Eso ni lo dudes, Aurorita.
Dolores besó con cariño la mejilla de su amiga, y esperó a que el auto partiera para volver a entrar. Subió con calma las escaleras mientras consultaba su reloj, al recreo le quedaban diez minutos. Hizo una escala en el primer piso, el cual no se usaba en la nocturna. De día, era el piso del nivel inicial y parte del primario, es por eso que los alumnos de la noche no tenían permitido deambular por allí.
El sector de los juegos de jardín de infantes era su refugio cuando quería hablar por teléfono con calma, o cuando simplemente estaba abrumada del bullicio de los recreos. Se sentó en una de las hamacas y trató de poner la mente en blanco, cerrando sus ojos mientras escuchaba el barullo a lo lejos.
—Así que Dolores, ¿eh? ¿Tanto te costaba decírmelo?
Dolores se sobresaltó, levantó la cabeza y ahí estaba, parado frente a ella, observándola igual que cuando se conocieron en la tienda.
—No podés estar en este piso, si te ven te vas a meter en problemas.
—No sabía... Es mi primer día, y como no conozco a nadie estaba volviendo a recorrer la escuela; hace diez años que no la piso. Estudié acá antes de abandonar, volver ahora de adulto es... raro.
Ella se mordió la lengua para no preguntarle por qué había abandonado sus estudios, si entraba en el terreno personal ya no tendría salida. Lo mejor era callar y limitarse a aclarar la posición de ambos.
Al menos, dentro del colegio.
—Emiliano... Espero que entiendas la situación, y...
—¿Y qué? —La interrumpió, con una ceja en alto.
—Que soy tu profesora, y hay que mantener las formas, respetar mi jerarquía, y...
—Tranquila, a mí no me interesa la profesora de lengua, me interesa Dolores. —Emiliano se sentó en la hamaca junto a ella, y le acercó peligrosamente el rostro antes de continuar—. La mujer que todavía tiene mirada triste. ¿Por qué llorabas el viernes? O mejor dicho... ¿Por quién?
—Eso no importa ahora, creo que ya está superado. Y tampoco tiene caso comenzar... —Gesticuló con sus manos, nerviosa—. Un vínculo. Te conviene volver al segundo piso, el recreo ya está por terminar, y si alguien te ve acá te van a cagar a pedos.
—Que boquita la profe de lengua, eh... —ironizó.
—Estás hablando con Dolores, no con la profesora Pineda.
—Entonces... Entiendo que no hay problema en que quiera seguir conociendo a Dolores. —Emiliano apartó un mechón de cabello de su rostro para poder observarla mejor.
—Emiliano... —bufó frustrada—. Sí que hay problema. Si alguien dentro del colegio se da cuenta de que tenemos una relación más allá de la académica, aunque sea una amistad, podemos tener muchos problemas. Bueno, yo muchos más que vos. Creo que lo mejor va ser que te olvides de que nos conocimos antes, en otra situación.
El timbre que marcaba el final del recreo sonó, ambos debían volver a las aulas. Dolores se puso de pie, aunque no así Emiliano, que la observaba atentamente desde su lugar en la hamaca. Estaba dispuesta a irse antes de que algún celador los descubriera, cuando él hablo.
—Dolly, me hubiera encantado conocerte en otra situación. Sos una mujer enigmática, interesante, y muy hermosa. Yo no voy a comprometerte, prometo no acercarme más allá de nuestra relación académica. Pero si algún día Dolores quiere verme, yo voy a estar ahí. La veo el viernes, profesora.
Emiliano se levantó, y abandonó el piso sin mirar atrás, como ya comenzaba a ser costumbre en sus encuentros casuales. Dolores se quedó con una punzada en el pecho, no sabía si era porque tenía que dejarlo ir, o porque esperaba que él pusiera resistencia cuando ella le marcara la cancha.
Respiró profundo y volvió al segundo piso. Le quedaban dos cursos más por visitar, y debía dibujar la sonrisa para no levantar sospechas.
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Recreos en el jardín
Romance¿Cuánto estás dispuesto a perder por amor? Dolores y Emiliano se conocieron de casualidad el mismo día que se perdieron para siempre, a pesar de que el flechazo fue instantáneo. Pero el destino se obsesionó en volver a encontrarlos, solo que no calc...